6.16.2007

PROSOEMA No. 32 (16/06/2007)

Títeres
UNA EXPERIENCIA
COMUNITARIA
DE ESCRITURA

Luiz Carlos Neves

El Festival Internacional de Teatro de Muñecos -FITEM 2007-, organizado por el Instituto de las Artes Escénicas y Musicales (IAEM), del Ministerio de la Cultura fue realizado, por primera vez, en la provincia.
El estado Cojedes fue la entidad en la que se presentaron los grupos para el público infantil y adulto y donde se realizaron diversos talleres.
Del 4 al 9 de junio de este 2007, grupos de Argentina, Colombia, Chile, España, Francia, Inglaterra y Venezuela, se instalaron en Tinaquillo y, a partir de ahí, se desplazaron por todo el estado.
A mí me tocó dictar un taller de Dramaturgia para Títeres, en San Carlos, Las Vegas y Macapo. Quería ver cómo se daba el Credo de Aquiles Nazoa, cuando el poeta decía: “creo en los poderes creadores del pueblo”.
El taller se centró en tres elementos básicos: los géneros narrativos, la poesía y los géneros dramáticos; las características (aproximaciones y diferencias entre el teatro de actor y el teatro de muñecos) y, en tercer lugar, las improvisaciones con títeres.
El taller tuvo como objetivo responder a una pregunta: “¿qué hacer?”
Esa interrogante está en la mente de todos los que toman talleres en los cuales el objetivo es “cómo construir un títere”. Al final de esos talleres los asistentes, duchos en la construcción de títeres de dedo, de guante, de varilla y hasta de marionetas de hilo, sombras, etc., después de haber experimentado con telas, papel, pega, goma-espuma, alambre, madera y otros tantos materiales, se preguntan: “¿Y ahora qué hago?”
El muñeco se diferencia básicamente del actor por dos razones: está desprovisto de voz y de movimiento. El guión escrito viene justamente proporcionar la historia que permitirá al titiritero dar vida a quien no la posee. Durante los minutos en que se desarrolla la obra, el artista juega a ser Dios al darle vida y aventura a un trozo de madera o tela.
Evidentemente, un taller de dramaturgia es distinto a un taller de manipulación de títeres. Sin embargo, la fuerza de la palabra, del enredo, de las aventuras y desventuras del muñeco, del encuentro con sus aliados y sus encontronazos con sus antagonistas, ya posibilitan al tallerista ensayar los primeros movimientos del títere. ¿Cómo? ¿Por qué?
Ahí es importante conocer la naturaleza del trabajo del dramaturgo.
En la poesía y en los géneros narrativos, el estar sentado en una silla, ante una mesa, es lo más natural del oficio de escritor. En cambio, la dramaturgia no puede ser sólo un trabajo de mesa, sino que se debe conocer desde adentro el funcionamiento del teatro.
En muchos casos, en el momento de registrar en el papel los parlamentos, las acotaciones, las escenas tristes o alegres, el dramaturgo debe dramatizar. Ello porque se trata de una escritura en la que, frecuentemente, el cuerpo del escritor se mueve como el personaje que está inventando; y su voz puede ser un susurro, falsete, gigantesca o amorosa, dependiendo de la escena y del personaje.
En ese sentido, escribir teatro es dramatizar en el escritorio.
Así, los talleres que me tocó dictar en esos tres sitios del Estado Cojedes, tuvieron esos instantes de escritura y dramatización.
Para que los talleristas pudieran darse cuenta de la fuerza de la palabra y de los movimientos, hicimos improvisaciones con los objetos que estaban en el espacio donde trabajamos: una escoba, una estrella de metal, un trozo de bambú, una cuerda, bolígrafos y teléfonos celulares.
De esas tres experiencias con talleristas jóvenes y adultos, habitantes de esos lugares y de las más variadas ocupaciones, salió la pequeña obra para muñecos que presentamos después de esta reseña, titulada
Hola, aló, ¿quién habla?
La participación de los talleristas fue muy intensa y, para dramatizar la obra, algunos recomendaron una grabadora de voz, otros una filmadora y un tercer grupo un teléfono con cámara incorporada. Después, pasaríamos a la escritura del texto.
En San Carlos, algunos alumnos improvisaron textos distintos para un gancho de ropa, un garabato de madera y dos bolígrafos. En Las Vegas, imaginaron guiones para una estrella de metal, un trozo de bambú y un llavero. En Macapo, además de ejercicios sobre un vaso de cartón, un zapato y un florero, fue posible ver una obra de títeres con la compañía argentina. Después del espectáculo, nos volvimos a reunir y los talleristas pudieron debatir sobre la obra que habían visto.
Durante las discusiones, los estudiantes pudieron consultar obras de Luis Luksic (boliviano), Javier Villafañe (argentino), José León y Luiz Carlos Neves (Venezuela), para tener la oportunidad de apreciar diferentes estilos y estéticas.
A partir de ahí, se trató de motivar a los participantes a buscar personajes y situaciones de su propio entorno. Ésta es una forma de valorar lo que se tiene, tanto en el sentido ético de “desear lo que tiene”, como en el sentido de trabajar con los elementos al alcance de la comunidad, o sea, la “tecnología adecuada”.
Los estudiantes pensaron incorporar en una futura dramaturgia cojedeña las fiestas de San Pascual Bailón, las Locas y las Locainas (Santos Inocentes), Corpus Christi (Diablos Danzantes), el joropo y el fandanguillo e incluso el moderno Autódromo Internacional de San Carlos, además de los propios orígenes del Estado. Coa significa “pueblo, gente, nación” y Heir, equivale a “ollas cocidas, cerámica”; de ello se deduce que Cojedes significaría “pueblo de cerámica” y, por extensión, “pueblo de ceramistas”. Esto quiere decir, según se concluyó, que la cerámica local se podría integrar a la confección de los títeres.
Por último, debo consignar que, en los tres talleres, se pudo comprender la naturaleza de la escritura y de una puesta en escena improvisada para el teatro de muñecos. Los talleristas me aseguraron que, nunca más, los títeres de los barrios de San Carlos, de los centros comunitarios de Las Vegas y de Macapo tendrían como destino las gavetas de los trastos.
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HOLA, ALÓ, ¿QUIÉN HABLA?

Personajes: Pedro y Rebeca, liceístas.

I

(Se abre el telón)

Pedro: (Entrando) Estoy buscando a mi novia Rebeca. No la veo por ninguna parte. (Al público) ¿Ustedes vieron por esta plaza a mi novia Rebeca (Respuesta del público) ¿Qué hora es? (Respuesta.) Gracias. Ah, entonces quien está atrasada es ella, no yo. Pero ya tengo la solución: (Imita campanadas de un reloj) le voy a regalar un reloj.
Rebeca: (Entrando) Hola Pedro. ¿Cómo estás?
(Pedro se acerca y la abraza. Cuchichean palabras de cariño. Caminan y se sientan en un banco de la plaza. Siguen hablando y, de vez en cuando, alguno de ellos se para y hace movimientos para enfatizar la historia que está contando. El interlocutor reacciona a través de la risa, del llanto o de oes de espanto)
Rebeca: (Triste) Oh, ya está oscureciendo.
Pedro: (Más triste todavía) Es una pena.
Rebeca: (Alegre) Me gusta cuando se pone el sol.
Pedro: Pero eso significa que debes regresar a tu casa.
Rebeca: Cuando estamos juntos, no veo pasar el tiempo.
Pedro: Yo tampoco veo pasar el tiempo.
(Salen)
II
Pedro (Entrando) Ya es otro día, otra tarde, voy a esperar a Rebeca.
(Rebeca entra hablando por un celular y, sin interrumpir la conversación telefónica, saluda a Pedro. La conversación es larga y Pedro empieza a caminar de un lado a otro, ansioso, hasta que Rebeca termina la llamada.)
Rebeca: (Mostrando el celular a Pedro) ¿Viste mi teléfono?
Pedro: (Acercándose y examinando el aparato) Es muy bonito.
(Caminan hacia el banco de la plaza y se sientan. Empiezan a hablar. Suena el teléfono. Rebeca interrumpe la conversación con Pedro y empieza a hablar. La llamada tarda mucho y va acompañada de risa, gestos de alegría y sorpresa. Pedro, sentado, se mueve deseando que termine la conversación de Rebeca. Fin de la llamada. Pedro y Rebeca retoman su diálogo, de cariños, de risas y murmullos. Suena de nuevo el teléfono. Rebeca deja otra vez a Pedro).
Rebeca: Un momento. Llegó un mensaje de texto. A ver. (Lo lee, sin mostrárselo a Pedro.) Ya le voy a contestar. (Escribe un mensaje, mientras Pedro espera, incómodo, mirando el reloj. Fin del mensaje. Pedro y Rebeca vuelven a hablar.)
(Aquí se pueden improvisar varias llamadas, hasta que llega la hora de irse. Salen de escena, Pedro con el brazo en el hombro de Rebeca, mientras ella habla por teléfono).
III
Pedro: (Entrando) No me gustó para nada el encuentro de ayer. (Al público) ¿Ustedes vieron? A cada rato hablando por teléfono.
(Entra Rebeca igual que el día anterior, hablando por teléfono. Pedro se prepara para recibir un tremendo beso y lo que recibe es un medio beso bien descuidado. Pedro camina hacia el otro extremo del teatrino, echando maldiciones, hasta que Rebeca termina su llamada. Pedro se le acerca.)
Pedro: ¿Te puedo hablar?
Rebeca: Claro, mi vida.
Pedro: Te voy a mostrar algo. Ven acá. (Caminan hacia el otro extremo del teatrino. Pedro le muestra un teléfono, su teléfono)
Rebeca: Pero si es muy bonito… Y tiene varias funciones: música, internet, cámara fotográfica... etc, etc...
Pedro: Dame tu número, lo voy a poner en mi agenda ELECTRÓNICA...
(Rebeca le indica su número y Pedro lo registra en su teléfono. Caminan hacia el banco de la plaza. Cuando van a sentarse, suena el celular de Rebeca. Ella se aleja y se pone a hablar. La situación se repite dos veces más. El sufrimiento de Pedro va en aumento. Pedro se quita la gorra, patalea. Por fin, al ver que Rebeca deja de hablar, toma su teléfono y marca un número. Suena el teléfono de Rebeca. Ambos están en los extremos opuestos del teatrino).
Rebeca: Hola, ¿quién es?
Pedro: Hola Rebeca, soy yo, Pedro.
Rebeca: ¿Cómo estás, cariño?
Pedro: Yo bien, ¿y tú, mi amor?
Rebeca: Bien.
Pedro: ¿Por qué no nos sentamos en el banco de la plaza?
Rebeca: Es una buena idea.
(Caminan hacia el banco, se sientan, mientras cuchichean, se ríen, siempre hablando por teléfono uno con el otro. La conversación sigue animada, mientras baja el telón).

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