11.23.2006

PROSOEMA No. 6 (24/11/2006)






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LA IMPORTANCIA DE LA LECTURA


Carmen Lomas Pastor





LA LECTURA TIENE una gran importancia en el proceso de desarrollo y maduración de los niños. Desde hace unos años se está notando un creciente interés de los padres por la lectura de sus hijos, quizá porque saben —se les dice así desde los medios de comunicación— la relación que existe entre lectura y rendimiento escolar.
Desde estas páginas quisiera hacerles conscientes de que el potencial formativo de la lectura va más allá del éxito en los estudios; la lectura proporciona cultura, desarrolla el sentido estético, actúa sobre la formación de la personalidad, es fuente de recreación y de gozo.
La lectura constituye un vehículo para el aprendizaje, para el desarrollo de la inteligencia, para la adquisición de cultura y para la educación de la voluntad.
¿Qué es ser lector? ¿Basta saber leer para ser lector?

Etimológicamente la palabra leer viene del verbo latino “legere” que significa “coger”. Así pues, leer es descifrar un mensaje, comprender lo que está escondido tras unos signos exteriores: leer es desentrañar, descubrir.
Tradicionalmente, ha sido la escuela la institución encargada de enseñar a leer, a comprender un contenido expresado en signos gráficos, a conocer y utilizar una técnica lectora. Pero somos conscientes —la experiencia nos lo demuestra cada día— que no basta saber leer, no basta conocer las técnicas lectoras y comprender el texto escrito para ser un lector.
Muchas personas reducen la lectura al uso indispensable como instrumento informativo: letreros, avisos, cartas... Algunos llegan a leer ciertos asuntos relativos a su trabajo, pero no tienen interés por leer otras cosas. Leen por necesidad pero no han llegado a captar el placer que puede proporcionar la lectura. Hacen pensar en esos aparatos sofisticados que pueden hacer muchas cosas, pero que por ignorancia o falta de capacidad de quienes los usan, solo sirven para realizar un trabajo rutinario y exento de creatividad. No son analfabetos pero tampoco son lectores.
Ser lector supone convertir la lectura en una necesidad vital, hacer de la lectura un hábito voluntario, una actividad elegida libremente, deseada y gustosa.
Pedro Salinas definía al lector como “el que lee por leer, por puro gusto de leer, por amor invencible al libro, por ganas de estarse con él horas y horas, lo mismo que se quedaría con la amada” (...) “Ningún ánimo, en él, de sacar de lo que está leyendo ganancia material, ascensos, dineros, noticias concretas que le aúpen en la social escala, nada que esté más allá del libro mismo y de su mundo” (El defensor. Ed. Alianza. Madrid, 1967).
José Antonio Pérez-Rioja, en su libro La necesidad y el placer de leer, afirma: “Cuando de verdad se habitúen a leer, experimentarán por sí mismos que se puede gozar leyendo, que sumirse en la lectura de ciertos libros supone muchas veces una evasión y que hay también otros libros que nos producen una ilusión inmensa”. Cuando esto se ha experimentado personalmente, podemos decir que tenemos un lector.
Para ser lector, para tener el hábito de la lectura, no basta con que el niño sepa leer —incluso en el caso de que sea un diestro lector—, es necesario que experimente el goce de leer.

¿Qué bienes reporta la lectura?

Voy a realizar una enumeración —no pretendo que sea exhaustiva— de bienes que trae consigo la actividad lectora, y así ayudar a interiorizar su importancia. También quiero indicar que el beneficio personal que cada lector saca de la lectura es muy variado, pues todas las actividades humanas —por ser libres— son irrepetibles y personales.
En cualquier caso, podemos afirmar que con la lectura llegan a la persona un cúmulo de bienes que la mejoran.
La lectura no solo proporciona información (instrucción), sino que forma (educa) creando hábitos de reflexión, análisis, esfuerzo, concentración... y recrea, hace gozar, entretiene y distrae.
• La lectura ayuda al desarrollo y perfeccionamiento del lenguaje. Mejora la expresión oral y escrita y hace el lenguaje más fluido. Aumenta el vocabulario y mejora la ortografía.
• La lectura mejora las relaciones humanas, enriqueciendo los contactos personales. Nutre los contenidos de nuestras conversaciones y nos ayuda a comunicar nuestros deseos y sentimientos. Nos da la posibilidad de conocer a personajes que de otro modo no podríamos haber conocido y asomarnos al interior de muchas personas entablando con ellas una sabrosa conversación que nos enriquece... Según Huang Shanku: “Un sabio que no ha leído nada durante tres días siente que su conversación no tiene sabor (se hace insípida)”.
• La lectura da facilidad para exponer el propio pensamiento y posibilita la capacidad de pensar. Podemos decir que proporciona materia para pensar ya que no se puede pensar si no tenemos ideas, palabras, conceptos. Hace años circuló un eslogan para fomentar la lectura que decía: “Si no lees, calla, se nota”.
• La lectura es una herramienta extraordinaria de trabajo intelectual ya que pone en acción las funciones mentales agilizando la inteligencia. Por eso tiene relación con el rendimiento escolar.
Cuando esta actividad se realiza de una forma puramente mecánica, sin comprensión de lo leído, es fácil que genere en los niños una “fobia” ante el libro; un miedo secreto, inconfesado, inconsciente, a no entender un texto que le llena de inseguridad y la angustia ante un libro; y si el libro tiene muchas páginas — “es gordo”— esta repugnancia aumenta pues le hará pensar en las muchas horas de esfuerzo que le va a exigir su lectura, un esfuerzo especialmente ingrato por ser ineficaz.
• La lectura aumenta el bagaje cultural; proporciona información, conocimientos. Cuando se lee, se aprende. Leer para saber quiénes somos y de dónde venimos y adónde vamos; leer para iluminar nuestro presente teniendo memoria del pasado; leer para comprender los fundamentos de nuestra civilización. Podemos afirmar que un chico que lee es un hombre que sabe, un hombre que piensa. La lectura, enriquece nuestra vida.
• La lectura amplía los horizontes del individuo permitiéndole ponerse en contacto con lugares, gentes y costumbres lejanas a él en el tiempo o en el espacio. Por el contrario, el hombre que no tiene el hábito de leer, está apresado en su mundo inmediato. Recuerdo la experiencia realizada por una bibliotecaria, enamorada de su trabajo, que trabajaba en el extrarradio de una gran ciudad. Aquellos niños —que no disponían de medios económicos para desplazarse a otros lugares— periódicamente realizaban “grandes viajes” con los libros; vivían una maravillosa aventura yendo a lugares lejanos a través de unas lecturas bien seleccionadas. Aquellos viajes les aportaban unos conocimientos iguales o mayores que los que pueden adquirir quienes realizan un desplazamiento real.
La lectura estimula y satisface la curiosidad intelectual y científica. La curiosidad no se puede forzar, hay que despertarla. Y la curiosidad del lector es insaciable; leyendo va encontrando respuestas a sus interrogantes, al tiempo que genera nuevas preguntas. “Estimular la lectura será pues, promover interrogantes” (G. Janer Manila).
Menéndez Pelayo —cercana ya su despedida de este mundo— afirmaba: “Lo único que siento es la cantidad de libros que aún me quedan por leer”.
• La lectura despierta aficiones e intereses. Es una puerta abierta por la que nos asomamos a mundos inéditos, a parcelas de la vida cultural, social, artística, etc., que no hubiéramos conocido nunca si no hubiera sido por los libros.
• La lectura desarrolla la capacidad de juicio, de análisis, de espíritu crítico. El niño lector pronto empieza a plantearse por qués. ¿Por qué este autor afirma lo contrario que este otro? ¿Qué ventajas tiene este planteamiento frente a aquel? ¿Dónde está la verdad? ¿Dónde está la opinión?
• La lectura fomenta el esfuerzo pues exige una colaboración de la voluntad. La lectura exige una participación activa, una actitud dinámica. El lector es protagonista de su propia lectura, nunca un sujeto paciente. Mientras leemos, todas nuestras facultades están en “alerta”: vemos, oímos, olemos, recordamos, sentimos amor, odio, envidia... ¿No es cierto que hemos sentido “el olor de las hojas empapadas y los troncos podridos” que percibió el doctor Livesey (de La Isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson, en la imagen)cuando al llegar a la isla “olfateaba y olfateaba como quien prueba un huevo podrido”?
• La lectura potencia la capacidad de observación, de atención y de concentración. Estas cualidades son muy necesarias en nuestro mundo. El niño tiene mucha dispersión porque está reclamado constantemente por cosas muy variadas y, como todas le interesan, no quiere renunciar a ninguna siendo muy superficial la atención prestada a cada una. Al niño le cuesta concentrarse y somos conscientes de que objetivamente lo tiene difícil. La lectura puede ser nuestra aliada para promover y desarrollar el hábito de la atención.
• La lectura facilita la recreación de la fantasía y el desarrollo de la creatividad. El lector, durante la lectura, recrea lo que el escritor ha creado para él. ¿No es verdad que cuando hemos ido al cine a ver la película del libro que hemos ya leído, la película no acierta a darnos lo que esperábamos? Cada lector recrea el libro, ha de imaginar todo. En una película todo está dado, nada se conquista, hasta los sonidos que acompañan a una acción están ya determinados. En cambio, la experiencia lectora es tan personal que podemos afirmar que un mismo libro puede ser distinto para personas diferentes; cada lector la interpreta libremente según su modo de ser, sus conocimientos, sus experiencias y los sentimientos que le provoca. Incluso cuando el mismo lector vuelve a leer el mismo libro en períodos diferentes, logra un sabor distinto. Siempre al leer hacemos nuestro libro, pues siempre la lectura queda teñida por nuestra experiencia y nuestra visión interior.
• La lectura es un acto de creación permanente. Laín Entralgo señala: “Todo cuanto un hombre lee es por él personalmente recreado, vuelto a crear (...). Pero el lector, además de recrear, se recrea, se crea a sí mismo de nuevo, vuelve a crear su propio espíritu”.
• Las lecturas nos cambian igual que las buenas o las malas compañías. Toda lectura deja huella, uno no es el mismo después de cada lectura. Por eso se afirma que “un libro es un amigo”. En ocasiones un libro es nuestro mejor amigo, aquel que nos consuela, acompaña, distrae, aconseja y deja en libertad.
• La lectura favorece el desarrollo de las virtudes morales siempre que los libros se seleccionen adecuadamente. Las lecturas proponen modelos para admirar e imitar; y, mientras los modelos vivientes (padres, profesores, etc.) pasan, los protagonistas de los libros permanecen.
• Las lecturas nos hacen más libres. Hace unos años hubo un eslogan para la promoción de la lectura que decía: “Más libros, más libres”. Y es que todo acto de lectura es un acto de libertad. El individuo ante el libro se siente libre. El lector manda sobre el libro, puede estar de acuerdo o en desacuerdo con las afirmaciones del texto, puede leer ordenadamente o enterarse del final, dar marcha atrás y releer unas páginas, ir hacia delante saltándose una parte, interrumpir la lectura... También el lector tiene esa otra libertad que es la de hacer su propio libro con su participación activa, imaginando, explorando, encontrando respuestas y haciéndose preguntas que solo él podrá responder.
• La lectura potencia la formación estética y educa la sensibilidad estimulando las buenas emociones artísticas y los buenos sentimientos. Las lecturas nos ayudan a conocernos a nosotros mismos y a los demás, y —de este modo— favorecen la educación del carácter y de la afectividad, despertando buenos sentimientos. La lectura nos enriquece y nos transforma, nos hace gozar y sufrir.
• La lectura es un medio de entretenimiento y distracción, que relaja, que divierte. Muchos “sesudos” padres dan poca importancia a esta cualidad de la lectura; les parece que la lectura es algo serio que no se puede convertir en divertimento, creen que hay que leer para instruirse y que la lectura que no aporta instrucción es una pérdida de tiempo. ¡Qué equivocados están! Quizá no han descubierto que el ocio es un valor.
• La lectura es una afición para cultivar en el tiempo libre, un hobby para toda la vida. Una afición que puede practicarse en cualquier tiempo, lugar, edad y situación; una afición al alcance de todos; una afición que cultiva lo más específico del hombre: su entendimiento, su voluntad, su imaginación y creatividad, sus ideales y valores humanos. La lectura es una afición que está al alcance de todos siempre. Ya Montesquieu afirmaba: “Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas deliciosas”.
• La lectura es fuente de disfrute, de goce, de felicidad. Se ha hablado mucho de “el placer de leer”, y esta frase expresa una verdad. Leer es una pasión, algo que envuelve a la persona entera y le comunica un deleite porque es una actividad auténticamente humana. Para explicar qué es el goce de la lectura voy a transcribir unos párrafos de Michael Ende en La historia interminable que me parecen especialmente elocuentes: “Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado... Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque papá o mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir porque mañana hay que levantarse... Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecía vacía y sin sentido... Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender, probablemente, lo que Bastián (arriba, en la foto) hizo entonces. Miró fijamente el título del libro y sintió frío y calor a un tiempo. Eso era, exactamente, lo que había soñado tan a menudo y lo que, desde que se había entregado a su pasión venía deseando: ¡una historia que no acabase nunca! ¡El libro de todos los libros!”.

Leer para vivir

Se dice del maestro Fray Luis de León (en la imagen) que anduvo en pleitos y buscando dineros para saldar las cuentas de sus libros “que eran también libros de su vida y sin los cuales no podía vivir”.
Cuando leemos, la vida adquiere una mayor plenitud. Cuando la lectura ha entrado a formar parte de la vida de una persona, no leer supone una mutilación, una ausencia dolorosa. ¿No habéis leído cómo en los campos de concentración nazi, algunos sobrevivieron recitando de memoria obras literarias? ¿Cómo se puede vivir sin leer cuando la lectura se ha convertido en una necesidad vital? Podemos afirmar con C. Bertolo que “la enfermedad de leer tiene sus ventajas”.



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POEMAS

Omira Bellizzio Poyer





LA ARDILLA

La ardilla
es una gimnasta
sube y baja
de las ramas

Otras veces
más osada
se encarama
hasta su cuna

Allá descansa
tranquila
en los brazos
de la Luna



EL BAILE DE LA OLA

En la Luna
no hay lagunas
ni ríos
ni mares
ni océanos

Por eso la Luna
invita al mar a bailar
todas las noches

Ola ola
ola la la
la Luna quiere de nuevo bailar


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Omira Bellizzio Poyer nació en Maturín (Edo. Monagas) el 21 de mayo de 1970. Creció en Caracas. Poeta. Locutora. Licenciada en Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela. Ha publicado Llegó la Navidad (Publicación Institucional de la Fundación Policía Metropolitana). Y poemas en distintos libros, revistas y periódicos. En 1992, le fue otorgada la Condecoración Premio Gobernador del Distrito Federal “Honor al Mérito”. Su poemario Los Secretos de la Luna -del que hemos extraído ambos poemas-, obtuvo el premio Certamen de las Artes y las Letras “Cada Día un Libro” año 2004, auspiciado por el Ministerio de la Cultura. Actualmente es facilitadora del Taller de Creación Literaria dirigido a niños que lleva a cabo la Fundación La Letra Voladora en Valencia (Edo. Carabobo) con patrocinio de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello.

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