tag:blogger.com,1999:blog-353180502024-03-07T05:39:47.314-04:00PROSOEMARevista venezolana de literatura infantil y juvenil.Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.comBlogger82125tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-40301425209564261552008-05-30T12:07:00.005-04:302008-05-30T13:31:50.625-04:30PROSOEMA No. 80 (30/05/2008)<div><div align="justify"><span style="font-family:arial;">Esta semana la pasamos casi incomunicados: sin servicio telefónico ni de Internet. Apenas hace un rato restituyeron las líneas y por eso ofrecemos este número un tanto improvisado, debido a que no contábamos con la restauración del servicio antes del lunes. De hecho, me preparaba a salir a un ciberchat a notificar que esta semana estaríamos ausentes, cuando mi esposa descubrió que ya todo se había solucionado.<br />Estuvimos a merced de lo que la Cantv -nuestro proveedor telefónico-, calificó de "avería masiva", desde el sábado hasta hace unas horas. Al principio, la línea iba y venía, como un censor novato, hasta que ya no hubo conexión a la red y, al otro lado del hilo telefónico retumbaba un silencio cósmico.<br />Sin embargo, hoy ofrecemos dos minicuentos de un notable escritor argentino: Enrique Anderson Imbert.</span></span></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;">_______________________</span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><span style="font-size:180%;"><span style="color:#ff6600;"><strong>DOS CUENTOS BREVES<br />Y CRUELES</strong></span><br /></span><br /><span style="color:#3333ff;"><strong>Enrique Anderson Imbert</strong> </span><br /><br /><span style="color:#ff0000;"><strong>UNA PLAZA EN EL CIELO</strong></span><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiitXRe1LqYp6y2jV_RPHKRrH1lgV76S6Z2dHbfY7-0VbYLZAKcckOTl_OOOPW6EU3O9VVcxfeohWz_jJ6Unjxa27nttQVjJCwNhUAsb5EybnIVjHI7wEzGgKsFzQC6WT7FGhN14Q/s1600-h/Plaza.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5206232370133302418" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiitXRe1LqYp6y2jV_RPHKRrH1lgV76S6Z2dHbfY7-0VbYLZAKcckOTl_OOOPW6EU3O9VVcxfeohWz_jJ6Unjxa27nttQVjJCwNhUAsb5EybnIVjHI7wEzGgKsFzQC6WT7FGhN14Q/s320/Plaza.jpg" border="0" /></a><br />Etelvina y Luís van a casarse. En vísperas de la boda, Luís muere. Etelvina se resigna porque confía en que volverán a encontrarse en el Cielo. Pasan los años y ella espera, espera... Espera que Dios la llame. Ahora es una viejita. Está atravesando la plaza de su barrio. De pronto –en el crepúsculo tocan las campanas del ángelus– ve entre los árboles a Luís, que se acerca a paso lento. (No es Luís: es un joven de la vecindad muy parecido al recuerdo que Etelvina conserva de Luís). Etelvina ve al joven Luís y está segura de que él, a su vez, la ve a ella también joven. "Esta plaza, piensa, aunque se parece mucho a la del barrio, tiene que ser una plaza del Paraíso". Y sin duda allí van a reunirse porque, por fin ¡qué felicidad! ella acaba de morir. El grito de un pájaro la resucita, vieja otra vez.<br />______________________________<br /><strong><span style="color:#ff0000;">TABÚ</span></strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxArd7JDJeXh1xWp0Hp10ga7RFfj5CjFrDHadUT8UyGUsBkOl8EZSO4sImg5-wAWGkGXbVy3i5Pups7cBeMDgkvABpbmQlfsZ5XfTUHODz9nPx-nP9HjN8eFuKaODn0CJ7SCfBHw/s1600-h/azrael.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5206231717298273410" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxArd7JDJeXh1xWp0Hp10ga7RFfj5CjFrDHadUT8UyGUsBkOl8EZSO4sImg5-wAWGkGXbVy3i5Pups7cBeMDgkvABpbmQlfsZ5XfTUHODz9nPx-nP9HjN8eFuKaODn0CJ7SCfBHw/s320/azrael.jpg" border="0" /></a><br />El ángel de la guarde le susurra a Fabián, por detrás del hombro:<br />–¡Cuidado, Fabián! Está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra zangolotino.<br />–¿Zangolotino? –pregunta Fabián azorado.<br />Y muere.<br />_______________________________</span></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;"><span style="font-family:arial;"><strong><span style="color:#cc33cc;">Enrique Anderson Imbert</span></strong> (1910-2000). Escritor argentino autor de notables minicuentos.</span> </span></div></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-10412036776135410422008-05-23T15:18:00.003-04:302008-05-23T15:25:09.010-04:30PROSOEMA No. 79 (23/05/2008)<div><div align="justify"><span style="font-size:130%;">Esta semana incluimos un texto cuyo autor o autora desconocemos y que, en el sitio <strong><span style="color:#ff6600;">Ciudad Seva</span></strong>, hogar electrónico del escritor puertorriqueño Luís López Nieves, figura como anónimo.<br />En dicho texto se habla de un aspecto de la creación literaria –específicamente, en la narrativa–, como lo es la creación de los personajes.<br />______________________<br /><strong><span style="color:#ff0000;">LA CREACIÓN DE PERSONAJES</span></strong><br /><br /><strong><em><span style="color:#3333ff;">Manejo de elementos psicológicos para la creación de caracteres perfectamente delimitables; asignación de nombres a los personajes; el personaje anónimo; el escritor como personaje.</span></em></strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpM3tKbp87xnYuPmBu-v63afvMsmlC-3X3GQSWQSS0ktW0K2CZUlqr5ZogQZfjt2kFgWF2YlQg6og3evOPC4Ef9wYdfYz5yR4EsTCK6bM3BcWkl5MInLQiK7SdrYg3r8Yzf6Xryw/s1600-h/Maniqui_7155.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5203663215186115698" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpM3tKbp87xnYuPmBu-v63afvMsmlC-3X3GQSWQSS0ktW0K2CZUlqr5ZogQZfjt2kFgWF2YlQg6og3evOPC4Ef9wYdfYz5yR4EsTCK6bM3BcWkl5MInLQiK7SdrYg3r8Yzf6Xryw/s320/Maniqui_7155.jpg" border="0" /></a><br />Básicamente, un personaje es un ente capaz de ejecutar acciones en una historia. Aunque ésta podría ser tomada como una definición suficientemente compacta del personaje, tendremos que detenernos a desglosarla en sus dos elementos: el personaje es un ente y este ente es capaz de ejecutar acciones en una historia, para comprenderla cabalmente.<br />Cuando nos referimos al personaje como un ente tratamos de desligar el concepto general de personaje de la idea de que los personajes siempre han de ser seres humanos. Desde tiempos inmemoriales, la literatura ha estado llena de personajes encarnados en miembros de los reinos animal, vegetal o mineral, así como en objetos y hasta en ideas. Nada más pensemos, para ilustrarlo, en la poco conocida <strong>Bracacomiomaquia</strong>, de Homero, que describe la batalla entre las ranas y los ratones, o las recurrentes fábulas de Esopo: en ambos casos, los personajes son representados por animales.<br />En el texto original de <strong>Pinocho</strong>, del italiano Carlo Collodi, el personaje principal es un muñeco de madera y además hay personajes encarnados por animales o por humanos. En <strong>Pedro Páramo</strong>, del mexicano Juan Rulfo, la mayoría de los personajes son personas muertas, lo cual nos brinda una perspectiva especial del concepto de personaje. En <strong><em>La vez que lunes fue domingo</em></strong>, del venezolano Francisco Massiani, los personajes principales son los días de la semana.<br />Como hemos visto, no existen límites para la naturaleza que tendrán los personajes en una historia. Así que lo que hace que un ente se transforme en personaje es que el escritor le dote de la posibilidad de ejecutar una acción determinada. Sin embargo, es preciso saber que esta acción debe ser ejecutada por el ente de manera consciente. El que en una historia exista una puerta que se abre no quiere decir que la puerta sea ya un personaje; el escritor tiene que añadir elementos que nos indiquen que la puerta se ha abierto por su propia cuenta con un objetivo específico. Si la puerta se abre, por ejemplo, porque sabe que debe abrirse, y lo hace ante circunstancias específicas, adquiere carácter de personaje y ocupa como tal un lugar en la historia. Este recurso del escritor, que esencialmente se logra otorgando características humanas a un ente que en la realidad no las tiene, ha sido académicamente denominado humanización.<br />Al dotarles de características humanas, el escritor le da a los personajes una posibilidad adicional: tener su propia psicología. A través de su experiencia vital, el escritor aprende que las personas pueden agruparse en diversas tipologías. Entonces localiza ciertas características clásicas del huraño, del rico, del trabajador, del borracho, de las feministas, de los orgullosos, de los débiles... Mientras mayor sea la experiencia del escritor, tanto desde el punto de vista literario como en las diversas situaciones que se presentan en la vida, mejor será el manejo de los personajes, si logra traducir en ellos las características que ha aprendido de la gente que ha conocido en el tiempo.<br />En una historia compleja, donde los personajes sean en su mayoría seres humanos, es recomendable que el escritor aplique ciertos conocimientos de psicología aunque ni siquiera los posea. Esto es porque las características de las personas son definidas por la psicología, pero el conocimiento de estas características no se limita a quienes hayan estudiado esta ciencia profesionalmente. De hecho, los estudios psicológicos tienen como fundamento el conocimiento básico de las personas y van profundizando en ellas mediante la aplicación de lo que la ciencia sabe de la personalidad.<br />El escritor tiene la responsabilidad de diferenciar nítidamente entre las historias cuyos personajes deban ser sazonados con ciertas características psicológicas y las que no requieren de ello para su desarrollo. Esta diferencia viene dada generalmente por la importancia que los personajes tengan en la historia y por la longitud del texto. En el cuento breve, es casi innecesaria la profundidad psicológica porque el factor que cobra mayor importancia es el desarrollo mismo de la historia para ejemplificar un hecho determinado. En la novela, mayoritariamente es imprescindible que los personajes sean correctamente definidos desde el punto de vista psicológico. La extensión misma de la novela requiere generalmente que el escritor profundice en todos los elementos, pues dispone del tiempo y del espacio físico para hacerlo. Además, la complejidad de las acciones en una novela no puede ser ejecutada, en la mayoría de los casos, por seres simples sólo determinados por un nombre.<br />Aunque no hay tal cosa como una teoría general de la construcción de personajes, se verifica en la mayoría de los casos que el primer elemento a considerar por el escritor para crear un personaje es la acción que éste va a desarrollar en la historia y el peso que tendrá en la misma. Luego aparecerán las relaciones entre el personaje y los demás personajes de la historia. En ambos momentos, se van añadiendo o eliminando ciertas características psicológicas del personaje, de la misma manera como un escultor moldea la piedra. En este proceso se le asigna el nombre al personaje o se decide si el mismo llegará a tener mayor o menor importancia en algún punto de la historia.<br />La caracterización de los personajes también tiene diversos grados de profundidad, independientes de la complejidad de la historia. Si un cuento se fundamenta en elementos psicológicos, los personajes deberán ser profundos; pero si el mayor peso recae sobre las actividades que los personajes ejecutan, el escritor puede dejar a un lado la profundización psicológica en la caracterización.<br />En la novela, el escritor aplica sus conocimientos de las reacciones de los personajes de acuerdo a la importancia que éstos tengan en el desarrollo general de la historia. Estas reacciones, en todos los casos, deben tener relación directa con el estímulo que las genera. Si una reacción aparece como ilógica ante una situación determinada, el escritor generalmente aclara sus razones mediante el entrelazamiento de conductas y hechos posteriores.<br />Otro factor que, a primera vista, pudiera no tener importancia, es el del nombre del personaje. No todos los personajes deben tener un nombre, ni siquiera es imprescindible que el personaje principal tenga un nombre; pero sí debe haber una forma de denominarlos. Hoy en día, es común encontrar historias en las que un personaje es definido simplemente por su actividad –el periodista, la gran señora, el hombre– o por un apodo con el que le reconoce el escritor o el resto de los personajes. Es posible, incluso, que un personaje tenga un nombre propio pero que el escritor decida apelarle usando alguna de sus características.<br />Hay quienes usan nombres propios para dar al lector una idea de cuál será el papel del personaje en la historia. En <strong>Rayuela</strong>, de Julio Cortázar, el personaje femenino de mayor peso se llama Lucía, pero el autor la nombra la Maga. También los demás personajes la llaman así pero, en sus conversaciones cotidianas, algunos prefieren llamarla por su nombre. Se advierte así que el escritor puede construir su historia como si ésta fuera parte de la realidad, por lo que él puede tener una relación de mayor o menor afinidad con algunos personajes y reaccionar de manera similar a como éstos reaccionan con él. El personaje al que Cortázar llama la Maga tiene realmente ciertas características que podríamos definir como mágicas, cierto misterio la envuelve; así que cuando el lector se topa con este personaje ya tiene una idea de lo que le espera.<br />Otras combinaciones son más claras: Kafka, obsesionado por el tema de la interacción entre el hombre y el poder, llama a sus personajes simplemente el guardián o el juez. En el mismo Kafka se observan casos extraños: un personaje recurrente en su narrativa se llama simplemente K –la primera letra del apellido del autor–. En algún cuento, Kafka asigna a sus personajes nombres de variables matemáticas: A y B.<br />Muchos escritores utilizan, en sus inicios, nombres demasiado simples para los personajes: Juan, José, Pedro. Otros, contaminados por las telenovelas, les dan nombres de galanes: Víctor Jesús, Luís Rafael, Juan Augusto. Aunque, como dijimos, este campo no puede ser completamente teorizado, es preciso que el nombre de un personaje dé a la historia cierta credibilidad. No hay nada que impida que un personaje se llame Pedro Pérez, pero es probable que un nombre así no impresione favorablemente al lector. Muchos escritores resuelven este problema utilizando nombres comunes pero poco usuales: el personaje masculino de <strong>Rayuela</strong> es Horacio Oliveira; los personajes de <strong>Cien años de soledad</strong> son José Arcadio, Aureliano, Úrsula. Quizás García Márquez habría podido llamar José Sinforoso en lugar de José Arcadio a sus héroes mitológicos, pero ciertamente los nombres escogidos tienen mayor sonoridad y esto, sin duda, ayuda a que el lector asimile la existencia de esos personajes como seres reales.<br />En algunos casos, el escritor se permite participar directamente en la historia. Todo es factible de ser literario, y el escritor no está fuera de esta regla. En <strong>Niebla</strong>, del español Miguel de Unamuno, un hombre de personalidad completamente gris ha pasado la mayor parte de su vida apegado a su madre. A la muerte de ésta y ya convertido en un hombre, se enamora de una muchacha que acude regularmente a su casa a hacer trabajos domésticos. Eventualmente la muchacha no le corresponde y se va a vivir con un muchacho de la vecindad, y el protagonista decide suicidarse. Recuerda que una vez leyó un ensayo sobre el suicidio, escrito por un profesor universitario y que, al leerlo, se prometió a sí mismo visitar a este profesor si algún día le asaltaba la idea de suicidarse. Cuando el personaje se presenta ante el profesor, éste resulta ser el mismo Miguel de Unamuno, quien le revela que está escribiendo una novela en la que ya no le es importante como protagonista y decide matarlo: por eso la intención de suicidarse, porque es un personaje que debe morir para dar curso al resto de la historia. El protagonista de la novela reta a su autor, a Unamuno, diciéndole que él no es Dios y que no puede decidir sobre su vida. Se vuelve a su casa resuelto a no suicidarse. Esa misma noche muere de una indigestión.<br />Recordemos que el autor y el narrador de una historia son dos instancias distintas: el autor es la persona real que crea la historia, el narrador es el ente que de una u otra manera –en primera o en tercera persona– se encarga de contar la historia. Pues bien, se puede hacer que el narrador sea omnisciente pero que el mismo sea integrado como un personaje y los resultados han sido bastante interesantes. Los personajes retan al narrador o le invitan a que cuente ciertas partes de la historia que han permanecido ocultas a los ojos del lector. Como ya hemos dicho en anteriores oportunidades, el escritor puede virtualmente hacer cualquier cosa que le plazca en su historia, pero la efectividad de los recursos que utilice se verifica en concordancia con la experiencia que le hayan brindado, previamente, el ejercicio de la creación y la lectura de los más diversos autores.<br />_____________________________<br />Tomado del sitio <strong><span style="color:#ff6600;">Ciudad Seva</span></strong>, del escritor puertorriqueño Luís López Nieves.</span></div></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-33248858253991562512008-05-16T19:22:00.005-04:302008-05-16T19:45:20.896-04:30PROSOEMA No. 78 (16/05/2008)<strong><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><span style="color:#ff0000;">Armando José Sequera<br />fija nueva marca en ventas</span><br /><br /><span style="color:#3333ff;">"Teresa" y "Mi mamá es más bonita que la tuya"<br />llevan 21.770 unidades vendidas</span></span></strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimUROyPSULpagrdvpKIDVHZud82wx2whfsWQXvNivILznuWDeSuWccbkb8XLOVwCVRacJtOxSUWTjFZCLUGaX57nJOl0o7tpjNI2V0pd73Qa0tTHRDRvSmnd0yARxs-7-Dx0wgSg/s1600-h/(25)+Teresa+(Venezuela).jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5201132787716379682" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEimUROyPSULpagrdvpKIDVHZud82wx2whfsWQXvNivILznuWDeSuWccbkb8XLOVwCVRacJtOxSUWTjFZCLUGaX57nJOl0o7tpjNI2V0pd73Qa0tTHRDRvSmnd0yARxs-7-Dx0wgSg/s200/(25)+Teresa+(Venezuela).jpg" border="0" /></a><br /><br /><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBF0naVV2yoV2gGFHfv36ExS-w7DTdOYyV59F_t29ss_bwTeQHms15L-EQ5JqGgPnbwQpIzrAE1feBFKcMbkusd1yMwsYNXx_uCpwrNq-gmnaXhmzXPF_aB2Ma0_qDWRFxnKEkvA/s1600-h/(38)+Mi+mamá+es+más+bonita+que+la+tuya.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5201133165673501762" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBF0naVV2yoV2gGFHfv36ExS-w7DTdOYyV59F_t29ss_bwTeQHms15L-EQ5JqGgPnbwQpIzrAE1feBFKcMbkusd1yMwsYNXx_uCpwrNq-gmnaXhmzXPF_aB2Ma0_qDWRFxnKEkvA/s200/(38)+Mi+mam%C3%A1+es+m%C3%A1s+bonita+que+la+tuya.jpg" border="0" /></a>Armando José Sequera es uno de los escritores más solventes del sello Alfaguara Infantil y Juvenil. Con una dilatada carrera periodística, su labor literaria se complementa con decenas de libros publicados de su puño y letra. “Teresa” y “Mi mamá es más bonita que la tuya”, dos títulos destinados a los primero lectores, acaba de fijar una nueva marca de ventas, inédita en el mercado venezolano: 21.770 unidades desde 2006 hasta lo que va del año 2008.<br />Los libros, que forman parte del Plan de Lectura de Alfaguara Infantil y Juvenil, promocionados directamente en las escuelas y en librerías, tratan de una niña que, como cualquier infante de Venezuela o del resto del mundo, es adorable, ingeniosa, alegre y, en ocasiones, sincera hasta la crueldad. La trilogía culminará con “Los hermanos de Teresa”, un volumen que saldrá en el mes de junio y con los mejores augurios.<br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1-JvS7cZz8Mp3SxJelUu90Lot2dHXwVb60chQ3IkXocddDMuR3SCo41U7YuiUyj-znOF4HV0Zr6__fgRfkNh6Sl5ZeSzlYLO0VAYQkxHsuY_pqjwHGbfIjcWprMHT-R-gTmmhVA/s1600-h/Los+hermanos+de+Teresa.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5201132976694940722" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1-JvS7cZz8Mp3SxJelUu90Lot2dHXwVb60chQ3IkXocddDMuR3SCo41U7YuiUyj-znOF4HV0Zr6__fgRfkNh6Sl5ZeSzlYLO0VAYQkxHsuY_pqjwHGbfIjcWprMHT-R-gTmmhVA/s200/Los+hermanos+de+Teresa.jpg" border="0" /></a>En un mercado editorial como el venezolano, en donde un libro exitoso cierra el año con 3 mil unidades vendidas, los ejemplares despachados por Sequera pueden considerarse todo un récord en su estilo. La hazaña aún es mayor cuando el público meta está representado por el lector infantil y juvenil, que ha sido tan poco tomado en cuenta en el país.<br />Para el Grupo Santillana es todo un orgullo formar parte de los logros de Armando José Sequera, y esperamos mantener nuestro constante afán de llenar todos los espacios en donde pueda entrar la lectura.<br />Daniel Centeno M.<br />Jefe de Comunicaciones<br />Grupo Santillana (Venezuela).<br />___________________________<br />Este boletín del Grupo Santillana fue enviado esta semana a los medios de comunicación masiva del país. Lo reproducimos tal cual por lo que significa para nosotros.</span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-19946150170132951862008-05-09T08:16:00.002-04:302008-05-09T08:21:53.618-04:30PROSOEMA No. 77 (09/05/2008)<div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;">En los tiempos en que no había televisión, ni Internet, ni películas en video, ni juegos electrónicos, y las madres pasaban más tiempo con sus hijos, había una forma de entretenimiento que ayudaba a pasar el tiempo.<br />Era el cuento de nunca acabar. Por lo general, un relato breve oral en verso o en prosa que se repetía una y otra vez hasta que la paciencia del o de los oyentes se agotaba.<br />A los niños les gustaba y, al mismo tiempo, les disgustaba que todo retornara al mismo lugar –a las mismas palabras–, del inicio.<br />En la memoria colectiva de nuestros pueblos hispanoparlantes se conservan muchos de estos cuentos. Pero también los hay nuevos, como estos publicados por la escritora venezolana Inés de Cuevas (pseudónimo de Idelia Verdevaskue), hace doce años y que hoy presentamos en esta nueva edición de <span style="color:#ff6600;"><strong>Prosoema</strong></span>.<br />Por supuesto, nada mejor para ilustrar estos relatos que la genial ilustración de Escher “Manos dibujando”.<br />_________________________<br /><strong><span style="color:#ff0000;">CUENTOS DE NUNCA ACABAR</span><br /><br /></strong><span style="color:#009900;"><strong>Inés de Cuevas<br /></strong></span><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjsznIR0AdhQhmsYYOYHIp-ti4ptavFlOmkDNOAMf24Ssvn5hXXgxJKM0lYTkYOT56pqbnWbDJlrH_kMuc1e0nyTF9ygpDmfmVcvtecDkmn9kZ-GdtIeYMFFeC_f7szz-aHNzuUQ/s1600-h/Manos_dibujando.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5198359187463545794" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjsznIR0AdhQhmsYYOYHIp-ti4ptavFlOmkDNOAMf24Ssvn5hXXgxJKM0lYTkYOT56pqbnWbDJlrH_kMuc1e0nyTF9ygpDmfmVcvtecDkmn9kZ-GdtIeYMFFeC_f7szz-aHNzuUQ/s320/Manos_dibujando.jpg" border="0" /></a><br /></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><strong><span style="color:#3333ff;">EN UNA PIEDRA GIGANTE...</span> </strong><br /><br />En una piedra gigante<br />del bosque de San Crispín<br />un hada escribió una historia.<br />Era una historia sin fin<br />que comenzaba así:<br />En una piedra gigante...<br /><br /><strong><span style="color:#3333ff;">POR UN ATAJO IBA UN VIEJO...</span></strong><br /><br />Por un atajo iba un viejo<br />más alegre que contento<br />en compañía de su perro<br />y contándome este cuento:<br />Por un atajo...<br /><br /><strong><span style="color:#3333ff;">HACE MUCHÍSIMOS AÑOS...<br /></span></strong><br />Hace muchísimos años,<br />cuando los circos llegaban a la ciudad,<br />un payaso, en una moto<br />se metió por un charcal<br />y todo el que lo veía<br />no tenía, más que contar<br />que hace muchísimos años...<br /><br /><strong><span style="color:#3333ff;">EN EL CORRAL HABÍA UN POLLO...<br /></span></strong><br />En el corral había un pollo<br />que no podía caminar<br />y la gallina le puso<br />una pata de cristal.<br />La gansa le contó a todo,<br />a todo el reino animal<br />que en el corral había un pollo<br />que no podía...<br /><br /><strong><span style="color:#3333ff;">UN SEÑOR EN SU CABALLO...<br /></span></strong><br />Un señor, en su caballo<br />salió un día a cabalgar<br />y en el camino, un anciano<br />que con él se encontró<br />le dijo: “Voy a contarle un cuento<br />que solamente lo sé yo...”<br />Un señor, en su caballo...<br /><br /><strong><span style="color:#3333ff;">UNA NIÑA Y UN NIÑITO... </span></strong><br /><br />Una niña y un niñito<br />se fueron a cortar flores<br />y un abejorro viejito<br />que los vio por el jardín<br />les comenzó a echar un cuento<br />El cuento decía así:<br />Una niña y un niñito...<br />_________________________</span></div><br /><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;">Estos seis cuentos han sido extraídos del libro <strong><span style="color:#cc33cc;">Tejamos rondas. Atemos risas</span></strong>. Fondo Editorial La Escarcha Azul, Mérida, Venezuela, 1996.</span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-87918241280030998222008-05-02T06:41:00.003-04:302008-05-02T06:47:04.666-04:30PROSOEMA No. 76 (02/05/2008)<div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;">En la edición de hoy, presentamos unos consejos ofrecidos en el sitio web estadounidense <strong>Colorín Colorado</strong>, para desarrollar buenos hábitos de lectura.<br />Aunque no nos dicen nada nuevo, los mostramos para que se observe que, al menos en teoría, nuestras campañas de apoyo a la lectura están muchísimo más avanzadas.<br />Estos consejos están expuestos, en la página respectiva, desde el año pasado, 2007. Son, por lo tanto, de data reciente.<br />_________________<br /><strong><span style="color:#ff0000;">CONSEJOS PARA DESARROLLAR<br />BUENOS HÁBITOS DE LECTURA</span></strong></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;color:#ff0000;"><strong>EN EL HOGAR</strong></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><br /><strong><span style="color:#33cc00;">Equipo Colorín Colorado </span></strong><br /></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNwpJsIDwl4n6fYtc7iat0k9_b36UqjEhGb2iSx2f11pMCWD_jx3g9Hiv2DPXOHnpQYdJm3ldzUmsJ8gAshPFb81xVHUNV3jDEcwiHTVb4qhECngThsgE9TXqkEXBxtGTRm-UllA/s1600-h/libros008.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5195737261672158946" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNwpJsIDwl4n6fYtc7iat0k9_b36UqjEhGb2iSx2f11pMCWD_jx3g9Hiv2DPXOHnpQYdJm3ldzUmsJ8gAshPFb81xVHUNV3jDEcwiHTVb4qhECngThsgE9TXqkEXBxtGTRm-UllA/s320/libros008.jpg" border="0" /> <p align="justify"></a></span><span style="font-family:arial;font-size:130%;">¿Sabía que usted puede hacer cosas sencillas en su casa para ayudar a su hijo/a/a, sin importar su edad, a desarrollar buenos hábitos de lectura?<br />La exposición a estos buenos hábitos ayudará a los niños a transformarse en lectores y estudiantes más sólidos.<br />El primer paso es desarrollar hábitos positivos de lectura con su hijo/a, así como una actitud positiva con respecto a la alfabetización en su familia y en el hogar.<br />A continuación, brindamos algunas sugerencias simples que puede usar para ayudar a su hijo/a a desarrollar sus destrezas de lectura:<br />· Asegúrese de que su hijo/a lo vea leer de manera frecuente. Lo que lea no es importante: cuando su hijo/a/a lo vea leer recetas de cocina, revistas, periódicos, libros, directorios telefónicos y otro material de lectura, reforzará la importancia de leer.<br />· Para estimular la lectura, tenga material de lectura en toda la casa. Así su hijo/a tendrá mayor acceso a libros y material impreso.<br />· Ayúdelo a comprender que el ejercicio de lectura no se limita a la escuela, puede hacerse en todos lados. Algunos estudios sugieren que los estudiantes que leen fuera de la escuela se convierten en lectores y alumnos más exitosos.<br />· Si no le resulta fácil leer, converse sobre las imágenes de los libros, revistas y periódicos con su hijo/a.<br />· Es importante que su hijo/a perciba sus esfuerzos por adquirir destrezas de lectura. Además, pídales que le lean en voz alta o le cuenten con sus propias palabras sobre lo que han leído.<br />· Visite la biblioteca pública con frecuencia y aproveche los recursos que allí ofrecen. Puede solicitar una tarjeta de afiliación de la biblioteca y sacar libros, cd y dvd de manera gratuita. También solicite una tarjeta de biblioteca para su hijo/a y pida ayuda al bibliotecario si no sabe cómo pedirla.<br />· Incentive a sus hijos/as para que lean en su lengua materna. Si desarrollan destrezas de lectura en su lengua materna, las transferirán al inglés. El desarrollo de destrezas de lectura en su lengua materna no entorpecerá la capacidad del niño para leer en inglés. ¡Lo ayudará!<br />· No permita que los niños miren televisión hasta que hayan completado su lectura diaria.<br />· A medida que su hijo/a mejora como lector, converse sobre lo que está leyendo. Cuando su hijo/a termina un cuento nuevo o tarea de lectura, converse sobre las ideas principales, palabras y conceptos nuevos y la parte preferida de su hijo/a. Esto ayudará a fortalecer las destrezas de lectocomprensión del niño.<br />Al hacer estas actividades en casa, no sólo incentivará al niño a leer, ¡lo ayudará a triunfar en clase y fuera de ella!<br />____________________________________<br />Tomado del espacio virtual <strong><span style="color:#cc33cc;">Colorín Colorado</span></strong>, presentado en su portada como un sitio bilingüe (español-inglés), para familias y maestros para ayudar a los niños a leer. Su dirección es:<br /></span><a href="http://www.colorincolorado.org/"><span style="font-family:arial;font-size:130%;">http://www.colorincolorado.org</span></a><br /><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><strong><span style="color:#cc33cc;">Colorín Colorado</span></strong> es una iniciativa educativa de WETA, la estación de difusión de medios pública de la capital de EE.UU. Colorín Colorado recibe apoyo sustancial de la Federación Americana de Maestros y apoyo adicional del Instituto Nacional para el Alfabetismo, así como del Departamento de Educación de los Estados Unidos, Oficina de Programas de Educación Especial.</span></p><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-74047162324141967672008-04-25T07:22:00.005-04:302008-04-25T07:38:54.683-04:30PROSOEMA No. 75 (25/04/2008)<div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><strong><span style="color:#ff0000;">EL YAVIRAC</span></strong><br /><br /><strong><span style="color:#009900;">Edgar Allan García</span></strong></span><br /><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjn9ehOXfSSYqyos6NHNMFIFbT5E1EcYrnVHE74bgBEVvKRJZzKUq-D-kA9IBhjr9HOLpxkpbYel-a91quYBwy2ba67TanIHOq-tyI-cLrNUsRxmkJvqx8z3jhTJhmW0-cGsb-89A/s1600-h/(1)+El+Yavirac.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5193152633061146898" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" height="178" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjn9ehOXfSSYqyos6NHNMFIFbT5E1EcYrnVHE74bgBEVvKRJZzKUq-D-kA9IBhjr9HOLpxkpbYel-a91quYBwy2ba67TanIHOq-tyI-cLrNUsRxmkJvqx8z3jhTJhmW0-cGsb-89A/s320/(1)+El+Yavirac.jpg" width="287" border="0" /></a><span style="font-family:arial;font-size:130%;">Por si no lo sabes, el Panecillo se llama así porque a los primeros españoles les pareció que aquel cerro tan redondo y armonioso, que se levantaba en el corazón de Quito, era igual que un pan, un panecillo de miga blanca y apretada, de esos que los panaderos de Sevilla o Andalucía horneaban para luego inundar las calles con su olor irresistible.<br />Muertos de nostalgia, los españoles bautizaron el pequeño cerro como El Panecillo, en una tierra en que no se conocía el pan que ellos añoraban —pues aún no había trigo—, sino que rebosaba de humeantes llapingachos, tortillas de quinua, humitas de sal y de dulce, yuca asada, bizcochos de maqueño, empanadas de morocho, chigüiles de maíz, tortas de choclo, tamales rellenos con mote y chicharrón de llamingo tierno, todos chisporroteando en la viscosa mapahuira y bañados luego en un jugoso ají que mmmm, no, ¡no!, páreme la mano, no tiene sentido continuar con tantas y tantas delicias que como te imaginarás, enloquecieron de gusto a los recién llegados, aunque ellos —como ya te dije— seguían extrañando esos panecillos calientes, acompañados de vino tinto, que años más tarde el gran Velásquez se encargaría de pintar en un lienzo donde un niño parte, desde hace siglos, un sabroso pedazo de pan.<br />Debes saber también que antes de que llegaran los españoles, este sitio era conocido como el Yavirac, y ahí, sobre su cima, los indios anteriores a los incas, y más tarde los incas que invadieron estas tierras, festejaban el Inti Raymi, la gran fiesta del Sol. Así, el 21 de junio de cada año, los indios de distintas regiones se reunían en el Yavirac para cantar y bailar y beber y alabar, en una ronda de alegría, al altísimo señor del cielo que moría cada tarde y renacía cada mañana, al generoso Inti de la vida y el calor, al padre de la siembra y de la cosecha que año tras año daba a luz Pacha Mama, la Madre Tierra.<br />Pues bien, cuenta la leyenda que Atahualpa (en realidad se llamaba Atabalipa) había mandado construir en la cima del Yavirac un templo de oro puro. Debes saber que a los incas les gustaba mucho el oro por una sola razón: éste era el metal que más se parecía a los rayos de luz que brotaban del Sol. Para los españoles en cambio, aquel metal significaba conquista, gloria, fortuna, tierras, nobleza, poder sin límites. Por eso, luego de que los españoles mataron al Inca Atahualpa (que en ese entonces tenía 33 años), marcharon a toda prisa hacia Quito con ansias de repartirse el Templo de Oro que estaba en la cima del Yavirac.<br /></span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuq2TQea_rG97bSb1oxaB4GvNaKrNPCmSNsjRKYTr6crVv21iBvm8Lv8LS1j5LVXecjRC7un-Jo6mEr5_f_pdBFueP0GdJ_wnB4ZM-zZMEQnknn8JoWdYAqMaXfCwxphoxhCnECA/s1600-h/(2)+El+Panecillo.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5193152474147356930" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" height="216" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuq2TQea_rG97bSb1oxaB4GvNaKrNPCmSNsjRKYTr6crVv21iBvm8Lv8LS1j5LVXecjRC7un-Jo6mEr5_f_pdBFueP0GdJ_wnB4ZM-zZMEQnknn8JoWdYAqMaXfCwxphoxhCnECA/s320/(2)+El+Panecillo.jpg" width="296" border="0" /></a><span style="font-family:arial;font-size:130%;">Imagínate, por un momento, imagínate los rostros de decepción que tenían los españoles que sudorosos y cansados subieron a la cima del Yavirac y se encontraron con que no había ni una sola pepita de oro sobre la tierra seca: el Templo del Sol había desaparecido como por arte de magia. Pero lo que no sabían —ni supieron nunca— era que dentro del Yavirac, en el corazón del cerro, entrando por caminos secretos llenos de arañas ponzoñosas y alacranes gigantescos y desfiladeros llenos de trampas mortales, se encuentra el Templo del Sol, cuidado por cientos de doncellas hermosas que no envejecen nunca y por una anciana sabia que —según he escuchado— es la mismísima madre de Atahualpa.<br />Te cuento otro secreto: si alguna vez logras encontrar la entrada, y luego de salvarte de los peligros que te esperan, llegas por fin a la morada de la anciana, tienes que pensar muy bien en lo que dices y haces. Si la anciana te pregunta —mirándote fijamente a los ojos— qué buscas en esos recintos sagrados, tienes que decir que eres pobre, que has ido a dar ahí por accidente, que sólo buscas la salida y que juras nunca revelar la entrada secreta a aquel templo. La anciana entonces se levantará de su trono de oro macizo; te hará escoger entre una enorme piedra de oro, más un puñado de perlas, rubíes y esmeraldas que están sobre una mesa, y una tortilla de maíz, una mazorca de choclo tierno y un pocillo con mote jugoso que están sobre otra mesa. Piénsalo bien, pues si escoges la primera mesa, es probable que al salir te encuentres con que en vez de riquezas sólo llevas un pedazo de ladrillo y unas cuantas piedras comunes en las manos. Y es probable también que, si escoges los alimentos que se encuentran sobre la segunda mesa, la tortilla se convierta de pronto en un enorme pedazo de oro sólido, el choclo tierno en numerosas pepitas de plata y el pocillo con mote en gran cantidad de perlas brillantes. Escoge bien, porque es probable que suceda también al revés, y que una vez afuera ya no haya forma de volver atrás. </span><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiIxYlqjQzW7nOTfY2FVW3_ZK7Ih21tWyzdTsj-JlE9EAixqz4_mcMtw7Q4EOtw5WdVaY4L7JRqZ4sbjmMFhfsPqTFMWjWF55o0tvpBdbeUmDpgs5udJGVGSvu_41tYhsMZAAHmug/s1600-h/(3)+untitled.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5193152225039253746" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" height="205" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiIxYlqjQzW7nOTfY2FVW3_ZK7Ih21tWyzdTsj-JlE9EAixqz4_mcMtw7Q4EOtw5WdVaY4L7JRqZ4sbjmMFhfsPqTFMWjWF55o0tvpBdbeUmDpgs5udJGVGSvu_41tYhsMZAAHmug/s320/(3)+untitled.JPG" width="290" border="0" /></a><span style="font-family:arial;font-size:130%;">Yo no te contaré nunca, así insistas, por qué tengo un cerro de dinero que se me sale por los bolsillos ni por qué vivo en esa mansión de estilo antiguo que se levanta a un lado de la cima del hermoso Yavirac; sólo te diré que gracias a que la vida ha sido tan generosa conmigo, desde hace años suelo ayudar a manos llenas a aquellos que más lo necesitan. Ah, y como sé que te estarás imaginando que todo lo que ahora tengo se lo debo a la anciana del Templo del Sol, déjame decirte algo, y que te quede muy, pero muy claro, de ahora en adelante: es probable que sí y es probable que no. ¿Entendido? Y ahora, por favor, déjame para que pueda comer una comida que antes no me gustaba pero que ahora me encanta: mi tortilla de maíz, mote y choclos tiernos... a menos, claro está, que también tengas hambre y quieras saborear un poco de estas delicias conmigo.<br /></span>__________________________________<br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDuO3QmgeuROLVrFTYf55irMM6QTD2bA0ovGc-oSLlPzwIDyPGODvmk6yi-ThlSSSc1TusAqaJVcZbGy0PMr8azTTyqndefo5Kd0fNvwhMLCbwH6FETXZtaYqzNu13gGb7fcMb3A/s1600-h/garcia.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5193150210699591906" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDuO3QmgeuROLVrFTYf55irMM6QTD2bA0ovGc-oSLlPzwIDyPGODvmk6yi-ThlSSSc1TusAqaJVcZbGy0PMr8azTTyqndefo5Kd0fNvwhMLCbwH6FETXZtaYqzNu13gGb7fcMb3A/s320/garcia.jpg" border="0" /></a><span style="font-size:130%;"><strong><span style="color:#cc33cc;">Edgar Allan García</span></strong> es un poeta y narrador ecuatoriano que nació en Guayaquil, Ecuador, el 17 de diciembre de 1959. Aunque nació en Guayaquil, pasó su infancia y juventud en la ciudad de Esmeraldas. Estudió Sociología en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito y decidíó dedicarse a la literatura. Publicó su primer libro, el poemario <strong><span style="color:#ff6600;">Sobre los ijares de Rocinante</span></strong>, en 1991. Desde entonces ha publicado varias obras, destacando sus contribuciones a la literatura infantil (<strong><span style="color:#ff6600;">Rebululú</span></strong>, 1994; <strong><span style="color:#ff6600;">Patatús</span></strong>, 1996; <strong><span style="color:#ff6600;">Cazadores de sueños</span></strong>, 1999, <strong><span style="color:#ff6600;">Leyendas del Ecuador</span></strong>, 2000). Ha ganado en dos ocasiones el premio de literatura infantil “Darío Mayorga”, de Quito, primero en 1994 y luego en 1999. Es profesor universitario y coordinador de talleres de creatividad, y ha trabajado también como guionista de televisión para programas educativos y culturales. En 1997 fue Subsecretario de Cultura del Ecuador.<br />Escribe para diversos medios de comunicación y revistas. También es terapista alternativo.<br />Los interesados en conocer más detalles sobre las actividades profesionales y la obra de Edgar Allan García, o ponerse en contacto directo con él, pueden visitar su sitio en la Web: <a href="http://www.inter-dec.com/edgarallan">http://www.inter-dec.com/edgarallan</a>. También pueden escribirle a:<br />Edgar Allan García<br />Casilla Postal: 17-12-153<br />Quito<br />Ecuador</span></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;">El texto que presentamos ha sido tomado del libro <strong><span style="color:#ff6600;">Leyendas del Ecuador</span></strong>, de Edgar Allan García. Ilustraciones de Marco Chamorro. Quito, Alfaguara, 2000. Colección Alfaguara Juvenil, Serie Azul.</span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-11104904459147967672008-04-20T08:46:00.003-04:302008-04-20T08:50:09.111-04:30PROSOEMA No. 74 (18/04/2008)<div align="justify"><span style="font-family:arial;"><span style="font-size:130%;"><strong><span style="color:#ff0000;">POBRES PRINCESAS</span><br /><br /><span style="color:#009900;">Irene Vasco</span><br /></strong><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgliWGsiedSzDG0J1I3cX5YMBGyqH8Xq2Oj_Ye0R6bJEeYb66G40X2w-rgRkF7wRpSLwfTs_7M-Khm_FWaZb25sHg5LIKiQbaeBmnavNL_XDdBa9PDGlVn5itN2cLbf4RDDTYGCNA/s1600-h/Hermanas+de+Cenicienta.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5191316429150893314" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgliWGsiedSzDG0J1I3cX5YMBGyqH8Xq2Oj_Ye0R6bJEeYb66G40X2w-rgRkF7wRpSLwfTs_7M-Khm_FWaZb25sHg5LIKiQbaeBmnavNL_XDdBa9PDGlVn5itN2cLbf4RDDTYGCNA/s320/Hermanas+de+Cenicienta.jpg" border="0" /></a></div></span></span><br /><div align="justify"><span style="font-family:arial;"><span style="font-size:130%;"></span></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;"><span style="font-size:130%;">Cenicienta y el Príncipe se casaron y fueron felices para siempre. Cenicienta lavaba, planchaba, cosía y cocinaba a la perfección. El Príncipe bailaba y bailaba día y noche.<br />—Cenicienta, vamos al País Azul. La hija del rey cumple quince años y somos sus invitados de honor. ¿Por qué no aprovechas para usar las zapatillas de cristal? Se te ven tan bonitas.<br />—Ay, Príncipe, le prometí al cocinero real que le enseñaría mi receta de pastel de chocolate. Otra vez será.<br />—Cenicienta, estamos invitados al baile de disfraces del príncipe Sebastián. Deberías usar el vestido que te regaló el hada madrina. Es que te ves preciosa.<br />—Ay, no puedo salir esta noche. Tengo mucha ropa por remendar. Otra vez será.<br />Cenicienta no salía de la cocina, no usaba zapatillas de cristal, no se ponía bellos vestidos, en fin, no se volvió a ver por ningún salón. Cuentan que engordó tanto con las famosas recetas, que tuvo que regalar los vestidos de ojalillo y organdí que le había dado el hada madrina.<br />Sus hermanas, mientras tanto, se esmeraban por lucir hermosas. Ensayaban peinados de dos pisos, iban al sastre para que les fabricara preciosos lunares de terciopelo, se ajustaban las cinturas con lazos de colores, encargaban esencias y perfumes y aprendían los ritmos de moda.<br />Desde hace tiempo, son ellas quienes acompañan al Príncipe a todas partes. Dicen que se han puesto tan bonitas que hasta pueden lucir las zapatillas de cristal. El Príncipe no se cansa de admirarlas y en la noche, al regresar de las fiestas, repite:<br />—¡Cenicienta, eres fantástica! ¡Nunca imaginé que esas hermanas de quienes hablabas tan mal pudieran actuar como verdaderas princesas!<br />Cenicienta sonríe entredormida, se vuelve de lado y sigue soñando feliz entre sus sábanas de encaje.<br />________________________<br />Texto e ilustración tomados del sitio </span></span></div><div align="justify"><a href="http://www.edicionesdelsur.com/"><span style="font-family:arial;font-size:130%;">http://www.edicionesdelsur.com</span></a></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-43828467007699720862008-04-11T08:46:00.002-04:302008-04-11T08:48:47.178-04:30PROSOEMA No. 73 (11/04/2008)<div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;">En días pasados, se celebró el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil. Esta festividad se desarrolla desde hace algunos años el 2 de abril, día del natalicio del más grande autor de cuentos para niños y jóvenes: Hans Christian Andersen.<br />En homenaje a este notable narrador danés, de cuyo nacimiento se cumplieron 203 años, presentamos un cuento suyo que, de alguna manera, prefigura la televisión.<br />Como observarán nuestros lectores, se trata de un cristal que desfigura la realidad, tal como hace este masivo medio de comunicación que, en buenas manos, es un instrumento divulgativo maravilloso.<br />______________________<br /><strong><span style="color:#ff0000;">EL DIABLO Y SUS AÑICOS</span></strong><br /><br /><strong><span style="color:#009900;">Hans Christian Andersen</span></strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgoEz8uyKR5EdRTw-hEi2n8-YN6EiYsnQ_LXmsXZWsimCP0ff1hsdjIqSxb2m_EqZOvz642oIQJSBTsmzPyKauRfX7TrWe2ofHSnlPNQHY_xjroG0EFiMUnlGyIvsuJDk4K9EoJBw/s1600-h/20031025elpbabese_3.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5187976182685010418" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgoEz8uyKR5EdRTw-hEi2n8-YN6EiYsnQ_LXmsXZWsimCP0ff1hsdjIqSxb2m_EqZOvz642oIQJSBTsmzPyKauRfX7TrWe2ofHSnlPNQHY_xjroG0EFiMUnlGyIvsuJDk4K9EoJBw/s320/20031025elpbabese_3.jpg" border="0" /></a><br />Cierto día un duende malo, el peor de todos, puesto que era el diablo, estaba muy contento porque había preparado un espejo que tenía la propiedad de que todo lo bueno, bonito y noble que en él se reflejaba desaparecía, y todo lo malo, feo e innoble aumentaba y se distinguía mejor que antes.<br />¡Qué diablura malvada! Los paisajes más hermosos, al reflejarse en el espejo, parecían espinacas hervidas y las personas más buenas tomaban el aspecto de monstruos o se veían cabeza abajo; las caras se retorcían de tal forma que no era posible reconocerlas, y si alguna tenía una peca, ésta crecía hasta cubrirle la boca, la nariz y la frente.<br />-¡Vengan diablitos, miren que divertido! -decía el diablo.<br />Había algo peor todavía. Si uno tenía buenos pensamientos, aparecía en el espejo con una sonrisa diabólica, y el peor de todos los duendes se reía satisfecho de su astuta invención. Los alumnos de su escuela, pues tenía una porque era profesor, decían que el espejo era milagroso, porque en él se podía ver, afirmaban, cómo eran en realidad el mundo y los hombres.<br />Lo llevaron por todos los países y no quedó ningún hombre que no se hubiese visto completamente desfigurado. Pero los diablos no estaban satisfechos.<br />-¡Quisiéramos llevarlo al Cielo para burlarnos de los ángeles! -dijeron sus alumnos.<br />Así lo hicieron, pero cuanto más subían, más muecas hacía el espejo y más se movía, y casi no lo podían sostener. Subieron y subieron con su carga, acercándose a Dios y a los ángeles. El espejo seguía moviéndose; se agitaba con tanta fuerza que se les escapó de las manos y cayó a tierra y se rompió en más de cien millones de pedazos.<br />Pero entonces la cosa fue peor todavía, porque había partículas que eran del tamaño de un granito de arena y se esparcieron por todo el mundo, y si caían en el ojo de alguien, se incrustaban en él y los hombres lo veían todo deformado y sólo distinguían lo malo, porque el más pequeño trozo conservaba el poder de todo el espejo.<br />Lo terrible era cuando una partícula se incrustaba en el corazón de una persona, porque se convertía en un pedazo de hielo. Algunos hicieron cristales de gafas con los trozos que se encontraron pero fue espantoso. El que se ponía las gafas veía todas las cosas transformadas en cosas tristes y desagradables y ya no podía ser feliz. El diablo se desternillaba de risa vendo lo que habían hecho sus discípulos. Se reía tan a gusto que su gordo vientre se agitaba y se cansaba de felicitar a sus alumnos.</span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-72437983376046690442008-04-04T08:32:00.004-04:302008-04-04T08:42:21.192-04:30PROSOEMA No. 72 (04/04/08)<div align="justify"><span style="font-size:130%;"><strong><span style="color:#ff0000;">SOBRE EL DIMINUTIVO<br />EN LA LITERATURA PARA NIÑOS</span></strong><br /><br /><strong><span style="color:#009900;">Armando José Sequera</span></strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBm2SaLoqIGpIqIaZXc47N1K4fnk3TfEiQRhBMF-RzME95gU6Lig1e3kpfQngIt4KyYc5OBRIZJdI8oFqNJIuNH4QI0AuTLYboQSViy_T1bD5JjIVCBCOokVNReSKYVKdKUMY50g/s1600-h/504277.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5185376970401714226" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBm2SaLoqIGpIqIaZXc47N1K4fnk3TfEiQRhBMF-RzME95gU6Lig1e3kpfQngIt4KyYc5OBRIZJdI8oFqNJIuNH4QI0AuTLYboQSViy_T1bD5JjIVCBCOokVNReSKYVKdKUMY50g/s320/504277.jpg" border="0" /></a><br /><span style="font-family:arial;">Muchas personas están convencidas de que los cuentos y poemas escritos y editados para niños deben contener abundantes palabras en diminutivo.<br />Consideran que el uso de este recurso le da un carácter poético a los escritos y, además, los hace comprensibles y atractivos a los infantes.<br />No toman en cuenta que los sufijos en diminutivo sólo tienen sentido cuando el texto lo exige, bien porque estemos describiendo algo de lo cual queremos resaltar su pequeñez o porque queremos referirnos a ese algo de un modo cariñoso o despectivo.<br />Un diminutivo tampoco está bien usado, cuando es redundante, es decir, cuando aparte de ser empleado sin justificación alguna, lo utilizamos para designar a algo que, de por sí, ya es pequeño. Es el caso que ampliaré más adelante de “niño” y “niñito”.<br />Un texto narrativo o poético no se convierte en un texto para niños porque en él abunden los diminutivos. Del mismo modo, un texto repleto de sufijos en aumentativo no estaría destinado a gigantes o, cuando menos, a jugadores de básquetbol.<br />Cuando escribimos con exceso de diminutivos, olvidamos que la perspectiva que los niños tienen del mundo es que éste es enorme. De hecho, muchos de nosotros hemos tenido la experiencia de haber visitado, de adultos, la casa donde nos criamos y haber experimentado una gran decepción al percibir su verdadero tamaño.<br />Ello ocurre por dos razones: por la menguada estatura física que teníamos en nuestra infancia y porque, al recordar la casa donde nos criamos, nuestra mente la asocia con ese gran espacio donde cabían nuestros sueños y se desarrollaban nuestras aventuras imaginarias.<br />Decía el poeta chileno Vicente Huidobro: “El adjetivo, cuando no da vida, mata”. Igual ocurre con los sufijos en diminutivo o con cualquier otro efecto o recurso literario o idiomático del que se abuse.<br />Ello quiere decir que la presencia de una palabra terminada en diminutivo en un texto debe estar siempre justificada por el papel que dicha palabra desempeñe en lo que queramos expresar.<br />Si nos referimos a un caballito, éste tiene que ser un caballo pequeño, no porque forme parte de un texto para niños, sino porque la idea, el argumento o la trama del texto lo requieran. Respondamos la siguiente pregunta: ¿si elaboramos una versión de la Guerra de Troya para niños, el célebre caballo usado para invadir la ciudad amurallada tendría que aparecer como “el Caballito de Troya”?<br />¿Verdad que suena absurdo lo de “Caballito de Troya? Pues igual de absurdo suena la mención de “un caballito”, cuando en un texto para niños queremos referirnos a cualquier caballo, no importa el tamaño que tenga.<br />Eso no quiere decir que, si nuestro propósito es hablar de un caballo por el que sentimos –en el pasado o actualmente–, gran cariño, no le digamos en cierto momento “mi caballito”.<br />Mi idea, al escribir este texto, no es prohibir el uso del diminutivo, en los textos para niños, sino enseñar a regularlo. Dicho con mayor propiedad: enseñar a que el escritor o aspirante a serlo aprenda a autorregular tal uso, pues debe ser él –o ella–, quien asuma esa tarea.<br />Hace algunos años, en un concurso literario del que fui jurado, tomó parte una persona que hablaba en un poema supuestamente para niños de “el ponycito”. Confieso que, al leer tal palabra, sentí que me estrellaba contra un muro de ignorancia tal que nunca volvería a ser el mismo.<br />Y es que, al referirnos a un pony, estamos hablando de un caballo que, sin ser un potrillo, es de pequeña estatura, un equino que pertenece a una raza de escaso tamaño, en relación con los caballos comunes. Ya, al emplear la palabra “pony” la imagen que viene a nuestra mente es la de un caballo pequeño. Por ello, “Ponycito” es, cuando menos, una aberración.<br />Ahora bien, hay palabras en diminutivo que son de uso común por determinadas razones y su uso –que no su abuso–, se justifica por sí solo en cualquier texto. Dos ejemplos: “pajarito” y “piedrita”.<br />El uso coloquial de la palabra “pájaro” le ha dado a ésta diversas connotaciones –especialmente en Venezuela–, que la distancian de la infancia. “Pájaro” se usa para designar a un individuo taimado y astuto y también al sexo masculino. Una “pájara”, a su vez, es una mujer igualmente taimada y también una depredadora sexual.<br />Por ello y con miras a tomar distancia con el vocablo “pájaro” –que casi nos suena a vulgaridad–, cuando nos referimos a un ave del orden paseriforme, le decimos “pajarito”.<br />En este caso, podríamos pensar que el uso del diminutivo es redundante, porque todos los pájaros son pequeños, pero lo que buscamos es, por un lado, precisión y, por otro, que el vocablo que usamos no se preste a juegos de palabras eróticos o de otra índole.<br />“Piedrita” sirve para establecer un determinado tamaño de la piedra a la que nos referimos. Es ésta, quizás, la palabra en la que el uso de los sufijos en diminutivo y en aumentativo resulta más frecuente.<br />Decimos “piedrita”, si se trata de una piedra pequeña y “piedrota”, si es mayor de lo que consideramos normal. Reservamos el término “piedra” para una roca manejable, de tamaño regular y que cabe holgadamente en nuestras manos, a la que no consideramos ni grande ni pequeña. Obviamente, tal consideración varía de una persona a otra.<br />Debido a ello, la utilización de la palabra “piedra”, bien sea normal, con diminutivo o aumentativo, depende de la ocasión y apelar sólo a la forma empequeñecedora, en un texto para niños, es no sólo absurdo sino limitante.<br />A la hora de escribir un texto para niños, hay quienes usan los sufijos en diminutivo hasta con palabras que expresan la idea de pequeñez, lo cual, obviamente, es redundante.<br />Tal es el caso que anunciábamos arriba, el de “niño”. Si bien es cierto que el uso habitual por parte de las madres del vocablo “niñito” –verbigracia, “Niñito de mi corazón”–, lo ha tornado común, cuando escribimos, podemos prescindir de él. ¿Por qué?, se preguntará usted. Por la simple razón de que el término “niño” ya contiene la idea de pequeñez.<br />¿Qué es un niño? Es un hombre en su primera edad o un hombre en su infancia, o también un hombre en la edad pequeña, que de todas estas formas se define. Entonces, si “niño” ya hace referencia a una persona de estatura breve –y, por supuesto, a ciertas condiciones físicas, mentales y espirituales, propias de quienes están en la etapa de crecimiento–, ¿por qué usar “niñito”?<br />Alguien puede decir que por cariño o para expresar ternura, tal como hacen las madres con sus hijos. Pero, aparte de ellas, ¿qué sentido tiene referirse siempre a un niño diciéndole “niñito”?<br />“Niñito”, además, suena ofensivo, cuando no sale de los labios de una madre o una abuela o cuando no se dice con cariño sino mercenariamente.<br />Por otra parte, el diminutivo “niñito” no sólo es redundante –repito, excepto en el caso citado de madres y abuelas–, sino innecesario, puesto que contamos con el término “bebé” para referirnos a un recién nacido o neonato y con “nené” para hablar de un niño que gatea pero aún no camina.<br />En oposición a lo que he expuesto hasta aquí, podría usarse como argumento el empleo del diminutivo en los cuentos clásicos para niños: “Caperucita Roja” y “Pulgarcito”, entre otros.<br />La protagonista del primero de tales relatos se caracterizaba por llevar una capa roja para protegerse del frío. Dado el color de la prenda que solía llevar, así como su edad y su estatura, la gente le dio el cariñoso apodo de “Caperucita Roja” (traducción de “Le Petit Chaperon Rouge”, título en francés de la primera versión escrita de este cuento popular, aparecida en Historias y cuentos de tiempos pasados, con su moraleja, de Charles Perrault).<br />Quienes hayan leído ésta o la versión de los hermanos Grimm habrán advertido que, salvo este diminutivo, no hay otro en el relato, ni siquiera cuando se hace referencia a “la abuela”. Es en las ediciones comerciales y en las películas donde se ha producido este cambio de una “abuela” por una “abuelita”.<br />Con ello, se pretendió infantilizar el texto, dando a la abuela el tratamiento que, se supone, le daba su nieta. Pero, si esto hubiera sido así, desde la perspectiva de Caperucita, el lobo habría sido “un lobote”.<br />En otro cuento célebre, “Pulgarcito” es el nombre de un niño exageradamente pequeño. Tan exagerado es su diminuto tamaño que se apela al diminutivo para exacerbarlo. Y es que el pulgar, aunque es el más grueso de nuestros dedos, al quedar incluso por debajo del meñique, se consideró durante siglos el dedo más pequeño de nuestras manos.<br />Quien haya leído la versión de los hermanos Grima recordará que Pulgarcito es hijo de una pareja de campesinos que, como no tenían descendencia, en determinado momento pidieron a Dios en voz alta que les concediese uno, “sin importar cómo sea de pequeño”.<br />Siete meses después, la mujer tiene un bebé que “no es más grande que un pulgar”, y por ello le dan el nombre de “Pulgarcito”. Como se ve, la denominación “Pulgarcito” procura transmitir la idea de que el niño –un sietemesino–, es “más pequeño que un pulgar”.<br />Ahora bien, no porque Pulgarcito es diminuto, el mundo a su alrededor se encoge y todo se menciona en diminutivo. Al contrario, la historia tiende a resaltar que, para el niño, todo era enorme y, sin embargo, él no se arredraba ante eso.<br />No debemos olvidar que la literatura destinada al público infantil empezó como un producto meramente comercial. Ni Perrault, ni los hermanos Grimm, ni ninguno de los autores anteriores a 1800 escribió una línea para niños o jóvenes. Sus textos –tomados de la tradición popular y reelaborados literariamente por ellos–, estaban destinados a todos los lectores.<br />Fueron algunos editores que, al ver que los cuentos se empleaban en los colegios con fines moralizantes –muchos de ellos, especialmente las fábulas, portaban moralejas–, decidieron publicar versiones aniñadas de los mismos.<br />En el caso de “Caperucita Roja”, se le despojó de todas las alusiones sexuales que aparecían en la versión de Perrault –ya de por sí desprovista de muchas otras referencias sexuales presentes en el relato oral original–, y se presentó como una advertencia a los niños y niñas para que no hablen con desconocidos.<br />En estas ediciones, hechas por redactores a sueldo o a destajo, el público se suponía que estaba constituido por los niños, escolares o no, pero también por sus madres, que eran quienes los leían por las noches, antes de dormir.<br />Así las cosas, el abuso del diminutivo no era tanto para hacer los textos atractivos a los niños, sino a sus progenitoras que, a la hora de leer, procuraban que sus pequeños y pequeños se identificaran con los héroes de tales historias. ¡Y qué mejor forma de aproximarlos que referirse a dichos héroes del mismo modo como ellas aludían a sus niños!<br />En resumen, cuando en un texto usemos una palabra en su forma diminutiva, hagámoslo porque así lo amerita nuestro escrito. De otro modo, no se justifica literariamente el uso de dicha palabra, ni en un texto elaborado para público infantil ni mucho menos en otro hecho para ser leído por cualquier persona.</span></span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-89252072061439886332008-03-28T12:28:00.006-04:302008-03-28T12:49:05.460-04:30PROSOEMA No. 71 (28/03/2008)<div align="justify"><span style="font-size:130%;"><span style="font-family:arial;color:#ff0000;"><strong>DOS LIBROS<br />DE FEDOSY SANTAELLA</strong></span> </span><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZGZifE4f1VBRUBms-zzCgU94EO1K-F3mHn3YN_m7QCEwU1qTE_aq50V5M3mfnQqyN8Zj6tHtmBlSkSbqvGDXOryqZysPuTGPekK6yQw6lkfLHFjOIGos5E3q2XNSsFNUD34ufkw/s1600-h/Scan0050.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5182838777873764370" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" height="211" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZGZifE4f1VBRUBms-zzCgU94EO1K-F3mHn3YN_m7QCEwU1qTE_aq50V5M3mfnQqyN8Zj6tHtmBlSkSbqvGDXOryqZysPuTGPekK6yQw6lkfLHFjOIGos5E3q2XNSsFNUD34ufkw/s320/Scan0050.JPG" width="234" border="0" /></a><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><strong><span style="color:#ff6600;">Fauna de palabras</span></strong>.<br />Editorial Alfaguara, Caracas, 2007.<br />Ilustraciones: Richard Blanco.<br /><br />Este libro es un pequeño zoológico de palabras. Obviamente, de palabras que hacen referencia a animales.<br />Destinado a niños que se inician en la lectura y la escritura, los confronta lúdicamente con muchos de los conflictos que presenta nuestro idioma a quienes están en vías de aprenderlo.<br />Nuestra habla común –y de eso no nos damos cuenta los adultos–, está repleta de términos cuya interpretación, en los primeros años de vida, resulta equívoca, debido a las múltiples acepciones que tienen los mismos.<br />Un ejemplo lo constituye el vocablo “gusanillo”. Éste, según el <strong>Diccionario de la Real Academia de la Lengua</strong>, tiene seis acepciones que copio a continuación.<br />1- Cierto género de labor menuda que se hace en los tejidos de lienzo y otras telas. 2- Hilo de oro, plata, seda, etc., ensortijado para formar con él ciertas labores. 3- Coloquialmente, afición o deseo de hacer algo. 4- Coloquialmente, espiral de alambre o plástico que se utiliza para encuadernar.<br />Las dos últimas se refieren a la expresión “Matar el gusanillo”: 5- Beber aguardiente en ayunas. 6- Satisfacer el hambre momentáneamente.<br />Como se observa, ninguna de estas acepciones se refiere a lo que los niños piensan que es un gusanillo, es decir, un gusano pequeño.<br />Como oyente del lenguaje hablado, el niño intuye o sabe que muchas palabras que terminan con los sufijos “illo” e “illa” están en modo diminutivo. Ejemplos: calzoncillo, cuerpecillo, palillo, mesilla, chiquilla, perilla.<br />Poco a poco, descubre que ardilla, castillo, silla o brillo no son, al menos actualmente, diminutivos.<br />Pues bien, volviendo al libro de Fedosy, encontramos que él resuelve el mencionado conflicto idiomático, mediante un juego de palabras con el término “gusanillo”:<br />“El Gusano poeta<br />“Es un gusano con un gusanillo en el alma”.<br />De este modo, el neolector advierte que “gusanillo” es algo distinto a un gusano pequeño y, para salir de dudas, consulta a quien le puso el libro en las manos.<br />Otras muestras de estos juguetones textos para neolectores son “Los topos topados” y “El hipo…hip”:<br />“¡Vecino topo, por fin me lo topo!, dijeron aquellos dos al unísono y sobándose las cabezas”.<br />“El hipopótamo no termina de decir su nombre, porque tiene hipo”.</span></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;">_____________________<br /></span><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6xCCwbWwzUqNoDHe0O4-Zka5EDuj_uNbnw9yuWjCQgh8AzlMHe2YyYh9t-VBzHQuXWOplMW16DrCCRpYSmvt02ANbtL8PUVQlPLo88FrsMdsBGKnP4cl2PHczb30IdUoE5GcvKA/s1600-h/Scan0049.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5182838490110955522" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 150px; CURSOR: hand; HEIGHT: 264px" height="288" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6xCCwbWwzUqNoDHe0O4-Zka5EDuj_uNbnw9yuWjCQgh8AzlMHe2YyYh9t-VBzHQuXWOplMW16DrCCRpYSmvt02ANbtL8PUVQlPLo88FrsMdsBGKnP4cl2PHczb30IdUoE5GcvKA/s320/Scan0049.JPG" width="170" border="0" /></a><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><span style="color:#ff6600;"><strong>Historias que espantan el sueño</strong></span><br />Editorial Alfaguara, Caracas, 2007.<br />Ilustraciones: Pedro Aguilar.<br /><br />Este libro está compuesto por siete cuentos, varios de ellos, magistrales muestras de literatura de terror para niños y jóvenes.<br />Me referiré especialmente a cuatro de estos relatos que hacen que su lectura se disfrute en verdad: “Yoamoatodoelmundo dice”, “La playa solitaria”, “El escondite con los risitas” y “La niñera mala”.<br />En el primero de tales cuentos, un niño conoce mediante el Chat a alguien que se identifica como Yoamoatodoelmundo.<br />Con quien se oculta tras ese nombre inicia una relación epistolar de amor/odio que lleva a un final parecido a una de las más escalofriantes leyendas urbanas generadas por Internet: la de la doncella ciega (Blind Maiden).<br />Tanto el desarrollo del relato, como su final, han hecho a muchos de sus lectores jóvenes perder el sueño y a muchos padres de éstos reclamar a la editorial por su publicación y a algunas docentes por habérselo recomendado a sus alumnos.<br />Ello, en lugar de constituir un pecado, una falta o un defecto, habla de la capacidad literaria del autor, capaz de transmitir una sensación de horror tal que, en tiempos de un cine y una televisión repletos de escenas y efectos altamente violentos y escalofriantes, logra enormes sensaciones de miedo con el único recurso de la palabra.</span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;">Sobre el miedo literario es mucho lo que se puede decir, pero basta señalar que el mismo, aunque a veces disipe el sueño nocturno por unas horas, es infinitamente menos dañino o peligroso que el miedo provocado por los noticieros de televisión, las películas de terror, los videojuegos y los exámenes de las materias que no se dominan.<br />“La playa solitaria” presenta a una niña y a su madre, quienes se encuentran en un lugar vacacional con playa. Allí se topan con una atemorizante niña fantasma.<br />Este texto también invoca ese miedo sabroso que formó parte de las antiguas noches de la humanidad, cuando el único medio de comunicación era la voz de hombres y mujeres, en torno a esas hogueras que, aparte de extender el día, mantenían a raya a los horrores ocultos en las sombras.<br />“El escondite con los risitas” es, además de terrorífico, kafkiano y hasta recordatorio de algunos de los mejores momentos del clásico de Lewis Carroll Alicia en el País de las Maravillas.<br />Sin advertirlo, Pablo, su protagonista, se introduce en un universo de juegos al aire libre del que, al parecer, no hay escapatoria. Allí se topa con unos seres demenciales y demoníacos conocidos como Los Risitas”, por su risa de niños-hiena.<br />La atmósfera creada en este cuento es un gran logro de Fedosy, pues permite compartir el miedo cósmico que embarga a su protagonista.<br />“La niñera mala”, que rememora en los lectores a Vicky, la malvada e inquisitorial niñera de la serie de dibujos animados Los padrinos mágicos, es peor que ésta.<br />Los lectores se identifican con el niño narrador, cuyo hermano, Javi, es víctima reiterada de esta perversa “cuidadora”.<br />Pero el narrador es alguien muy particular que, aunque logra imponer algo de justicia, muestra al final del cuento que su condición especial proviene de un horror mayor que el que se ha contado hasta entonces.<br />Con este libro, puedo afirmar que Fedosy Santaella se asienta en la literatura para niños de Venezuela y del resto del continente americano, como uno de sus cultores más destacados.<br /></span>________________________<br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUUhISORQZgfOG0remqX8K5e8HuCnDnejksyY_C2zDefwgrGnVAF_0xgzO_ks7css9zWtcKwgv5jKhJZaGMBDy7sgF3GXlArSGEJlsgZiUgCsCdB_aOa_FZhtDIq021IvQ3JBYIg/s1600-h/Foto+Fedosy.jpg"><span style="color:#cc33cc;"><strong><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5182839662637027362" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 133px; CURSOR: hand; HEIGHT: 251px" height="281" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUUhISORQZgfOG0remqX8K5e8HuCnDnejksyY_C2zDefwgrGnVAF_0xgzO_ks7css9zWtcKwgv5jKhJZaGMBDy7sgF3GXlArSGEJlsgZiUgCsCdB_aOa_FZhtDIq021IvQ3JBYIg/s320/Foto+Fedosy.jpg" width="149" border="0" /></strong></span></a><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><span style="color:#cc33cc;"><strong>Fedosy Santaella</strong></span>. Narrador venezolano (Puerto Cabello, Carabobo, 1970). Licenciado en letras por la Universidad Central de Venezuela. Aparte de los libros reseñados aquí, ha publicado <strong>Cuentos de cabecera</strong> (2004), y <strong>El elefante</strong> (2005, premio "Cada día un libro" del Consejo Nacional de la Cultura, Conac), y la novela <strong>Rocanegras</strong> (Ediciones B, 2007). Aparece en <strong>Antología de la ficción breve en Venezuela</strong> (2005). Ha sido colaborador de los diarios <strong>Notitarde</strong> y <strong>El Universal</strong>, así como de las revistas Dmente, Rasmia, Códice, Logotipos y Ficción Breve Venezolana. Ha participado en los talleres de narrativa y poesía de la editorial Monte Ávila. </span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-64124300907186419152008-03-21T11:17:00.001-04:302008-03-21T11:19:42.858-04:30<div><span style="font-size:130%;"><strong><span style="color:#ff0000;">POR EL MAR DE LAS ANTILLAS<br />ANDA UN BARCO DE PAPEL </span><br /><br /><span style="color:#3333ff;">Nicolás Guillén</span><br /></strong><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjxMij6sYlVlVyfYJ8PEwFslltAqAq2uRDCma9TY9pzqux8oi1q-6L0ZWbV22GbQ2FwLH5c16SID0tvTkj6z6lRabGo07BXpAgBlG2tKp9OYw-dHIDzI4dZ0FPZuWjoJUS01GRFmA/s1600-h/seaorig.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5180222352516517874" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjxMij6sYlVlVyfYJ8PEwFslltAqAq2uRDCma9TY9pzqux8oi1q-6L0ZWbV22GbQ2FwLH5c16SID0tvTkj6z6lRabGo07BXpAgBlG2tKp9OYw-dHIDzI4dZ0FPZuWjoJUS01GRFmA/s320/seaorig.jpg" border="0" /></a><br /><span style="color:#00cccc;"><strong>UN SON PARA NIÑOS ANTILLANOS</strong><br /></span><br />Por el Mar de las Antillas<br />anda un barco de papel:<br />anda y anda el barco barco,<br />sin timonel.<br /><br />De La Habana a Portobelo,<br />de Jamaica a Trinidad,<br />anda y anda el barco barco,<br />sin capitán.<br /><br />Una negra va en la popa,<br />va en la proa un español:<br />anda y anda el barco barco,<br />con ellos dos.<br /><br />Pasan islas, islas, islas,<br />muchas islas, siempre más:<br />anda y anda el barco barco,<br />sin descansar.<br /><br />Un cañón de chocolate<br />contra el barco disparó,<br />y un cañón de azúcar, zúcar,<br />le contestó.<br /><br />¡Ay, mi barco marinero,<br />con su casco de papel!<br />¡Ay, mi barco negro y blanco<br />sin timonel!<br /><br />Allá va la negra negra,<br />junto junto al español;<br />anda y anda el barco barco,<br />con ellos dos.<br />_________________________<br /><strong><span style="color:#009900;">SAPITO Y SAPÓN</span></strong><br /><br />Sapito y Sapón<br />son dos muchachitos<br />de buen corazón.<br />El uno, bonito,<br />el otro, feón;<br />el uno, callado,<br />el otro, gritón;<br />y están con nosotros<br />en esta ocasión<br />comiendo malanga,<br />casabe y lechón.<br />¿Qué tienes, Sapito,<br />que estás tan tristón?<br />Madrina, me duele<br />la boca, un pulmón,<br />la frente, un zapato<br />y hasta el pantalón,<br />por lo que me gusta<br />su prima Asunción.<br />(¡Niño!)<br />¿Y a ti, qué te pasa?<br />¿Qué tienes, Sapón?<br />Madrina, me duele<br />todo el esternón,<br />la quinta costilla<br />y hasta mi bastón,<br />pues sé que a Sapito<br />le sobra razón.<br />(¡Pero niño!)<br />Sapito y Sapón<br />son dos muchachitos<br />de buen corazón.</span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-51561993687190487582008-03-14T13:21:00.003-04:302008-03-14T13:29:15.012-04:30PROSOEMA No. 69 (14/03/2008)<div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;color:#999999;"><strong>La edición de esta semana es escueta: apenas un cuento breve del escritor guatemalteco Augusto Monterroso, "El eclipse". ¿La razón? Viene una seguidilla de días festivos y, por estas fechas, el número de visitantes se reduce. Por lo tanto, enanecemos el blog por una semana, aunque lo agigantamos con la presencia de uno de los más importantes narradores americanos de los últimos cien años.</strong></span></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;">____________________</span></div><br /><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><strong><span style="color:#ff0000;">EL ECLIPSE</span></strong><br /><br /><strong><span style="color:#009900;">Augusto Monterroso<br /></span></strong><br /></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEis4OO-AjLNlMD-g99wCkwAELQ5TCP5vaH8Hr1G7BJI_UY2dux6xyLx13ng8AML3fqvMIc_5sY153gOktaE5jdJubGMM9BEIFat8YPw1eEwLFlXZTktYY6y-YMlim38TWYhXG8w-Q/s1600-h/Eclipse+de+Sol.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5177658053208733586" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" height="225" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEis4OO-AjLNlMD-g99wCkwAELQ5TCP5vaH8Hr1G7BJI_UY2dux6xyLx13ng8AML3fqvMIc_5sY153gOktaE5jdJubGMM9BEIFat8YPw1eEwLFlXZTktYY6y-YMlim38TWYhXG8w-Q/s320/Eclipse+de+Sol.jpg" width="254" border="0" /></a><br />Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido, aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.<br />Al despertar, se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.<br />Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.<br />Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.<br />-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.<br />Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.<br />Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.</span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-18718554291468643272008-03-07T12:33:00.002-04:302008-03-07T12:41:20.354-04:30PROSOEMA No. 68 (07/03/2008)<div align="justify"><span style="font-size:130%;color:#ff0000;"><strong>LAS PALABRAS PUEDEN</strong></span><br /><br /></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLbeUEATPjJw0TBzT3MY0VqPduOTiagbIkbKYjcEBut_eK5iVULraulmHTUeN-mSob8iFHNsNPmTNu3hDC9oeE7_IpjgL958hpS3Ua7ZdCJL0vEG-0kTHFz4vc6ubfjQz5fqFI_g/s1600-h/Scan0005.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5175047619853005266" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhLbeUEATPjJw0TBzT3MY0VqPduOTiagbIkbKYjcEBut_eK5iVULraulmHTUeN-mSob8iFHNsNPmTNu3hDC9oeE7_IpjgL958hpS3Ua7ZdCJL0vEG-0kTHFz4vc6ubfjQz5fqFI_g/s320/Scan0005.JPG" border="0" /> <p align="justify"></a><br /><span style="font-size:130%;">En días pasados, recibimos el libro LAS PALABRAS PUEDEN, una edición realizada por la UNICEF de Panamá, realizada por Jerome Seregni (quien fue el de la idea), Guillermo Mirecki Quintero y Raquel Delgado Rivera.<br />En la misma participaron algunos de los más destacados escritores de literatura para niños y jóvenes del continente americano y España, así como importantes escritores de lengua española y portuguesa, en tres géneros: ensayo, narrativa y poesía.<br />En ensayo, figuran autores como José Saramago, Mario Vargas Llosa, Fernando Savater, Ernesto Sábato, Paolo Coelho, Carlos Fuentes, José Caballero Bonald, Rosa Montero, y Jorge Edwards, entre otros.<br />En cuento, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Isabel Allende, Juan Gelman, Alvaro Mutis, Mempo Giardinelli, Federico Andahazi, Carlos Germán Belli, Nélida Piñón, Elena Poniatowska, Manuel Vicent, Laura Restrepo y Antonio Skarmeta, también entre otros.<br />En poesía, Ernesto Cardenal, Elsa Cross, Gioconda Belli, Ledo Ivo, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, José Emilio Pacheco y Enrique Verastegui, igualmente, entre otros.<br />Esta participación se hizo mediante textos inéditos, en su mayoría, y con la cesión de derechos para la edición.<br />El volumen reunido es bastante grueso, pues consta de 852 páginas.<br />Por Venezuela, participaron seis autores: Fernando Báez, Eugenio Montejo y Armando José Sequera, en cuento; y Edmundo Aray, Santos López y Yolanda Pantín, en poesía.<br />A continuación, presentamos dos textos del libro: su Introducción y el cuento de Armando José Sequera, titulado “Ojos de fiera”.<br />_________________<br /><strong><span style="color:#ff0000;">INTRODUCCIÓN</span><br /><br /><span style="color:#009900;">Nils Kastberg</span></strong><br /><br />Esta obra es el resultado de un llamamiento especial que hicimos desde UNICEF a los más destacados poetas y escritores de América Latina, el Caribe, España y Portugal.<br />Nos sentimos felices de la acogida que tuvo nuestra idea. Todos ellos han contribuido con entusiasmo y desinteresadamente con sus textos, cuentos y poesías, a tratar de crear un nuevo lugar en el que reencontrarse con las ilusiones y sueños de nuestra infancia y adolescencia. De aquí surge una antología única e inimaginable hasta el día de hoy que se acerca a la situación de la infancia indígena y afrodescendiente en nuestra región.<br />Con la ayuda de tantos autores de aquí y allí nos hemos acercado a esas otras culturas que también son tan nuestras, a ese sabor especial que tenemos gracias a la riqueza cromática de nuestros pueblos, todos esos pueblos indígenas y todos esos afrodescendientes que traen con ellos su historia, sus valores, sus cosmovisiones, sus leyendas, sus lenguas, sus músicas.<br />Durante los últimos años, América Latina y el Caribe innegablemente han progresado en lo que concierne a la vida y al desarrollo de nuestros niños y niñas: la mortalidad y la desnutrición infantil han disminuido y la matricula en la escuela primaria ha alcanzado su nivel más alto en la historia de la región.<br />Asimismo, los gobiernos han demostrado un mayor compromiso en relación al tema de la infancia y la adolescencia mediante la ratificación de la Convención sobre los Derechos del Niño y otros tratados y acuerdos internacionales que buscan proteger y garantizar los derechos de la infancia y la adolescencia.<br />Sin embargo, y a pesar de los avances logrados, todavía millones de niños, especialmente indígenas y afrodescendientes, permanecen excluidos del progreso e invisibles detrás de los promedios nacionales que miden el avance hacia el logro de los compromisos asumidos por sus países en apoyo de la infancia.<br />Hoy, en nuestra región, dos de cada cinco personas viviendo en extrema pobreza, son niños menores de 12 años, y de los dos millones de personas que viven con el VIH/SIDA, cincuenta mil son niños menores de 15 años.<br />Pero quizás el indicador más representativo de estas desigualdades es que cerca de nueve millones de niños sufren desnutrición crónica, lo que retrasa su crecimiento físico e intelectual y les condena a entrar en un círculo de pobreza que se perpetúa de generación en generación.<br />El resultado es una brecha inadmisible, entre aquellos compromisos encarnados en leyes, tratados, acuerdos y planes, y la dura realidad cotidiana a la que aún se enfrentan millones de nuestros niños, niñas y adolescentes.<br />Es por ello que en esta antología van a encontrar tanto textos que nos recuerdan que la patria de los seres humanos todavía puede estar en los buenos recuerdos de la infancia, como escritos donde los autores dan voz a los que no tiene voz, o denuncian algunas de las graves formas de violencia y abandono que aún afectan a nuestra infancia.<br />Realmente, todavía queda mucho por hacer y es por ello que las Agencias del Sistema de Naciones Unidas que han contribuido a que este libro sea una realidad, el PMA (Programa Mundial de Alimentos), el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), OCHA (Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios) y la OIM (Organización Internacional para las Migraciones) siguen trabajando conjuntamente con los gobiernos, la sociedad civil, y la cooperación internacional, para establecer las condiciones necesarias que permitan superar la pobreza, la desigualdad, el hambre y la discriminación que afecta de manera desproporcionada a nuestra infancia.<br />Espero sinceramente que este libro pueda contribuir a que nuevas generaciones de personas comprometidas, nos ayuden a continuar cambiando las condiciones en las que vive nuestra niñez. Es una responsabilidad de todos. Las palabras tal vez no cambien la realidad, pero pueden convertirse en una fuerza capaz del cambio desde la esperanza.<br />Las Palabras Pueden.<br />_________________<br /><span style="color:#cc33cc;">Nils Kastberg es el Director Regional de UNICEF en América Latina y el Caribe.</span><br />_________________<br /><strong><span style="color:#ff0000;">OJOS DE FIERA</span></strong><br /><br /><strong><span style="color:#009900;">Armando José Sequera</span></strong><br /><br /></p></span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjedy1D4loWXHjiYl5aFsaodUIPwkTIkUTbT-tlrKvt6GVD8eYAXkFeGEpD_9MlsfT2nDVKyx4eTYWPxmVO3zQf3l_n8pbeN9VCD6_KrZAZTf2Lf3cZMbBI-zzyRz7CMEhXkPSmeg/s1600-h/yagua1.jpg"><span style="font-size:130%;"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5175047405104640450" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjedy1D4loWXHjiYl5aFsaodUIPwkTIkUTbT-tlrKvt6GVD8eYAXkFeGEpD_9MlsfT2nDVKyx4eTYWPxmVO3zQf3l_n8pbeN9VCD6_KrZAZTf2Lf3cZMbBI-zzyRz7CMEhXkPSmeg/s320/yagua1.jpg" border="0" /> <p align="justify"></span></a><span style="font-size:130%;"> Hoy se cumple un mes de lo que me pasó con el bebé jaguar. Fue algo tan increíble que nadie me cree cuando lo cuento.<br />Pero, como yo sé que sí pasó, quiero escribirlo para que nunca se me olvide. Me he dado cuenta de que, cuando uno es grande, se olvida que fue niño y yo no quiero que eso me pase.<br />Hace un mes, fui con Abuelo a una casa que compró en las montañas de Yaracuy. Yaracuy es un estado de Venezuela y Abuelo no es mi abuelo, sino que la gente lo llama así por su cabello, que es completamente blanco.<br />Abuelo se llama Augusto y vivo con él desde que me fugué del orfanato, hace seis años. Hacía pocos meses que Abuelo se había quedado viudo y estaba más solo que yo. Para todas partes llevaba una foto de Adelaida, su esposa.<br />–Viajamos mucho –me contó una vez–, y todavía no me acostumbro a andar por el mundo sin ella.<br />No sé quiénes fueron mi mamá o mi papá. Lo pregunté muchas veces en el orfanato y nadie supo qué contestarme. Sólo sabían que la policía me había hallado, envuelto en trapos, en una casa abandonada.<br />Los vecinos la llamaron porque tenían varias horas oyendo el llanto de un bebé. Un bebé como el jaguar del que quiero hablar. Aunque, claro, él no lloraba sino que daba un gritico que tenía de maullido y de graznido a la vez.<br />Desde entonces hasta que me fugué, viví como si mi nacimiento hubiera sido un delito, en algo peor que una cárcel: un orfanato. No sé cómo hacen lugares así, donde todo el mundo se porta como dicen que lo hacen las fieras.<br />Como yo era pequeño –no sólo de edad, sino de tamaño–, los más grandes me pegaban, me quitaban la comida o cualquier cosa que yo tuviera.<br />El peor era Jonathan, un muchacho de 14 años, especialista en robarnos a los pequeños. Nunca se metía con los de su edad, ni con las personas mayores, sólo con los de menor tamaño o los más débiles.<br />Cada vez que recibía algo –en Navidad o el Día del Niño, la alcaldía o la gobernación nos regalaban juguetes, dulces o helados­–, yo sabía que, al rato, Jonathan me lo iba a quitar.<br />Delante de los vigilantes o de los adultos, Jonathan era un santo. Fingía ayudarnos a los pequeños y, cuando no lo veían, nos quitaba las cosas, nos golpeaba y hasta abusaba de nosotros.<br />Un día apareció un gatico en el patio. Jonathan me vio haciéndole cariño. Sigilosamente, fue hasta donde yo estaba y me lo quitó de las manos. Nunca he podido olvidar el sonido del cuerpo del gatico al golpear contra la pared. Tampoco la risa de Jonathan, ni su mirada de humano salvaje. En sus ojos había ese fuego negro que convierte a la mirada en un cuchillo que no corta la piel pero sí el alma.<br />Una noche lo oí decirle a otro muchacho que, desde que había crecido, nadie lo tomaba en cuenta y que, por eso, él odiaba a todo el mundo.<br />Pero Jonathan no era el único que nos hacía daño. Había vigilantes iguales o peores que él. Arsenio y Jairo habían crecido en el orfanato y les gustaba golpear a los demás. Por cualquier cosa te castigaban en el calabozo o te pegaban hasta dejarte sin voz para gritar. Se contaba que, hacía años, habían matado a golpes a un niño llamado Ricardo. Hasta Jonathan les tenía miedo.<br />Para pegar, usaban varias cosas: una vara larga que no parecía pegar duro, pero que, cuando recibías el segundo o tercer varazo, te hacía doler todo el cuerpo. También tenían unos bates de madera que, cuando se quebraban sobre uno, había que pagarlos con trabajos como limpiar los baños o las escaleras, durante varias semanas o meses.<br />No sé por qué me acuerdo de esto. Quisiera olvidarlo y hacer que mi memoria empezara desde que vivo con Abuelo. A veces, cuando de noche cierro los ojos, temo que, al abrirlos, esté de nuevo en ese horrible lugar. No hay nada que me dé más miedo que volver allí. Nada, ya lo comprobé: ni siquiera estar frente a frente con un jaguar.<br />Un domingo, aprovechando que unos artistas de televisión habían ido a regalarnos juguetes, me escapé. Anduve por ahí, no sé cuántos días, pero fue más de una semana. Pasé más hambre que en el orfanato, pero no me importó.<br />Dormía en casas o negocios abandonados. También pasé una noche bajo un puente, pero el mal olor del río Guaire no me dejó dormir. En todos esos lugares había otros niños y también niñas y adultos. La mayoría vivía de pedir o robar. Algunos recogían latas o botellas y las vendían.<br />Yo nunca me atreví a robar. No por pena, sino por miedo. Sabía que, si me agarraba la policía, seguro me devolvían al orfanato o, peor, me mandaban a un retén de menores.<br />Tampoco me gustaba pedir, ni siquiera comida. Lo hice dos veces y sólo una me dieron. Prefería comer cosas sacadas de la basura, que oír que me dijeran que no.<br />Una mañana, pasé por una plaza y vi por primera vez a Abuelo. Se estaba comiendo un sándwich. Vi cuando lo sacó de una bolsa y cuando lo desenvolvió. Él dice que, como escuchó gruñir mi estómago, se volvió hacia donde yo estaba y me invitó a comer con él.<br />Al principio, no me acerqué porque ya varias personas –especialmente, viejos como él–­, me habían querido atraer y yo sabía lo que buscaban­. Pero lo miré a los ojos y supe que él no era de esos. Por eso acepté la mitad del sándwich que me ofrecía.<br />Estuvimos en silencio un rato y, después, nos pusimos a hablar. Como me dio confianza, me fui con él a su casa y allí sigo hasta hoy.<br />–Ya que no tuve hijos, ahora tengo un nieto –le dijo por esos días a Anita, una señora mayor, vecina y amiga suya, que no aceptaba que la llamara Señora Ana.<br />–¡Eso de señora es para la gente que envejece por dentro y por fuera –decía ella–. Yo nada más soy vieja por fuera.<br />Anita también fue muy buena conmigo. Lástima que muriera el año pasado.<br />Días después de mi llegada donde Abuelo, alguien llamó a la policía y dijo que él tenía en su casa a un niño que no era familia suya. Anita se enteró y le avisó a Abuelo. Además, llamó a Olga, una hermana suya que vive en Valencia, en el estado Carabobo, y allá fui a dar. Olga me cuidó casi dos meses, hasta que todo se calmó en Caracas.<br />Abuelo me preguntó después por qué no me quedé con ella y se asombró al saber que lo que me desagradaba de Olga era que hablaba mucho.<br />–¡Parecía un radio! –dije y Abuelo se echó a reír.<br />Pero Olga también era muy besucona. A cada rato me agarraba los cachetes y me los llenaba de besos. Y eso a mí no me gustaba. Un día se lo dije y contestó que, si yo vivía en su casa, tenía que dejarme besar por ella.<br />–Si hubiera sido una muchacha –dije para molestar, no porque lo sintiera–, estaba bien, pero, ¿una vieja?<br />–Yo también soy viejo y, algún día, tú también lo serás ­–contestó Abuelo, enojado–. ¿Tienes algo contra los viejos?<br />Aunque fue lo que dije, no rechacé a Olga por vieja, sino por fastidiosa. En esos días, aunque nada más tenía seis años, ya sabía que no se debe rechazar ni discriminar a nadie. Ninguna de las personas que conocía me lo había dicho, pero yo ya lo sabía.<br />Hay cosas más importantes en la vida que el color de la piel, la edad o si uno es rico o es pobre. Cuando uno no ha tenido nada, descubre que lo único que vale la pena es que alguien lo quiera. No de una manera desagradable y autoritaria como Olga, sino con ese cariño que sale de las personas como el aire que botan los pulmones. Ese alguien puede ser una mamá, un papá, un abuelo o cualquier persona que te conozca.<br />Si tienes quien te quiera, lo tienes todo, yo lo sé.<br />A mí mismo, en el orfanato y luego en la escuela, me han discriminado porque no sé quién fue mi papá. También porque no tengo la piel clara, sino algo oscura. Hay quienes me dicen “El Negro” y quienes me llaman “El Indio”. Y resulta que no soy negro, ni indio, ni blanco, sino una mezcla de los tres, como todos aquí, en Venezuela.<br />–¡Aquí está El Hijo de Nadie! –me dijo Lupe, una compañera de clases, burlándose, cuando tenía pocos días en la escuela. El nombre lo tomó de una telenovela que estaba de moda por esos días.<br />Giovanni, un amigo suyo, intervino y dijo, para meterse con Abuelo:<br />–¡Él no es el hijo, sino El Nieto de Nadie!<br />Ese día recibí mi primer y único castigo en el colegio y fue porque le rompí la boca al idiota ese.<br />Cuando llegué a casa, con una citación para él, Abuelo me dejó explicarle por qué había hecho lo que hice. Me pidió que no volviera a hacerlo y eso no me gustó. Después de todo, le pegué a Giovanni por la rabia que me dio que se burlara de él.<br />Pero sí me gustó cuando, al día siguiente, al enterarse que la maestra sólo lo había citado a él y no a los padres de los otros niños, le dijo que ella había castigado la lealtad y había dejado impune el irrespeto.<br />Con Abuelo he aprendido muchas cosas. La que más me gusta es escribir, porque puedo decir todo lo que pienso y lo que siento, sin que nadie –ni siquiera él mismo–, me diga lo que tengo que hacer y lo que no.<br />Hace mes y medio, Abuelo compró una casa en una montaña del estado Yaracuy. A él no le gusta la ciudad. Dice que la vida en Caracas es igual a estar siempre en una pista de autos de competencia: corre para aquí y corre para allá.<br />–La vida no es nada más andar a la carrera –agrega–, sino también caminar y detenerse: vivir corriendo no es sano. Por eso, quiero pasar mis últimos años en un lugar donde sea yo el que decida a qué velocidad va mi vida.<br />Después de un montón de años, recibió un dinero que había metido en un banco para invertirlo, en algo que no recuerdo si se llama fideocomiso o fideicomiso.<br />La casa no es nada del otro mundo, sino varias paredes con un techo que alguien levantó, en mitad de un monte bastante tupido. Tanto que uno no la ve hasta que está a pocos metros de ella.<br />Sólo se le llega con carros de doble tracción, como el que tiene Abuelo. Allí se escucha el silencio más ruidoso del mundo: grillos, pájaros, el viento. Todo suena como si quisiera dejar una huella de su paso.<br />Por las noches, cuando se prende la planta eléctrica, los insectos hacen cola para entrar por las ventanas.<br />Dos semanas después de comprada, pudimos quedarnos por primera vez en ella. Fuimos por un mes, aprovechando mis vacaciones del colegio.<br />Abuelo no había podido ir antes, porque tenía que entregar un trabajo de corrección que era urgente. He olvidado decir que él trabaja para una editorial, corrigiendo los libros, antes de que se publiquen.<br />Por esos días, hacía tanto calor, incluso en las noches, que una tarde, poco antes de oscurecer, Abuelo me propuso dormir fuera de casa. Para que no nos masacraran los zancudos, sacó de un armario una tienda y dos colchones de campaña.<br />Al final, la tienda nada más la usé yo. Eso de dormir en el suelo molestó mucho la espalda de Abuelo y le hizo volver a la casa la misma primera noche.<br />No le pareció bien que me quedara solo, pero después me dijo que, si dormí en las calles de Caracas a los seis años, no creía que ahora, a los doce, me pasara nada por dormir en la naturaleza.<br />Debo decir que se equivocó. Esa noche fue que pasó lo del bebé jaguar. Bueno, esa noche no: por la mañana del día siguiente.<br />Ese día desperté, recién salido el sol. Abrí los ojos y, de inmediato, sentí que pegado a mis costillas había algo calentito y peludito.<br />Me asusté, creyendo que era una araña –le tengo mucho miedo a las arañas–, pero descubrí que era algo parecido a un gato. En realidad, era un tigre bebé, un jaguarcito.<br />Pasé unos minutos acariciándolo, hasta que, a la derecha de la tienda, escuché algo que sonó como un trueno, aunque no venía del cielo.<br />No tuve miedo porque no se me ocurrió que era la mamá jaguar buscando a su cachorro pero, después del tercero de esos truenos, me di cuenta de lo que pasaba.<br />Como los rugidos sonaban cada vez más cerca, se me ocurrió lo que nunca se me debió ocurrir: salir de la tienda con el bebé jaguar en brazos. Apenas lo hice, me di cuenta de que estaba metiendo la pata.<br />Para ese momento, Mauricio –desde que empecé a acariciarlo, pensé que ese era su nombre–, repetía el sonido del que hablé antes, entre maullido y graznido, y se mostraba inquieto. Tan inquieto que me enterró las uñas de su garra derecha en el brazo.<br />–¡Auch! –me quejé, pero supe que no lo había hecho por maldad.<br />De repente, vi moverse unos arbustos a unos treinta o cuarenta metros a la derecha de donde estábamos.<br />Lo primero que pensé fue que Abuelo venía por allí, pero un rugido más suave que los anteriores me convenció de que no era así.<br />Como era un lugar con hierba más o menos alta, me quedé viéndolo. Y me encontré, precisamente, con unos ojos que también despedían chispas. Había odio en ellos, pero no como en los de Jonathan, cuando mató al gatico. No hay un odio mayor que el que podemos llegar a sentir los humanos.<br />Creo que por eso no tuve miedo. No lo sentí entonces, ni lo sentí después, cuando la jaguar empezó a avanzar lentamente hacia mí.<br />Mientras ella caminaba en dirección a donde yo estaba con Mauricio, no apartaba su mirada de la mía, ni yo de la de ella.<br />El bebé soltó otro maullido ronco y comprendí que debía ponerlo en el suelo. Mamá jaguar no rugió esta vez. Contestó el maullido con algo que más bien parecía un gruñido cariñoso.<br />Como Mauricio salió a su encuentro, la jaguar se detuvo. Ambos siguieron maullando y gruñendo hasta que se encontraron.<br />Mauricio pasó por debajo de su mamá y luego saltó para agarrarle la cola. Sin dejar de mirarme, mamá jaguar movió la cola para que Mauricio tratara de tomarla de nuevo.<br />Yo seguía como paralizado, pero en ningún momento aparté mis ojos de los de la jaguar.<br />Al fin, Mauricio echó a correr hacia los arbustos y su mamá se volvió a verlo.<br />Por último, miró otra vez en mi dirección y gruñó de nuevo.<br />Entonces, dio la vuelta y se fue tras su cachorro.<br />Antes de desaparecer de mi vista, se detuvo y lanzó varios rugidos suaves. No conozco el idioma de los jaguares, pero estoy seguro de que, de alguna manera, esos últimos rugidos querían decir gracias por cuidar a mi bebé o algo así.<br />Minutos después de haberse ido los jaguares, llegó Abuelo.<br />–¡Vámonos, que hay tigres cerca!<br />–Ya lo sé –le dije y le conté lo que había sucedido.<br />No dijo que no me creía, pero me miró con cara de incrédulo.<br />Ha pasado un mes desde entonces y ahora, ya en Caracas, le conté lo sucedido a varios amigos del colegio, pero ninguno me creyó. Dicen que no existe una fiera que no mate a quien se meta con sus cachorros.<br />Ahora, entre ellos, tengo fama de mentiroso y, diga lo que diga o cuente lo que cuente, nadie lo traga.<br />Pero, bueno, qué importa: yo sé lo que he vivido y eso sí es verdad que nadie me lo puede quitar.</span></span></p><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-60090842498288495592008-02-29T15:11:00.004-04:302008-02-29T15:18:14.428-04:30PROSOEMA No. 67 (29/02/2008)<div align="justify"><span style="font-size:130%;"><strong><span style="color:#ff0000;">OCURRIÓ DE NUEVO</span></strong><br /></span><br /></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2TL58Ow0OJK7xsn04M1pfXsvgMgx5gzrl61wzvlrEi9szIHPTi_Q-JlPOiT8zItpODKoJDae7DWnTk-oaUtdbyj00RqYUlTMQ14oJfLRc9R9HMhCb2gDflaiTw_Fwd_zaNXbX9Q/s1600-h/image001.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5172490357640970514" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2TL58Ow0OJK7xsn04M1pfXsvgMgx5gzrl61wzvlrEi9szIHPTi_Q-JlPOiT8zItpODKoJDae7DWnTk-oaUtdbyj00RqYUlTMQ14oJfLRc9R9HMhCb2gDflaiTw_Fwd_zaNXbX9Q/s320/image001.jpg" border="0" /> <p align="justify"></a><br /><span style="font-size:130%;">Ocurrió de nuevo: el Premio Alfaguara de Novela de 2008 lo obtuvo otro reconocido escritor de libros para niños y jóvenes: Antonio Orlando Rodríguez, con una obra titulada <strong>Chiquita</strong>.<br />Él es autor de casi veinte libros destinados al público infantil y juvenil y un estudioso de este tipo de literatura, con dos títulos en su haber: <strong>Literatura infantil en América Latina</strong> (Unesco, San José, Costa Rica, 1993) y <strong>Panorama histórico de la literatura infantil en América Latina y el Caribe</strong> (Cerlalc, Bogotá, 1994).<br />Además, junto a Sergio Andricaín, fundó una de las revistas digitales sobre literatura para niños y jóvenes, más importantes del continente americano: <strong>Cuatrogatos</strong>.<br />Ahora bien, ¿por qué decimos que ocurrió de nuevo que el Premio Alfaguara de Novela lo obtuvo un autor de libros para niños y jóvenes?<br />Porque esto ha sucedido por tercera vez en los últimos cuatro años. En 2005, lo ganaron Graciela Montes y Ema Wolf (Argentina), con <strong>El turno del escriba</strong>, y en 2006 Santiago Roncagliolo (Perú) con <strong>Abril Rojo</strong>. Los tres, especialmente, Graciela Montes, son reconocidos autores de obras para niños y jóvenes.<br />Pero esto no es todo: en la única edición (hasta ahora) del Premio Planeta Casa de América, fallado el año pasado en Madrid, el ganador fue otro escritor argentino, sumamente conocido por sus obras destinadas a lectores juveniles: Pablo De Santis.<br />Uno de los autores más destacados de la narrativa en lengua española de la última década es Juan Villoro. Antes de obtener el Premio Herralde de Novela del 2004, era conocido como narrador en su país, México, y particularmente, como narrador para niños y jóvenes.<br />Algo parecido ha pasado en España con Elvira Lindo, la conocida autora del personaje Manolito Gafotas. En 2005, ganó el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral Editores.<br />Aquí, en Venezuela, varios de los más destacados autores de literatura para niños y jóvenes han obtenido premios importantes en los campos de la “literatura seria”, tales los casos de Jacqueline Goldberg y Armando José Sequera (Bienal Mariano Picón Salas, Mérida) y Laura Antillano y Fedosy Santaella (Bienal José Rafael Pocaterra).<br />Todos estos reconocimientos son un rotundo espaldarazo a quienes dedicamos parte de nuestra obra a los niños y a los jóvenes.<br />Un espaldarazo porque muchos escritores, críticos, comentaristas de libros, intelectuales de carrera, historiadores de la literatura y sesudísimos profesores de este mismo arte en las universidades han menospreciado a la literatura escrita para niños y jóvenes hasta el cansancio.<br />Y quienes no la han menospreciado o considerado de baja estofa han ido más lejos, pretendiendo exiliarla de la literatura. Gran cantidad de ellos y ellas estiman que escribir para niños y jóvenes es denigrante, enfermizo, mediocre, de pobre imaginación, muy fácil y pare de contar epítetos o expresiones, a cual más degradante.<br />Los autores de literatura para niños y jóvenes somos excluidos de los congresos, simposios y encuentros de narrativa o poesía, porque se nos ve como la escoria de la escritura, como se percibe en la India a la casta de los intocables.<br />Y, si bien es cierto que se ha escrito y publicado mucha basura literaria en el campo de la literatura para niños y jóvenes, no es menos cierto que ello también ocurre y en demasía, en la narrativa, la poesía y todos los restantes géneros literarios. ¿O es que todos los poemarios y las novelas o libros de cuentos “serios” que se editan en el mundo son obras maestras?<br />Este premio a Antonio Orlando Rodríguez confirma que, en el continente americano y en España, gran parte de lo que se está escribiendo para niños y jóvenes proviene de escritores de oficio, de personas que hacen literatura y que, si publican obras para niños y jóvenes, lo hacen como parte de una profesión y no nada más porque no saben qué más hacer o porque les resulta más sencillo o más comercial.<br />Por cierto que, en una entrevista concedida al diario español ABC, el pasado 26 de febrero, Rodríguez afirmó que su experiencia con la literatura infantil le ha procurado facilidad para la fantasía y, sobre todo, el deseo continuo de mantener la atención, de atrapar al lector.<br />Para cerrar, reproducimos una opinión expresada por él, en 2002, en la revista Cuatrogatos, sobre lo que, a su juicio, es un buen cuento para niños y jóvenes:<br />“Un buen cuento para niños es el que más cerca está de ellos; el que refleja, recrea y trasciende su universo; aquel que, sin vacilar, hacen suyo de inmediato. Fantasía, humor, dinamismo, aventura, poesía, son algunos de los elementos a los que puede echar mano el autor para propiciar un diálogo franco y rico con su destinatario. Lograr a plenitud esa síntesis de recursos, esa feliz conjunción de sonrisa y respeto, depende, en primera instancia, de nuestra calificación, pero también, en considerable medida, de la intuición de cada cual, de su capacidad para contemplar el mundo circundante con esa mirada única, propia de la niñez”.<br />Aparte de la noticia y este comentario, presentamos en esta edición de Prosoema, un cuento de Antonio Orlando Rodríguez, tomado de su libro <strong>Un elefante en la</strong> <strong>cristalería</strong> (1995).<br /></span>________________________<br /><span style="color:#ff0000;"><strong><span style="font-size:130%;">FANTASMAS</span></strong></span><span style="color:#ff0000;"><strong><span style="font-size:130%;"></span></strong></span></p><p><span style="color:#ff0000;"><span style="color:#009900;"><strong>Antonio Orlando Rodríguez</strong></span></span></p><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh89SFiAqH8VqSdrOvjdYiastsUiOXlEWVFk_2AvTre-1rXsxr1pp7FMSZC46vYqWLiHjt8QafHVJk-fDVkUtpiSY5IXjPsE8uQ-_MalBPoLpv5rRXMKO2srJE8uoz6h17LyUj6Sw/s1600-h/masque.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5172490142892605698" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh89SFiAqH8VqSdrOvjdYiastsUiOXlEWVFk_2AvTre-1rXsxr1pp7FMSZC46vYqWLiHjt8QafHVJk-fDVkUtpiSY5IXjPsE8uQ-_MalBPoLpv5rRXMKO2srJE8uoz6h17LyUj6Sw/s320/masque.jpg" border="0" /> <p align="justify"></a><br /><span style="font-size:130%;">Por lo general en cada casa, además de una familia de personas, vive otra de fantasmas. Como soy el único de mi casa que todavía se asusta de los fantasmas, fui también el único en ser invitado a la fiesta que darán esta noche a las 12, en la sala, y a la que asistirán todos los vecinos fantasmagóricos del barrio.<br />De tanto ver a mis fantasmas vagar por los rincones durante las madrugadas, he aprendido un montón de cosas sobre ellos. Las fantasmas pizpiretas usan sábanas plisadas y las más jóvenes prefieren llevar minisábanas. Si la sábana de un fantasma tiene remiendos y parches, puedes tener la certeza de que es muy viejo. A los fantasmas les encantan las películas de misterio, el olor de los jazmines, las velas y las tormentas con relámpagos y truenos. Cuando están contentos, brindan con copas de cristal fino llenas de burbujas y bailan al compás de una música que sólo ellos escuchan. Las teclas del piano se mueven como enloquecidas, pero ningún sonido se oye en la casa. Si uno abraza a una chica fantasma, es como si estuviera abrazando a un puñado de aire. Y si alguna vez te levantas de noche a tomar agua y sientes un friecito húmedo en la mejilla, no te asustes: es que algún fantasma sentimental te ha dado un beso.</span></p><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-32007677303078071682008-02-22T08:09:00.004-04:302008-02-22T13:42:17.603-04:30PROSOEMA No. 66<div align="center"><span style="font-size:130%;color:#ff0000;"><strong>FÁBULAS CON HORMIGAS</strong></span></div><div align="center"><br /><span style="font-size:130%;"><strong><span style="color:#009900;">Esopo</span></strong><br /></span><br /></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijhDj6WUrY9z46h0B2GlSAi3LJDWbayrLc6ZIpzJrpY1Nrvos9YCZ-jBg0KSjzSeWiRakfg6QlXGMvsxJZaVPSy7jgUIXsNlLqDOZ7ywF6BB7pbzwuNG1VmSudNFmaTT_1fClZsA/s1600-h/Diego_Velasquez,_Aesop.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5169784364050494818" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijhDj6WUrY9z46h0B2GlSAi3LJDWbayrLc6ZIpzJrpY1Nrvos9YCZ-jBg0KSjzSeWiRakfg6QlXGMvsxJZaVPSy7jgUIXsNlLqDOZ7ywF6BB7pbzwuNG1VmSudNFmaTT_1fClZsA/s320/Diego_Velasquez,_Aesop.jpg" border="0" /> <p align="center"></a> <strong><span style="color:#ff6600;">Esopo visto por Velásquez</span></strong><br /></p><div align="justify"> </div><div align="justify"><span style="font-size:130%;">El más conocido fabulista de la antigüedad, Esopo, vivió al parecer a fines del siglo VII antes de Cristo.<br />Esopo fue un esclavo que, gracias a su ingenio y al conocimiento que tenía del comportamiento humano, ganó su libertad.<br />Su nombre sobrevive hasta nuestros días, debido a que fue el más notable autor de fábulas, en toda la historia de la Literatura.<br />De las 357 fábulas que se le atribuyen, llaman la atención las cinco que tienen como protagonistas a una o varias hormigas.</span><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYK0J2knChtX3Ae2cg5yXPxEjzssa_VksvQXWEuDrl0ZPqW4xjHn7rjiIxyjEswvT-yEsv0hFz8yVRVqX5I1dbFJLsx3BQxJl-GGo-ZdlSpJ8-NXKstZZ5SeOm0Duq8mznQX_ltw/s1600-h/Hormiga+No.+1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5169784003273241938" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" height="181" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYK0J2knChtX3Ae2cg5yXPxEjzssa_VksvQXWEuDrl0ZPqW4xjHn7rjiIxyjEswvT-yEsv0hFz8yVRVqX5I1dbFJLsx3BQxJl-GGo-ZdlSpJ8-NXKstZZ5SeOm0Duq8mznQX_ltw/s320/Hormiga+No.+1.jpg" width="216" border="0" /></a><br /><span style="font-size:130%;">En una de sus fábulas menos conocidas, Esopo refiere cual fue el origen del insecto y afirma que la hormiga actual era un agricultor que no se contentaba con el producto de su propio esfuerzo y, como miraba con envidia el producto ajeno, robaba constantemente los frutos a sus vecinos.<br />Por sus reiteradas muestras de avaricia, Zeus lo transformó en el insecto que conocemos aunque, al parecer, el castigo no sirvió de nada, pues todavía las hormigas recorren los campos, cargan con cuanto encuentran y lo guardan en reserva para su futuro uso.<br /></span><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6IGAAnri659YbmIiRNhXBZifBKxSx4cmcW9UpUE4VCJtJLJPvVJaFZbVXmViwXcI0hETW_82NLBD2RKz1riiAU317m5euD4li-Fr9_duWoA-qDegSo4dRUY-_YHfcmtxtljsaVw/s1600-h/Hormiga+No.+2.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5169783801409779010" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" height="235" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6IGAAnri659YbmIiRNhXBZifBKxSx4cmcW9UpUE4VCJtJLJPvVJaFZbVXmViwXcI0hETW_82NLBD2RKz1riiAU317m5euD4li-Fr9_duWoA-qDegSo4dRUY-_YHfcmtxtljsaVw/s320/Hormiga+No.+2.JPG" width="144" border="0" /></a><br /><span style="font-size:130%;">Dos de las fábulas de Esopo sobre hormigas aluden a ese espíritu ahorrativo y son bastante parecidas en su desarrollo excepto que, en la más célebre de ellas, participa una cigarra y, en la que narraremos a continuación, un escarabajo.<br />Cuenta Esopo que una hormiga rondaba por el campo, recogiendo los granos de trigo y de cebada que encontraba.<br />Como era verano, un escarabajo que la vio tan afanada en época de vacaciones, se burló de ella, pero la hormiga se refugió en un silencio altivo.<br />Tiempo después, una vez llegado el invierno, cuando la lluvia y la nieve impedían la obtención de alimentos, el escarabajo visitó a la hormiga para pedirle algo de comida.<br />La hormiga escuchó su petición y le dijo:<br />-¡Si hubieras trabajado en la época en que yo lo hacía y tú te burlabas de mí, ahora no te faltaría alimento!<br />La moraleja de esta fábula sostiene que, al igual que el escarabajo, los hombres que en tiempos de abundancia no se inquietan por el futuro, caen en la mayor miseria cuando llega la escasez.<br /></span><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVPJbKURTPlq58IN2RVAJNEUPZNQUyX1Cd5vX0H0neKCpLhXZxL6EdkwSEjwjwJzG_vaqWTBj_4xy54D7LRN1hBUEM7-0BGuwhBH9K9fILnvj9ASxyj42niBWlBdUrwDeUigNFhQ/s1600-h/Hormiga+No.+3.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5169783655380890930" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVPJbKURTPlq58IN2RVAJNEUPZNQUyX1Cd5vX0H0neKCpLhXZxL6EdkwSEjwjwJzG_vaqWTBj_4xy54D7LRN1hBUEM7-0BGuwhBH9K9fILnvj9ASxyj42niBWlBdUrwDeUigNFhQ/s320/Hormiga+No.+3.jpg" border="0" /></a><span style="font-size:130%;">Por último, en otra fábula, las hormigas sirven de pretexto a Esopo para señalar que el hombre no puede criticar los designios de Dios, debido a que no los comprende.<br />Así, un hombre que fue testigo del naufragio de un navío y de la muerte de todos los pasajeros, estimó que eran injustas las decisiones de los dioses dado que, para perder a un sólo impío, habían hecho perecer a muchos inocentes.<br />Mientras así hablaba, sentado sobre un sitio plagado de hormigas, una de ellas le picó y él, para castigarla, aplastó a todas las que alcanzó a ver.<br />En ese momento, se le apareció el dios Hermes y, golpeándolo con su caduceo, le dijo:<br />-Debes admitir que los dioses juzgan a los hombres del mismo modo que tú juzgas a las hormigas.</span><br />____________________________<br />Hay un sitio en la red donde se puede bajar gratuitamente un libro electrónico que contiene 301 de las fábulas de Esopo. Muchos estudiosos consideran que éste es el número verdadero de las que se pueden atribuir al gran fabulista. Las otras 56 se estiman de dudosa autoría y hay quienes las reúnen bajo la autoría de “El Falso Esopo” o “pseudos Esopo”. La dirección electrónica para bajar dicho libro es:<br /><span style="font-size:130%;">http://edyd.com/Fabulas</span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-62645805181362579112008-02-15T09:22:00.002-04:302008-02-15T09:25:23.466-04:30PROSOEMA No. 65 (15/02/2008)<div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><strong><span style="color:#ff0000;">CÓMO NO GANAR<br />EL PREMIO NOBEL</span></strong><br /><br /><strong><span style="color:#009900;">Doris Lessing</span></strong><br /><br /><strong><span style="color:#3333ff;">Traducción: Laura Canteros</span></strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitnu9mDvxAcFuS4O218H2TS6xt8NdPjM8NuFoXSTf_M6HCpG6cpZ1h3bNHTfW64787zxnzkvCI8gh95dV2bT9bXwkcV-gCPG6GZvjq3V0U-x0r3BWBCzFOSW7NYsdiZjzMLVvPDQ/s1600-h/Doris+Lessing.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5167204785217680674" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitnu9mDvxAcFuS4O218H2TS6xt8NdPjM8NuFoXSTf_M6HCpG6cpZ1h3bNHTfW64787zxnzkvCI8gh95dV2bT9bXwkcV-gCPG6GZvjq3V0U-x0r3BWBCzFOSW7NYsdiZjzMLVvPDQ/s320/Doris+Lessing.jpg" border="0" /></a><br />Estoy de pie junto a una puerta y miro a través de remolinos de polvo hacia donde me han dicho que aún existe bosque sin talar. Ayer conduje a través de kilómetros de tocones y restos calcinados de incendios donde, en el 56, se encontraba el bosque más maravilloso que jamás haya visto, ahora completamente devastado. Las personas tienen que comer. Y necesitan material para encender el fuego.<br />Me encuentro en el noroeste de Zimbabwe, a principios de la década de 1980, y vine a visitar a un amigo que era maestro en una escuela de Londres. Está aquí "para ayudar a África", como solemos decir. Es un alma genuinamente idealista y las condiciones en que encontró esta escuela le provocaron una depresión de la que le costó mucho recuperarse. Esta escuela se parece a todas las escuelas construidas después de la Independencia. Está compuesta por cuatro grandes salones de ladrillo, uno a continuación del otro, edificados directamente sobre la tierra, uno dos tres cuatro, con medio salón en un extremo, para la biblioteca. En estas aulas hay pizarrones, pero mi amigo guarda las tizas en el bolsillo, para evitar que las roben. No hay ningún atlas ni globo terráqueo en la escuela, tampoco libros de texto, carpetas de ejercicios ni bolígrafos; en la biblioteca no hay libros que a los alumnos les gustaría leer: sólo volúmenes de universidades estadounidenses, incluso demasiado pesados para levantar, ejemplares descartados de bibliotecas blancas, historias de detectives o títulos similares a Fin de semana en Paris o Felicity encuentra el amor.<br />Hay una cabra que intenta buscar sustento en unos pastos resecos. El director ha malversado los fondos escolares y se encuentra suspendido, situación que suscita la pregunta habitual para todos nosotros, aunque por lo general en contextos más prósperos: ¿Cómo puede ser que estas personas se comporten de tal manera cuando deben saber que todos las están observando?<br />Mi amigo no tiene dinero porque todo el mundo, alumnos y maestros, le piden prestado cuando cobra el sueldo y probablemente nunca le devuelvan el préstamo. Los alumnos tienen entre seis y veintiséis años porque quienes no pudieron asistir a la escuela antes se encuentran aquí para remediar tal situación. Algunos alumnos recorren muchos kilómetros cada mañana, con lluvia o con sol y a través de ríos. No pueden hacer tareas escolares en sus casas porque no hay electricidad en las aldeas y no es fácil estudiar a la luz de un leño encendido. Las niñas deben ir a buscar agua y cocinar cuando vuelven a sus hogares desde la escuela y antes de partir hacia la escuela.<br />Mientras estoy con mi amigo en su cuarto, varias personas se acercan tímidamente y todas piden libros. "Por favor, mándanos libros cuando regreses a Londres". Un hombre dijo: "Nos enseñaron a leer, pero no tenemos libros". Todas las personas que conocí, todas ellas, pedían libros.<br />Estuve varios días allí. El polvo volaba por todas partes, escaseaba el agua porque las cañerías se habían roto y las mujeres volvían a acarrear agua desde el río.<br />Otro maestro idealista llegado de Inglaterra se había enfermado de bastante gravedad, luego de ver el estado en que se encontraba esta "escuela".<br />El último día de mi visita finalizaba el ciclo lectivo y sacrificaron la cabra, que cortaron en trocitos y cocinaron en una gran fuente. Era el esperado banquete de fin de ciclo, guiso de cabra y puré. Me alejé de allí antes de que terminara, conduje por el camino de regreso entre calcinados restos y tocones que habían sido bosque.<br />No creo que muchos alumnos de esta escuela lleguen a obtener premios.<br />Al día siguiente, estoy en una escuela en la zona norte de Londres, una escuela muy buena, cuyo nombre todos conocemos. Es una escuela para varones. Buenos edificios y jardines.<br />Estos alumnos reciben la visita de alguna persona famosa todas las semanas y resulta natural que muchos de los visitantes sean padres, familiares e incluso madres de los alumnos. La visita de una celebridad no es ningún acontecimiento para ellos.<br />La escuela rodeada por nubes de polvo al noroeste de Zimbabwe ocupa mi mente y contemplo estas caras ligeramente expectantes e intento contarles acerca de aquello que he visto durante la última semana. Aulas sin libros, sin manuales, ni un atlas, ni siquiera un mapa colgado en la pared. Una escuela donde los maestros suplican que les envíen libros para aprender a enseñar, ellos, que sólo tienen dieciocho o diecinueve años, piden libros. Les cuento a estos niños que todas y cada una de las personas piden libros: "Por favor, mándennos libros". Estoy segura de que quien pronuncie un discurso aquí advertirá el momento en que las caras que tiene frente a sí se tornan inexpresivas. Tu público no escucha lo que dices: no hay imágenes en sus mentes para asociar con aquello que les cuentas. En este caso, una escuela situada entre nubes de polvo, donde el agua es escasa y donde, al finalizar el ciclo lectivo, una cabra recién faenada y cocida en una olla grande constituye el banquete de fin de año.<br />¿Acaso les resulta imposible imaginar una pobreza tan abyecta?<br />Me esfuerzo al máximo. Son individuos bien educados.<br />Estoy convencida de que en este grupo habrá unos cuantos que recibirán premios.<br />Al finalizar el encuentro, converso con los docentes y, como siempre, pregunto cómo es la biblioteca y si los alumnos leen. Y aquí, en esta escuela privilegiada, oigo aquello que siempre oigo cuando voy de visita a las escuelas e incluso a las universidades.<br />—Ya sabes cómo es. Muchos niños jamás han leído nada y sólo se usa la mitad de la biblioteca.<br />"Ya sabes como es". Sí, efectivamente sabemos cómo es. Todos nosotros.<br />Somos parte de una cultura fragmentadora, en la que se cuestionan nuestras certezas de apenas pocas décadas atrás y en la cual es común que hombres y mujeres jóvenes con años de educación no sepan nada acerca del mundo, no hayan leído nada, sólo conozcan alguna especialidad y ninguna otra, por ejemplo, las computadoras.<br />Somos parte de una época que se distingue por una sorprendente inventiva, las computadoras y la Internet y la televisión, una revolución. No es la primera revolución que nosotros, los humanos, hemos abordado. La revolución de la imprenta, que no se produjo en cuestión de décadas sino durante un lapso más prolongado, modificó nuestras mentes y nuestra manera de pensar. Con la temeridad que nos caracteriza, aceptamos todo, como siempre, sin preguntar jamás "¿Qué nos va a pasar ahora con este invento de la imprenta?" Y así, tampoco nos detuvimos ni un momento para averiguar de qué manera nos modificaremos, nosotros y nuestras ideas, con la nueva Internet, que ha seducido a toda una generación con sus necedades en tal medida que, incluso personas bastante razonables, confesarán que una vez que se han conectado es difícil despegarse y podrían descubrir que han dedicado un día entero a navegar por blogs y a publicar textos carentes de todo sentido, etc.<br />Hace poco tiempo, incluso las personas menos instruidas respetaban el aprendizaje, la educación y otorgaban reconocimiento a nuestras grandes obras literarias. Por supuesto, todos sabemos que durante el transcurso de esa feliz etapa, muchas personas simulaban leer, simulaban respeto por el aprendizaje, pero existen pruebas de que los trabajadores y las trabajadoras anhelaban tener libros y ello se evidencia en la creación de bibliotecas, institutos y universidades obreras durante los siglos XVIII y XIX.<br />La lectura, los libros solían formar parte de la educación general.<br />Las personas mayores, cuando hablan con los jóvenes, deben tener en cuenta el papel fundamental que desempeñaba la lectura para la educación porque los jóvenes saben mucho menos. Y si los niños no saben leer, es porque nunca han leído.<br />Todos conocemos esta triste historia.<br />Pero no conocemos su final.<br />Recordemos el antiguo proverbio: "La lectura es el alimento del alma" —y dejemos de lado los chistes relacionados con los excesos en la comida—, la lectura alimenta el alma de mujeres y hombres con información, con historia, con toda clase de conocimientos.<br />Pero nosotros no somos los únicos habitantes del mundo. No hace demasiado tiempo me telefoneó una amiga para contarme que había estado en Zimbabwe, en una aldea donde sus habitantes habían pasado tres días sin comer, pero seguían hablando sobre libros y cómo conseguirlos, sobre educación.<br />Pertenezco a una pequeña organización que se fundó con el propósito de abastecer de libros a las aldeas. Había un grupo de personas que por motivos diferentes había recorrido todas las zonas rurales del territorio de Zimbabwe. Nos informaron que en las aldeas, a diferencia de la opinión generalizada, viven muchísimas personas inteligentes, maestros jubilados, maestros con licencia, niños de vacaciones, ancianos. Yo misma hice una pequeña encuesta para averiguar las preferencias de los lectores y descubrí que los resultados eran similares a los que arrojaba una encuesta sueca, cuya existencia desconocía hasta ese momento. Esas personas querían leer aquello que quieren leer los europeos, al menos quienes leen: novelas de todas clases, ciencia ficción, poesía, historias de detectives, obras dramáticas, Shakespeare y los libros de autoenseñanza —cómo abrir una cuenta bancaria, por ejemplo—, aparecían al final de la lista. Mencionaban las obras completas de Shakespeare: conocían el nombre. Un problema para encontrar libros destinados a los aldeanos consiste en que ellos desconocen la oferta, de modo que un libro de lectura obligatoria en la escuela como El alcalde de Casterbridge —de Thomas Hardy— se vuelve popular porque todos saben que es posible conseguirlo. Rebelión en la granja (George Orwell), por razones obvias, es la más popular de las novelas.<br />Nuestra pequeña organización conseguía libros de toda fuente posible, pero recordemos que un buen libro de bolsillo editado en Inglaterra costaba un salario mensual: así ocurría antes de que se impusiera el reinado del terror de Mugabe. Ahora, debido a la inflación, equivaldría al salario de varios años. Pero, cada vez que llegue una caja de libros a una aldea —y recordemos que hay una terrible escasez de gasolina— se la recibirá con lágrimas de alegría. La biblioteca podrá ser una plancha de madera apoyada sobre ladrillos bajo un árbol. Y en el transcurso de una semana comenzarán a dictarse clases de alfabetización: las personas que saben leer enseñan a quienes no saben, una verdadera práctica cívica, y en una aldea remota, como no había novelas en lengua tonga, un par de muchachos se dedicó a escribirlas. Existen unos seis idiomas principales en Zimbabwe y en todos ellos hay novelas, violentas, incestuosas, plagadas de delitos y asesinatos.<br />Nuestra pequeña organización contó desde sus inicios con el apoyo de Noruega y luego de Suecia. Porque sin esta clase de apoyo nuestros suministros de libros se hubieran agotado muy pronto. Se envían novelas publicadas en Zimbabwe y, también, libros de bricolaje a personas ávidas de ellos.<br />Suele decirse que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, pero no creo que eso sea verdad en Zimbabwe. Y debemos recordar que tal respeto y avidez por los libros surge, no del régimen de Mugabe sino del anterior, de la época de los blancos. Semejante hambre de libros es un fenómeno sorprendente y puede observarse en todo el territorio comprendido entre Kenya y el Cabo de Buena Esperanza.<br />Existe un vínculo improbable entre tal fenómeno y un hecho: crecí en una vivienda que era virtualmente una choza de barro con techo de paja. Es la clase de construcción típica en todas las zonas donde hay juncos o pastizales, suficiente barro, soportes para las paredes. En Inglaterra, durante la época de predominio sajón, por ejemplo. La casa donde viví tenía cuatro habitaciones, una junto a otra, no sólo una, y de hecho estaba llena de libros. Mis padres no se limitaron a llevar libros desde Inglaterra a África sino que mi madre compraba libros para sus hijos, que llegaban desde Inglaterra en grandes paquetes envueltos con papel madera y que fueron la alegría de mis primeros años. Una choza de barro, pero llena de libros.<br />Y suelo recibir cartas de personas que viven en una aldea donde no hay suministro de electricidad ni agua corriente (tal como nuestra familia en nuestra elongada choza de barro): "Yo también seré escritor, porque tengo la misma clase de casa en que vivía usted".<br />Pero aquí está la dificultad. No.<br />La escritura, los escritores, no provienen de casas sin libros.<br />Allí está la brecha. Allí está la dificultad.<br />Estuve leyendo los discursos de algunos de los recientes ganadores del premio (Nobel). Pensemos en el extraordinario Pamuk. Contaba él que su padre tenía mil quinientos libros. Su talento no surgió del vacío, estaba en contacto con las mejores tradiciones.<br />Pensemos en V.S. Naipaul. Según señala, los Vedas hindúes formaban parte de sus recuerdos familiares. Su padre lo estimuló para escribir. Y, cuando llegó a Inglaterra, por sus propios méritos utilizó la Biblioteca Británica. Estaba en contacto con las mejores tradiciones.<br />Pensemos en John Coetzee. No se limitaba a mantenerse en contacto con las mejores tradiciones, él mismo era la tradición: daba clases de literatura en Ciudad del Cabo. Y cuánto lamento no haber asistido a alguna de ellas, dictadas por esa mente maravillosa por su audacia y valentía.<br />Para escribir, para crear literatura, debe existir una estrecha relación con las bibliotecas, con los libros, con la Tradición.<br />Tengo un amigo en Zimbabwe. Un escritor. Es negro y este aspecto es pertinente. Aprendió a leer solo por medio de las etiquetas que aparecían en los frascos de mermelada y en las latas de fruta en conserva. Creció en una zona que he recorrido, una zona rural para población negra. El suelo está formado por arena y grava, hay escasos arbustos achaparrados. Las chozas son pobres, en nada parecidas a las bien mantenidas construcciones de quienes disponen de mayores recursos. Hay una escuela... semejante a aquella que ya he descrito. Mi amigo encontró una enciclopedia para niños que alguien había arrojado a la basura y la utilizó para aprender.<br />Para la época de la Independencia, en 1980, había un grupo de buenos escritores en Zimbabwe, un verdadero nido de pájaros cantores. Habían crecido al sur de la antigua Rhodesia, bajo el dominio blanco: las escuelas de los misioneros eran las mejores escuelas. En Zimbabwe no se forman escritores. No es fácil, mucho menos bajo el dominio de Mugabe.<br />Todos ellos recorrieron un arduo camino hacia la alfabetización, sin mencionar sus esfuerzos para convertirse en escritores. Me refiero a que las situaciones relacionadas con textos impresos en latas de mermelada y enciclopedias desechadas no eran infrecuentes. Y estamos hablando de personas que aspiraban a una educación cuyos estándares estaban muy lejos de su alcance. Una choza o varias con muchos niños, una madre agobiada por el trabajo, una lucha permanente por la comida y la ropa.<br />Sin embargo, a pesar de las dificultades, surgieron los escritores y hay algo más que debemos recordar. Estábamos en Zimbabwe, territorio conquistado físicamente menos de cien años antes. Los abuelos y las abuelas de estas personas podrían haber sido los narradores de su clan. La tradición oral. En el transcurso de una generación, o dos, se produjo la transición desde las historias recordadas y transmitidas oralmente a la impresión, a los libros. Un logro formidable.<br />Libros, literalmente rescatados de montones de desechos y escoria del mundo del hombre blanco. Pero, aunque tengas una pila de papel (no impreso, que ya es un libro), es necesario encontrar un editor, que te pague, que se mantenga solvente, que distribuya los libros. Recibí numerosos informes sobre el panorama editorial para África. Incluso en las zonas más privilegiadas como África del Norte, con su diferente tradición, hablar de un panorama editorial es un sueño de posibilidades.<br />Aquí estoy, hablando de libros nunca escritos, de escritores que no trascienden porque no encuentran editores. Voces desoídas. No es posible estimar semejante desperdicio de talento, de potencial. Pero, incluso antes de esa etapa en la creación de un libro que exige un editor, un anticipo, estímulo, hace falta algo más.<br />A los escritores se les suele preguntar: ¿Cómo escribes? ¿Con un procesador de texto? ¿Con máquina de escribir eléctrica? ¿Con pluma de ganso? ¿Con caracteres caligráficos? Sin embargo, la pregunta fundamental es: "¿Has encontrado un espacio, ese espacio vacío, que debe rodearte cuando escribes?" A ese espacio, que es una forma de escuchar, de prestar atención, llegarán las palabras, las palabras que pronunciarán tus personajes, las ideas: la inspiración.<br />Si un determinado escritor no logra encontrar este espacio, entonces los poemas y los cuentos podrían nacer muertos.<br />Cuando los escritores conversan entre sí, sus preguntas se relacionan siempre con este espacio, este otro tiempo. "¿Lo has encontrado? ¿Lo conservas?"<br />Pasemos a un panorama en apariencia muy diferente. Estamos en Londres, una de las grandes ciudades. Ha surgido una nueva escritora o un nuevo escritor. Con cinismo, preguntamos: ¿Tiene buenos pechos? ¿Es elegante? Si se trata de un hombre: ¿es carismático? ¿Es atractivo? Hacemos chistes, pero no es ningún chiste.<br />A este nuevo hallazgo se lo aclama, con seguridad recibe mucho dinero. Los paparazzi comienzan a zumbar en sus pobres oídos. Se los agasaja, alaba, transporta por el mundo entero. Nosotros, los mayores, que ya conocemos todo eso, sentimos pena por los neófitos, que no tienen idea de qué ocurre en realidad.<br />Ella, él, disfruta de los halagos, del reconocimiento.<br />Pero preguntémosle qué piensa un año después. Me parece escucharlos: "Es lo peor que me pudo haber pasado".<br />Algunos de los tan publicitados nuevos escritores no han vuelto a escribir o no han escrito aquello que querían, que se proponían escribir.<br />Y nosotros, los mayores, quisiéramos susurrar a esos oídos inocentes. "¿Aún conservas tu espacio? Tu espacio único, propio y necesario donde puedan hablarte tus propias voces, sólo para ti, donde puedas soñar. Entonces, sujétate fuerte, no te sueltes".<br />Es imprescindible alguna clase de educación.<br />En mi mente habitan magníficos recuerdos de África que puedo revivir y contemplar cuantas veces quiera. Por ejemplo, esas puestas de sol, doradas, púrpuras y anaranjadas, que se despliegan en el cielo al atardecer. ¿Y las mariposas diurnas y nocturnas y las abejas sobre los aromáticos arbustos del Kalahari? O, cuando me sentaba a la orilla del Zambezi, allí donde corre bordeado por pastos claros, durante la estación seca, con su satinado y profundo tono de verde, con todas las aves de África cerca de sus márgenes. Sí, elefantes, jirafas, leones y otros animales, había muchísimos, pero cómo olvidar el cielo nocturno, aún incontaminado, negro y maravilloso, cubierto de inquietas estrellas.<br />Pero hay otra clase de recuerdos. Un joven, de unos dieciocho años, llora frente a su "biblioteca". Un visitante estadounidense, al ver una biblioteca sin libros, envió un cajón, pero el joven los tomó uno por uno, con sumo respeto, y los envolvió en material plástico. "Pero", le dijimos, "¿acaso esos libros no son para leer?" y nos respondió: "No, se van a ensuciar y entonces ¿dónde consigo otros?"<br />Su deseo es que le mandemos libros desde Inglaterra para aprender a enseñar. "Sólo cursé cuatro años de escuela secundaria", suplica, "pero nunca me enseñaron a enseñar".<br />He visto un Maestro en una escuela donde no había libros de texto, ni siquiera un trozo de tiza para el pizarrón —la habían robado— enseñar a su clase formada por alumnos entre seis y dieciocho años con piedritas que movía sobre la tierra mientras recitaba "Dos por dos son…", etc. He visto una muchacha, de escasos veinte años, con similar escasez de libros de texto, carpetas de ejercicios, bolígrafos, de todo, que dibujaba las letras del abecedario con un palito en el suelo, bajo el sol calcinante y en medio de una nube de polvo.<br />Somos testigos de esa inagotable hambre de educación que impera en África, en cualquier lugar del Tercer Mundo o como sea que llamemos a esas partes del planeta donde los padres aspiran a que sus hijos tengan acceso a una educación que los saque de la pobreza, a los beneficios de la educación.<br />Nuestra educación que tan amenazada se encuentra en esta época.<br />Quisiera que se imaginasen a sí mismos en algún lugar del sur de África, en un comercio de ramos generales propiedad de un hindú, en una zona pobre, durante una época de sequía prolongada. Hay una hilera de personas, en su mayoría mujeres, con toda clase de recipientes para agua. Este negocio recibe una provisión de agua cada tarde desde la ciudad y esas personas están esperando su ración de esa preciada agua.<br />El hindú presiona las muñecas contra la superficie del mostrador y observa a una mujer negra, que se inclina sobre un cuadernillo de papel que parece arrancado de un libro. Está leyendo Anna Karenina.<br />Ella lee con lentitud, palabra por palabra. Parece un libro difícil. Es una joven con dos niños pequeños que se aferran a sus piernas. Está embarazada. El hindú se angustia al ver la pañoleta que cubre la cabeza de la joven, que debería ser blanca, pero a causa del polvo tiene un tono amarillento. El polvo se deposita entre sus pechos y sobre sus brazos. Al hombre lo angustian las hileras de personas, todas sedientas, porque no tiene suficiente agua para darles. Se indigna porque sabe que las personas se están muriendo allí afuera, más allá de las nubes de polvo. Su hermano mayor le ayudaba con el negocio, pero dijo que necesitaba un descanso, se había ido a la ciudad, bastante enfermo en realidad, a causa de la sequía.<br />El hombre siente curiosidad. Y pregunta a la joven:<br />—¿Qué estás leyendo?<br />—Es sobre Rusia —responde la chica.<br />—¿Sabes dónde queda Rusia? —Tampoco él está muy seguro.<br />La joven lo mira fijamente con gran dignidad, aunque tenga los ojos enrojecidos por el polvo.<br />—Yo era la mejor de la clase. Mi maestra me dijo que era la mejor.<br />La joven retoma la lectura: quiere llegar al final del párrafo.<br />El hindú mira los dos niñitos y toma una botella de Fanta, pero la madre dice:<br />—La Fanta les da más sed.<br />El hindú sabe que no debería hacer algo semejante, pero se inclina hacia un enorme recipiente plástico que se encuentra a su lado detrás del mostrador y sirve agua en dos jarros plásticos que entrega a los niños. Observa mientras la joven mira beber a sus hijos con los labios temblorosos. El hombre le sirve un jarro de agua. Le hace daño verla beber con esa sed tan dolorosa.<br />Luego ella le entrega un recipiente plástico para agua, que el hombre llena. La joven y los niños lo observan atentamente para que no derrame ni una gota.<br />Ella vuelve a inclinarse sobre el libro. Lee con lentitud, pero el párrafo la fascina y vuelve a leerlo.<br />"Varenka lucía muy atractiva con la pañoleta blanca sobre su negra cabellera, rodeada por los niños a quienes atendía con alegría y buen humor y al mismo tiempo visiblemente entusiasmada por la posibilidad de una propuesta de matrimonio que le formularía un hombre a quien apreciaba. Koznyshev caminaba a su lado y le dirigía constantes miradas de admiración. Al contemplarla, recordaba todas las cosas encantadoras que había escuchado de sus labios, todas las virtudes que le conocía y se tornaba más y más consciente de que sus sentimientos por ella eran algo singular, algo que sólo había sentido una vez, mucho, mucho tiempo atrás, en su primera juventud. La dicha de estar junto a ella aumentaba a cada paso y por fin llegó a un punto tal que, mientras colocaba en su cesta un enorme hongo comestible con tallo delgado y bordes curvilíneos en el extremo superior, la miró a los ojos y, al advertir el rubor de alegre inquietud temerosa que inundaba su cara, se sintió confundido y, en silencio, le dirigió una sonrisa por demás reveladora".<br />Este fragmento de material impreso se encuentra sobre el mostrador, junto a varios ejemplares viejos de revistas, unas cuantas hojas de periódicos con muchachas en bikini.<br />Ha llegado el momento de abandonar el refugio del negocio y desandar los seis kilómetros para llegar a su aldea. Ya es hora... Afuera las hileras de mujeres que esperan se quejan a gritos. Sin embargo, el hindú deja correr el tiempo. Sabe cuánto esfuerzo le demandará a esta joven volver a su casa arrastrando a dos niños. Quisiera regalarle ese trozo de prosa que tanto la fascina, pero le resulta increíble que ese retoño de mujer con su enorme barriga sea capaz de comprenderlo.<br />¿Cómo ha ido a parar un tercio de Anna Karenina a este mostrador de un remoto comercio de ramos generales? Así.<br />Sucedió que un funcionario jerárquico de las Naciones Unidas compró un ejemplar de esta novela en la librería, cuando inició sus viajes a través de varios océanos y mares. En el avión, se acomodó en su asiento de clase ejecutiva y de un tirón dividió el libro en tres partes. Mientras tanto, miraba a los otros pasajeros con la seguridad de encontrar expresiones de estupor, de curiosidad y también de hilaridad. Luego, ya con el cinturón de seguridad bien sujeto, dijo en voz alta a quien quisiera escucharlo: "Es mi costumbre para los viajes largos. A nadie le gusta sostener un libro muy pesado. La novela era una edición de bolsillo, pero no deja de ser un libro extenso. El hombre estaba acostumbrado a que lo escuchasen cuando hablaba. "Viajo todo el tiempo", confesó. "Viajar en esta época ya es bastante esfuerzo." Tan pronto como los pasajeros se acomodaron, abrió su parte de Anna Karenina y se puso a leer. Cuando alguien lo miraba, por curiosidad o no, se desahogaba. "No, en realidad es la única manera de viajar." Conocía la novela, le gustaba y este original modo de leer verdaderamente agregaba sabor a aquello que al fin de cuentas era un libro famoso.<br />Cuando llegaba al final de una sección del libro, llamaba a la azafata y se la enviaba a su secretaria, quien viajaba en clase económica. Esta situación atraía gran interés, reprobación, justificada curiosidad cada vez que una sección de la gran novela rusa llegaba, mutilada aunque legible, a la parte posterior del avión. En general, esta ingeniosa forma de leer Anna Karenina produjo una impresión y es probable que ninguno de los testigos la haya olvidado.<br />Mientras tanto, en el negocio del hindú, la joven permanece apoyada contra el mostrador con sus hijitos prendidos de su falda. Usa jeans, porque es una mujer moderna, pero sobre ellos se ha puesto la gruesa falda de lana, parte del atuendo tradicional de su pueblo: sus hijos pueden aferrarse a ella, a sus amplios pliegues.<br />La joven dirigió una mirada agradecida al hindú, sabía que el hombre la apreciaba y se compadecía de ella, y salió en dirección a la polvareda.<br />Los niños ya no tenían fuerzas ni para llorar y las gargantas se les habían llenado de polvo.<br />Era penosa, claro que sí, era penosa esa caminata, un pie tras otro, a través del polvo que se depositaba en blandos montículos traicioneros bajo sus plantas. Es penoso, muy penoso, pero ella estaba acostumbrada a las penurias ¿o no? Sus pensamientos estaban ocupados por la historia que acababa de leer. Iba pensando: "Se parece a mí, con su pañoleta blanca y también porque cuida niños. Yo podría ser ella, esa chica rusa. Y ese hombre, que la ama y le propondrá matrimonio. (No había pasado de aquel párrafo). Sí, también encontraré a un hombre y me llevará lejos de todo esto, a mí y a los niños, sí, me amará y me cuidará".<br />La joven sigue avanzando. El recipiente de agua le pesa en los hombros. Sigue adelante. Los niños oyen el sonido del agua que se agita dentro del recipiente. A medio camino ella se detiene para acomodar el recipiente. Sus hijos gimotean y lo tocan. Ella piensa que no lo puede abrir, porque se llenaría de polvo. De ninguna manera puede abrir el recipiente antes de llegar a casa.<br />—Esperen —dice a sus hijos—. Esperen.<br />Debe darse ánimo y continuar.<br />Y piensa. Mi maestra dijo que allí había una biblioteca, más grande que el supermercado, un edificio grande lleno de libros. La joven sonríe mientras avanza y el polvo le azota la cara. Soy inteligente, piensa. La maestra dijo que soy inteligente. La más inteligente de la escuela, así dijo ella. Mis hijos serán inteligentes, igual que yo. Los llevaré a la biblioteca, ese lugar lleno de libros, e irán a la escuela y serán maestros. Mi maestra me dijo que yo también podría ser maestra. Mis hijos estarán lejos de aquí, ganarán dinero. Vivirán cerca de la gran biblioteca y llevarán una buena vida.<br />Supongo que se preguntarán cómo terminó aquel trozo de la novela rusa que estaba sobre el mostrador del negocio de ramos generales.<br />Sería un buen argumento para un cuento. Tal vez alguien quiera contarlo.<br />Y allí va esa pobre chica, sostenida por la expectativa del agua que dará a sus hijos cuando llegue a casa y que ella misma beberá también. Y allí va... a través de las pavorosas polvaredas que provoca una sequía africana.<br />Estamos hastiados en nuestro mundo, en nuestro mundo amenazado. Tenemos talento para la ironía e incluso para el cinismo. Apenas si utilizamos ciertas palabras e ideas, debido al desgaste que experimentan. Pero tal vez queramos recuperar algunas palabras que han perdido su potencialidad.<br />Tenemos un yacimiento —un tesoro— de literatura que se remonta a los egipcios, a los griegos, a los romanos. Todo está allí, esta abundancia de literatura por descubrir una y otra vez para quien tenga la suerte de encontrarla. Un tesoro. Supongamos que no existiera. Qué empobrecidos, qué vacíos estaríamos.<br />Poseemos una herencia de idiomas, poemas, cuentos, relatos que jamás se agotará. Podemos disponer de ella, siempre.<br />Tenemos un legado de cuentos, relatos de los antiguos narradores, algunos cuyos nombres conocemos y otros no. Los narradores retroceden más y más en el tiempo hasta un claro del bosque donde arde una enorme hoguera y los antiguos chamanes bailan y cantan, porque nuestro patrimonio de cuentos se originó en el fuego, la magia, el mundo de los espíritus. Y es allí donde permanece, hasta el presente.<br />Si consultamos a algún narrador moderno, nos dirá que siempre existe un momento de contacto con el fuego, con aquello que nos gusta llamar inspiración y que se remonta al pasado remoto hasta el origen de nuestra raza, al fuego, al hielo y a los fuertes vientos que nos dieron forma y que conformaron nuestro mundo.<br />El narrador vive dentro de todos nosotros. El creador de historias siempre va con nosotros. Supongamos que nuestro mundo padeciera una guerra, los horrores que todos podemos imaginar con facilidad. Supongamos que las inundaciones anegaran nuestras ciudades, que el nivel de los mares se elevara…, el narrador sobrevivirá, porque nuestra imaginación nos determina, nos sustenta, nos crea: para bien o para mal y para siempre. Nuestros cuentos, el narrador, nos recrearán cuando estemos desgarrados, heridos, e incluso destruidos. El narrador, el creador de sueños, el inventor de mitos es nuestro fénix, nuestra mejor expresión, cuando nuestra creatividad alcanza su punto máximo.<br />Esa pobre chica que atraviesa trabajosamente la polvareda y sueña con educación para sus hijos, ¿acaso somos mejores que ella, nosotros, atiborrados de comida, con nuestros armarios repletos de ropa, sofocados por nuestras superabundancias?<br />Creo que esa chica y las mujeres que seguían hablando sobre libros y educación, aunque llevaran tres días sin comer, son quienes nos podrían definir.<br />________________________<br />© 2007, The Nobel Foundation.<br />Texto tomado de la revista electrónica Imaginaria, No. 225, Buenos Aires, 6 de febrero de 2008. Traducido y reproducido con autorización de la Dirección de Relaciones Públicas de la Fundación Nobel.<br />La reproducción total o parcial de este texto en cualquier idioma requiere expresa autorización de la Fundación Nobel que, en todos los casos, conserva el copyright. Para toda consulta al respecto, se podrá escribir a </span><a href="mailto:info@nobel.se"><span style="font-family:arial;font-size:130%;">info@nobel.se</span></a><br /><span style="font-family:arial;font-size:130%;">Imaginaria ofreció el texto de la conferencia preparada por Doris Lessing —ganadora del Premio Nobel de Literatura 2007— para la ceremonia de entrega del mismo. Lessing, por problemas de salud, no participó de la ceremonia en Estocolmo y encargó la lectura de su texto a su editor, Nicholas Pearson, quien la hizo el 7 de diciembre de 2007.<br />La escritora británica, de 88 años, es la persona de mayor edad que ha recibido el premio, la 34ª mujer galardonada con un Nobel desde que empezaron a entregarse en 1901, y la undécima en ganar el de Literatura.<br />La Academia Sueca, que concede el premio dotado con 10 millones de coronas suecas (alrededor de un millón de euros), reconoció la capacidad de la autora para retratar "la épica de la experiencia femenina, y su escepticismo y fuerza visionaria con la que ha examinado una civilización dividida".</span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-87548856868654495162008-02-07T21:59:00.000-04:302008-02-07T22:03:54.536-04:30PROSOEMA No. 64 (08/02/2008)<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwNuDsaI9xpOj3JEAmG1S5OXsJ2arJ60GK24FWshcXBtUm-3wxLTeEN3QnhI1Qq1mHhD9Bh1wNOvPeIgSjyPLUByraD5YsXt0gGqFgCPag9DH1e9x3su0JGc7JlY_msqjpdRivgA/s1600-h/El+derecho+a+la+ternura.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5164431506548971106" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwNuDsaI9xpOj3JEAmG1S5OXsJ2arJ60GK24FWshcXBtUm-3wxLTeEN3QnhI1Qq1mHhD9Bh1wNOvPeIgSjyPLUByraD5YsXt0gGqFgCPag9DH1e9x3su0JGc7JlY_msqjpdRivgA/s320/El+derecho+a+la+ternura.jpg" border="0" /></a><span style="font-family:times new roman;font-size:130%;">Armando José Sequera<br /><strong>EL DERECHO A LA TERNURA</strong>.<br />Espasa-Calpe, Caracas, 2007.<br /><br /></span><div align="justify"><span style="font-family:arial;"><span style="font-size:130%;"><span style="font-family:times new roman;">La semana que viene entra en circulación esta novela de Sequera.<br />La protagoniza Mariana, una niña de doce años para quien todos los seres humanos tenemos derecho a ser tiernos sin que se nos tilde de cursis.<br />En las páginas de este libro, Mariana cuenta cómo fue la relación amorosa de sus abuelos paternos y como es la de sus padres. Se opone a la idea según la cual el amor es algo pasajero o de otros tiempos y lo reivindica como algo indispensable para la humanidad.<br />Las múltiples anécdotas que presenta sobre esas cuatro personas hacen que los lectores descubran cuan próxima está a nosotros la ternura y cómo sólo basta regarla con cariño y creatividad para que florezca.<br />Tras los éxitos de sus personajes, el tío Ramón y Teresa, Sequera nos entrega ahora a Mariana en una novela que, por la cantidad de historias que contiene, parece a la vez un libro de cuentos.<br />En esta edición de <span style="color:#cc33cc;">Prosoema</span>, ofrecemos el capítulo 5 de <span style="color:#ff6600;">El derecho a la ternura</span>, novela que, esperamos, agrade también a sus lectores de todas las edades.</span><br />_____________________<br /><strong><span style="color:#ff0000;">CAPÍTULO 5</span></strong><br /><br />Como ya dije, mis padres se conocieron en un cumpleaños. Se habían visto varias veces en las oficinas del diario donde trabajaban, pero nunca habían hablado.<br />Morella, una de las reporteras -que era amiga de ambos-, los invitó a su fiesta de cumpleaños. Esa noche, cuando los presentó, los dos se quedaron estáticos, uno frente al otro, sin decirse nada en los próximos cinco minutos.<br />Morella creyó que no se habían gustado hasta que, al día siguiente, mamá y ella se encontraron en el archivo del diario y mamá le agradeció que le hubiera presentado a papá.<br />-Augusto es tan especial: tan amable, tan profundo... ¡Y, sobre todo, tan romántico! -dijo mamá, suspirando.<br />-¡Pero, si ustedes no se dijeron nada! -comentó Morella, asombrada.<br />-No con palabras -replicó mamá.<br />Al rato, Morella vio a papá o papá vio a Morella, no sé bien cómo fue. Lo cierto es que papá también le agradeció que le hubiera presentado a mamá.<br />-¡Miriam es una mujer extraordinaria -dijo-: es tan inteligente, tan bella, tan...! ¡Es única...!<br />Morella le dijo a papá que los dos estaban locos y se despidió de él, moviendo el dedo índice de su mano derecha sobre su sien del mismo lado. Papá cuenta que, después de separarse, la vio correr hasta su escritorio, abrir una gaveta, sacar un cigarrillo y ponerse a fumar desesperadamente.<br />Mis padres se pusieron de acuerdo para verse fuera del diario y, en la primera salida, descubrieron que los dos eran vegetarianos, que a ambos les gustaba la música de Mozart, de Vivaldi y de los Beatles, así como los cuentos de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Que la novela favorita de ambos era Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury, y sus poetas preferidos Miguel Hernández y César Vallejo. Que admiraban a Greenpeace y que la mayoría de sus amigos y amigas eran amigos y amigas de uno y otra. También que padecían la misma tristeza paralizante los domingos por la tarde.<br />Estuvieron saliendo durante seis meses. Iban al cine, al teatro, a exposiciones de pintura o fotografía, a conciertos, a playas (principalmente, a las de los parques Morrocoy y Mochima), al teleférico de Mérida y, aquí en Caracas, al Parque Nacional El Ávila, al Parque del Este y a las cuevas de El Cafetal. Todos los mediodía almorzaban juntos, cerca del diario.<br />Un día, los enviaron a Perú, a cubrir no recuerdo qué noticia. Cuando llegaron al aeropuerto de Maiquetía, mamá pasó sin problemas por el detector de metales. Papá no y eso que, antes de pasar, dejó su cámara y varias monedas en una cesta pequeña. Sin embargo, la alarma sonó y se encendió una luz roja.<br />Papá retrocedió, sacó de los bolsillos de sus pantalones un llavero y una navaja suiza. Se quitó el reloj y también el cinturón, cuya hebilla era bastante gruesa.<br />Avanzó de nuevo hacia el detector de metales y el timbre volvió a sonar. Entonces dijo:<br />-Olvidé sacar algo.<br />Ante los policías y los otros pasajeros que estaban en fila detrás de él, papá sacó de uno de los bolsillos de su chaqueta un pequeño estuche metálico y lo abrió. Adentro había un anillo de oro con una esmeralda pequeña. Allí, debajo del detector de metales, le preguntó a mamá si quería ser su esposa. Lo hizo igual que en las películas de Hollywood: poniéndose de rodillas y extendiendo el anillo hacia ella.<br />Mamá se quedó muda. En primer lugar, avergonzada de que papá hubiera hecho aquello delante de tanta gente desconocida y, en segundo, asombrada de estar viviendo algo así. Luego, durante quince o veinte interminables segundos -mientras pensaba que eso era lo más romántico que le había ocurrido-, mantuvo en suspenso a todos los testigos. Cuando regresó de sus pensamientos, dijo que sí y abrazó y besó a papá.<br />Todos los presentes –pasajeros y policías por igual-, aplaudieron y una de las pasajeras se echó a llorar.<br />-¡Nunca había visto nada tan emocionante! -dijo, mientras se secaba las lágrimas-. ¡Ojalá me hubiera ocurrido a mí!</span></span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-84579782133752601022008-02-01T10:41:00.000-04:302008-02-01T10:51:08.611-04:30PROSOEMA No. 63 (01/02/2008)<div align="justify"><strong><span style="font-size:130%;"><span style="color:#ff0000;">INSTRUCCIONES PARA ENSEÑAR<br />A UN NIÑO A LEER</span><br /></span></strong></div><div align="justify"><br /></div><div align="justify"><strong><span style="font-size:130%;color:#009900;">Gustavo Martín Garzo</span></strong></div><div align="justify"><br /></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDtCy9jwv7MSYWzVhlGnVdN2NEqS8Gon11N8O2BoqgLjrrvcBv_XtA3eMSEaszDGznsDJZAnaHP9QN7oqbugdvwvoBfRoREb4ofb5yVy-f6AgF43c87CsIUqWbq9eVzf7RPpS_IQ/s1600-h/Enseñar+a+leer.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5162031577608214098" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDtCy9jwv7MSYWzVhlGnVdN2NEqS8Gon11N8O2BoqgLjrrvcBv_XtA3eMSEaszDGznsDJZAnaHP9QN7oqbugdvwvoBfRoREb4ofb5yVy-f6AgF43c87CsIUqWbq9eVzf7RPpS_IQ/s320/Ense%C3%B1ar+a+leer.jpg" border="0" /> <p align="justify"></a><br /><span style="font-size:130%;"><span style="font-family:arial;">Conviene empezar cuanto antes, a ser posible en la habitación misma de la clínica de maternidad, ya que es aconsejable que el futuro lector esté, desde que nace, rodeado de palabras.<br />No importa que, en esos primeros momentos, no las pueda entender; con tal de que formen parte de ese mundo de onomatopeyas, exclamaciones y susurros que le une a su madre y que tiene que ver con la dicha.<br />Poco a poco, irá descubriendo que las palabras, como el canto de los pájaros o las llamadas del celo de los animales, no son sólo manifestación de existencia sino que nos permiten relacionarnos con lo ausente.<br />Así, muy pronto, si su madre no está a su lado, echará mano de ellas para recuperarla en su pensamiento o, si vive en un pueblo rodeado de montañas, les pedirá que le digan cómo es el mundo que le aguarda más allá de esas montañas y del que no sabe nada.<br />Palabras del día y de la noche<br />Por eso, los adultos deben contarle cuentos y, sobre todo, leérselos.<br />Es importante que el futuro lector aprenda a relacionar desde el principio el mundo de la oralidad y el de la escritura. Que descubra que la escritura es la memoria de las palabras y que los libros son algo así como esas despensas donde se guarda todo cuanto de gustoso e indefinible hay a nuestro alrededor; ese lugar donde uno puede acudir por las noches, mientras todos duermen, a tomar lo que necesita.<br />A estas alturas, habrá hecho un descubrimiento esencial: que existen palabras del día y palabras de la noche.<br />Las palabras del día tienen que ver con lo que somos, con nuestra razón, nuestras obligaciones y nuestra respetabilidad; las de la noche con la intimidad, con el mundo de nuestros deseos y nuestros sueños. Y ése es un mundo que necesariamente se relaciona con el secreto.<br />Por eso, el adulto no debe hablar demasiado al niño de los libros, ni abrumarle con consejos acerca de lo importante que es leer; porque entonces éste desconfiará.<br />La madre que guarda en la despensa los dulces que acaba de preparar, no lo proclama a los cuatro vientos y así los vuelve más codiciables.<br />Las palabras de la literatura tienen que ver con ese silencio con lo que se guarda y tal vez hay que robar; nunca con lo que nos ofrecen a gritos y mucho menos a la luz del día, donde todos puedan vernos.<br />El futuro lector, en suma, debe ver libros a su alrededor; saber que están ahí y que puede leerlos, pero nunca sentir que es eso lo que todos esperan que haga.<br />Sería aconsejable, si me apuran, que los padres no los tuvieran demasiado a la vista, sino que los guardaran dentro de grandes armarios que, a ser posible, mantendrían cerrados con llave. Aunque, de vez en cuando, se olvidarían de esa llave o de cerrar esos armarios, dándole al niño la opción de llevarse los libros cuando nadie le viera.<br />Pero lo más importante es que el niño vea a sus padres leer. Discretamente, sin ostentación, pero de una forma arrebatada y absurda. El rubor en las mejillas de una madre joven, mientras permanece absorta en el libro que tiene delante, es la mejor iniciación que ésta puede ofrecer a su niño al mundo de la lectura.<br />Jardín secreto<br />Los libros son como aquel jardín secreto del que hablara F. H. Burnett en su célebre novela homónima: no basta con saber que están ahí, sino que hay que encontrar la puerta que nos permite entrar en su interior; y la llave que abre esa puerta nos tiene que ser entregada azarosamente por alguien.<br />En la novela de F. H. Burnett, es un petirrojo quien lo hace y, gracias a ello, la niña puede visitar el jardín escondido.<br />El que ese petirrojo tarde en presentarse no quiere decir que no vaya a hacerlo nunca pero, incluso si así fuera, tampoco se alarme demasiado, ni por supuesto llegue a pensar que su hijo es un caso perdido.<br />Piense que la lectura no siempre nos hace más sabios, ni más inteligentes, ni siquiera más buenos o compasivos, y que bien pudiera ser que ese niño que adora fuera como los bosquimanos, que tampoco leyeron una sola línea y eso no les impidió concebir algunos de los cuentos más hermosos que se han escuchado jamás.<br />No olvide, en definitiva, que el cuento más necesario y por el que seremos juzgados es el que contamos sin darnos cuenta con nuestra vida.</span><br /></span>_______________________<br /></p><div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgp-u7Zczl9n6DNdELp_gdoz0lTStmIw7Cd9Lqevlv5OZBIJgUz6ylBLpiC2_Em2UVtKqECPxK4wkaOkGioKFqTvsziFQmHRnfEC-aibJKScdCbm7LI0BTtSTWbIssGbESuSGmX9A/s1600-h/Gustavo+Martín+Garzo.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5162030314887829058" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgp-u7Zczl9n6DNdELp_gdoz0lTStmIw7Cd9Lqevlv5OZBIJgUz6ylBLpiC2_Em2UVtKqECPxK4wkaOkGioKFqTvsziFQmHRnfEC-aibJKScdCbm7LI0BTtSTWbIssGbESuSGmX9A/s320/Gustavo+Mart%C3%ADn+Garzo.jpg" border="0" /></a><span style="font-size:130%;"><span style="color:#cc33cc;"><strong>Gustavo Martín Garzo</strong></span>. Novelista español (1948) nacido en Valladolid. Licenciado en Filosofía y Letras en la especialidad de Psicología, es fundador de las revistas literarias <strong>Un ángel más</strong> y <strong>El signo del gorrión</strong>. Entre sus numerosos relatos y novelas destacan <strong>El lenguaje de las fuentes</strong> (Premio Nacional de Narrativa, 1994), <strong>Marea oculta</strong> (1995), <strong>La princesa manca</strong> (1995), <strong>La vida nueva</strong> (1996), <strong>Ña y Bel</strong> (1997), <strong>El pequeño heredero</strong> (1997), <strong>Las historias de Marta y Fernando</strong> (Premio Nadal, 1999), <strong>El valle de las gigantas</strong> (2000) y <strong>La soñadora</strong> (2001). Es autor de los libros infantiles <strong>Una miga de pan</strong> (finalista del Premio Nacional de Literatura Infantil, 2000) y <strong>Tres cuentos de hadas</strong> (2003); y de los ensayos, <strong>El hilo azul</strong> (2001) y <strong>El libro de los encargos</strong> (2003). Ha colaborado con sus artículos en los medios más importantes del país y ha participado en múltiples congresos de literatura.</span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-13596340633464461352008-01-25T11:25:00.000-04:302008-01-25T11:34:25.228-04:30PROSOEMA No. 62 (25/01/2008)<div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><strong><span style="color:#3333ff;">Marissa Arroyal</span></strong><br /><strong><span style="color:#ff0000;">LOS TROPITROLLS</span></strong>. Fondo Editorial del Caribe, Barcelona, Anzoátegui, 2007.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBN7Y8XFlw9jv2Os1uMUu8UwjUSkbHJu_HNDwJ8CbkG5sROjLUvJn51XMnxv2-zaEv9xDlne5PRr6DdC57OpUzFFgM4qYcczHuEAH1DVHfhAtxI9HwE5FugzvM1VR1W02M74u4Ww/s1600-h/Los+Tropitrolls+-+Marissa+Arroyal.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5159444873424655922" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBN7Y8XFlw9jv2Os1uMUu8UwjUSkbHJu_HNDwJ8CbkG5sROjLUvJn51XMnxv2-zaEv9xDlne5PRr6DdC57OpUzFFgM4qYcczHuEAH1DVHfhAtxI9HwE5FugzvM1VR1W02M74u4Ww/s320/Los+Tropitrolls+-+Marissa+Arroyal.jpg" border="0" /></a>Hay fiesta en la familia: Romi, la hija mayor, regresa a Caracas, tras pasar un año estudiando en Noruega, el país del continente europeo situado más cerca del Polo Norte.<br />Entre los regalos que trae en su maleta, vienen dos pequeños trolls de chocolate que entrega a Alex y Xavi, sus hermanos menores.<br />Y, aunque éstos adoran el chocolate, se encariñan tanto con las figuras de los duentes que deciden no comérselas ese día.<br />Este cariño obra el milagro de devolverles a la vida en carne y hueso, pues ambos trolls eran víctimas de un hechizo.<br />En los días siguientes, los dos duendes se incorporan a la vida de la familia, por supuesto, sin que se enteren los padres de los niños ya que, con toda seguridad, no verán con buenos ojos la presencia de estos personajes en su casa.<br />Pero los trolls estaban a punto de casarse cuando fueron hechizados y echan de menos su propósito de tener una casa y fundar una familia.<br />Alex y Xavi renuncian a tenerlos y los llevan al Ávila, donde Trond y Maike inician un nuevo linaje caraqueño de duendes: el de los Tropitrolls.<br />Ésta, a grandes rasgos, es la historia contada en este cuento que contiene todos los elementos propios de los poemas y narraciones de Marissa: un lenguaje poético, expresado con palabras cotidianas; el recurrir a personajes que, a fuerza de interactuar con la cotidianidad, se tornan verosímiles y hasta reales; su siempre presente propósito ecologista y su profundo amor por la serranía del Ávila, ese conjunto de montañas que detiene los huracanes y hace de Caracas un lugar especial en el planeta.<br />Marissa Arroyal es, fundamentalmente, poeta. Escribe narraciones de unos años para acá, como una forma de abrir nuevas posibilidades expresivas.<br />En 2006, ganó la Bienal Latinoamericana “Canta Pirulero” del Ateneo de Valencia (Carabobo), con el libro de poemas para niños <strong><span style="color:#999999;">La montaña que vino del mar</span></strong>.<br />________________________<br /><strong><span style="color:#ff0000;">José Gregorio Bello Porras</span></strong><br /><span style="color:#009900;"><strong>UN GATO BASTANTE DISTRAÍDO</strong></span>. Fondo Editorial del Caribe, Barcelona, Anzoátegui, 2007.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqZfa8zcmSgodnFfWbGcrukONs_K_BLJRshupHohJlMsVJ3yo0PvCs_Q5e1-WRHFo2F6JpU2qnR0eeDlEsaoh6wuR_uaYu8QtFq6Qx_o_irHujTPy6mP8UYM1P2_Y1ZsP0_8tPWw/s1600-h/Un+gato+bastante+distraído+-+José+Gregorio+Bello+Porras.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5159444693036029474" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqZfa8zcmSgodnFfWbGcrukONs_K_BLJRshupHohJlMsVJ3yo0PvCs_Q5e1-WRHFo2F6JpU2qnR0eeDlEsaoh6wuR_uaYu8QtFq6Qx_o_irHujTPy6mP8UYM1P2_Y1ZsP0_8tPWw/s320/Un+gato+bastante+distra%C3%ADdo+-+Jos%C3%A9+Gregorio+Bello+Porras.jpg" border="0" /></a>Para Magda, la escritora de cuentos para niños y jóvenes que lo ha adoptado, Miguel es el gato más distraído del mundo.<br />En vez de estar pendientes de las labores de vigilancia ratonil que se espera de los gatos, Miguel vive en un estado de contemplación más propio de un poeta o un místico que de un cazador casero.<br />Y es que, mientras Miguel vive en un estado de permanente ensoñación, los ratones que plenan el apartamento de Magda hacen de las suyas, saqueando la nevera y apoderándose de las delicias que pretende guardar la alacena.<br />Pero el estado de distracción de Miguel no es absoluto y, en un final sorpresivo, se descubre que, además de los elementos poéticos que el percibe, este gato está pendiente de sus amigos como sólo sabe hacerlo alguien que valora mucho la amistad.<br />Con este cuento, José Gregorio –quien, además de narrador, es psicólogo–, se estrena como autor de narraciones para niños y jóvenes.<br />Ya él tiene una carrera como escritor, establecida a lo largo de casi 60 libros publicados entre 1977 y 2007 y varios premios literarios, como el del Concurso de Cuentos del diario El Nacional, en 1989.<br />En este cuento se manifiesta su notable sentido del humor que, junto a un muy particular decir poético, son los dos polos entre los que se mueve su narrativa.<br />______________<br /><strong><span style="color:#cc33cc;">Olga Cortez Barbera</span></strong><br /><strong><span style="color:#cc9933;">EN BUSCA DE LOS DIENTES DE ORO</span></strong>. Fondo Editorial del Caribe, Barcelona, Anzoátegui, 2007.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEja43Dn9ho8Uy7pcQboNsVOynbrlk5S8JCV0d_0BEyFwXuO1VJxQLz2p3SIX5jwb3rA7GqsJtRnxEGICjPC_zhnzZ_E6Jp4byVgXn46tt2AYgR1EbdPn-knI41zdZ0BPRUwItZ8KQ/s1600-h/En+busca+de+los+dientes+de+oro+-+Olga+Cortez+Barbera.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5159444289309103634" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEja43Dn9ho8Uy7pcQboNsVOynbrlk5S8JCV0d_0BEyFwXuO1VJxQLz2p3SIX5jwb3rA7GqsJtRnxEGICjPC_zhnzZ_E6Jp4byVgXn46tt2AYgR1EbdPn-knI41zdZ0BPRUwItZ8KQ/s320/En+busca+de+los+dientes+de+oro+-+Olga+Cortez+Barbera.jpg" border="0" /></a>Dos niños van con sus padres al Parque Nacional Mochima, en la confluencia entre los estados Anzoátegui y Sucre.<br />El varón acaba de perder su octavo diente, en pocos días, y quiere que los sustitutos sean de oro. Y, aunque su hermana duda de que aún haya tesoros sin descubrir en el Caribe, él va a Mochima con la esperanza de hallar alguno.<br />A partir de esta anécdota, Olga construye su relato con toques tiernos de poesía y mucho amor por sus personajes, una doble característica de los cuentos y novelas que ha escrito.<br />Los textos que conocemos de ella tienen como denominadores comunes una descomunal ternura y un ansia de contar las vivencias de una familia que, como todas, es un pequeño compendio del mundo.<br />Olga es economista y narradora y éste es el primer libro para niños que publica.<br />__________________<br /><span style="color:#3333ff;">Mercedes Franco</span><br /><strong><span style="color:#cc33cc;">EL CAMBIO DE AÑO</span></strong>. Fondo Editorial del Caribe, Barcelona, Anzoátegui, 2007.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVJEaz8IBkDy0Y8xrIbCKOdAPbKYJk2uvNZtslEA8XYPaHXhW-Mh0nSHa8exKHbukRBwWip1uSzrsIa148VgyfnxtqLO9SKnIhSCHyZAvxyqFCqIxxd243zYoz19YykUj8hPxUWg/s1600-h/El+cambio+de+año+-+Mercedes+Franco.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5159444065970804226" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVJEaz8IBkDy0Y8xrIbCKOdAPbKYJk2uvNZtslEA8XYPaHXhW-Mh0nSHa8exKHbukRBwWip1uSzrsIa148VgyfnxtqLO9SKnIhSCHyZAvxyqFCqIxxd243zYoz19YykUj8hPxUWg/s320/El+cambio+de+a%C3%B1o+-+Mercedes+Franco.jpg" border="0" /></a>Al niño que narra este cuento le daba lástima la partida del Año Viejo, ese al que se refieren las canciones navideñas, cuando se aproxima la llegada de un Año Nuevo.<br />Le parecía injusto que tuviera que retirarse, tan sólo porque se había hecho viejo.<br />Pero un día, gracias a un globo grande inflado con helio que recibió en el cumpleaños de un amigo, ascendió a las nubes un 31 de diciembre en la noche y logró ver algo que muy pocos antes que él habían tenido ocasión de presenciar: la breve ceremonia del cambio de año.<br />En ella, un hombre de cabello gris y un traje hecho con millones de vivencias humanas saluda la llegada de un niño dotado de alas doradas que viene a relevarlo. No es, como el niño temía, algo humillante sino un momento sublime el que caracteriza este traspaso.<br />Abajo, en ese instante, se deesatan las esperanzas por un tiempo mejor, en forma de luces multicolores que estallan en el firmamento.<br />Ese maravilloso momento es el punto central de este cuento de Mercedes, quien es una de las más destacadas narradoras venezolanas para niños y jóvenes.<br />Mercedes es licenciada en Letras y también fantasmóloga. Sus libros <span style="color:#999999;">¡Vuelven los fantasmas!</span> y <span style="color:#999999;">La Piedra del Duende</span> y otros relatos mágicos de Venezuela son devorados por sus jóvenes lectores, como si fueran manjares exquisitos de chocolate.El cambio de año, pese a su brevedad, permite apreciar la vertiente más tierna y poética de Mercedes, así como sus notables dotes de narradora.</span></div></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-7889302679245247922008-01-19T11:09:00.000-04:302008-01-19T11:14:55.539-04:30PROSOEMA No. 61 (19/01/2008)<div align="justify"><span style="font-family:arial;"><span style="font-size:130%;color:#ff0000;"><strong>EL FÉRETRO DE VIDRIO</strong></span></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;"><span style="font-size:130%;"><br /><strong><span style="color:#009900;">Jacob y Wilhelm Grimm </span></strong></div><p align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMvUvne3nYGq8WOx2sGlSEZEBM19tdHytDz5-L6PCG6UabpgYDsbLKhmd2x932MLR0ksbr3-im5pe37eHh5FqW2fO6dQqmeerUxMFd8_KUuSM3G6pevUSMSQM3O5gccKrViD2oPg/s1600-h/The_Glass_Coffin.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5157213717584224210" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMvUvne3nYGq8WOx2sGlSEZEBM19tdHytDz5-L6PCG6UabpgYDsbLKhmd2x932MLR0ksbr3-im5pe37eHh5FqW2fO6dQqmeerUxMFd8_KUuSM3G6pevUSMSQM3O5gccKrViD2oPg/s320/The_Glass_Coffin.jpg" border="0" /></a></span></span><span style="font-family:arial;"><span style="font-size:130%;">Nadie diga que un pobre sastre no puede llegar lejos ni alcanzar altos honores. Basta para ello que acierte con la oportunidad y, esto es lo principal, que tenga suerte.<br />Un oficialillo gentil e ingenioso de esta clase se marchó un día a correr mundo. Llegó a un gran bosque para él desconocido y se extravió en su espesura. Cerró la noche y no tuvo más remedio que buscarse un cobijo en aquella espantosa soledad. Cierto que habría podido encontrar un mullido lecho en el blando musgo; pero el miedo a las fieras no lo dejaba tranquilo y, al fin, se decidió a trepar a un árbol para pasar en él la noche. Escogió un alto roble y subió hasta la copa, dando gracias a Dios por llevar encima su plancha, ya que, de otro modo, el viento, que soplaba entre las copas de los árboles, se lo habría llevado volando.<br />Pasó varias horas en completa oscuridad, entre temblores y zozobras, hasta que, al fin, vio a poca distancia el brillo de una luz. Suponiendo que se trataba de una casa que le ofrecería un refugio mejor que el de las ramas de un árbol, bajó cautelosamente y se encaminó hacia el lugar de donde venía la luz. Se encontró con una cabaña construida de cañas y juncos trenzados. Llamó animosamente, se abrió la puerta y al resplandor de la lámpara vio a un viejecito de canos cabellos que llevaba un vestido hecho de retales de diversos colores.<br />-¿Quién eres y qué quieres? -le preguntó el vejete con voz estridente.<br />-Soy un pobre sastre -respondió él- a quien ha sorprendido la noche en el bosque. Le ruego encarecidamente que me dé alojamiento en su choza hasta mañana.<br />-¡Sigue tu camino! -replicó el viejo de mal talante-. No quiero tratos con vagabundos. Búscate acomodo en otra parte.<br />Y se disponía a cerrar la puerta; pero el sastre lo agarró por el borde del vestido y le suplicó con tanta vehemencia que el hombrecillo, que en el fondo no era tan malo como parecía, se ablandó y lo acogió en la choza; le dio de comer y le preparó un buen lecho en un rincón.<br />No necesitó el cansado sastre que lo mecieran y durmió con un dulce sueño hasta muy entrada la mañana; y sabe Dios a qué hora se habría despertado de no haber sido por un gran alboroto de gritos y mugidos que resonó de repente a través de las endebles paredes de la choza.<br />Sintiendo nacer en su alma un inesperado valor, se levantó de un salto, se vistió a toda prisa y salió fuera. Allí vio, muy cerca de la cabaña, que un enorme toro negro y un magnífico ciervo se hallaban enzarzados en furiosa pelea. Se acometían mutuamente con tal fiereza que el suelo retemblaba con su pataleo y vibraba el aire con sus gritos. Durante largo rato estuvo indecisa la victoria hasta que, al fin, el ciervo hundió la cornamenta en el cuerpo de su adversario, éste se desplomó con un horrible rugido y fue rematado por el ciervo a cornadas.<br />El sastre, que había asistido, asombrado, a la batalla, permanecía aún inmóvil cuando el ciervo, corriendo a grandes saltos hacia él, sin darle tiempo de huir, lo ahorquilló con su poderosa cornamenta.<br />No pudo el hombre entregarse a largas reflexiones, pues el animal, en desenfrenada carrera, lo llevaba campo a través, por montes y valles, prados y bosques.<br />Agarrándose firmemente a los extremos de la cuerna se abandonó al destino. Tenía la impresión de estar volando. El ciervo se detuvo ante un muro de roca y depositó suavemente al sastre en el suelo. Éste, más muerto que vivo, recobró sus sentidos al cabo de mucho rato. Cuando estaba ya, hasta cierto punto, en sus cabales, vio que el ciervo embestía con gran furia contra una puerta que había en la roca y que se abrió bruscamente. Por el hueco salieron grandes llamaradas, seguidas de un denso vapor que ocultó el ciervo a sus ojos. No sabía el hombre qué hacer ni adónde dirigirse para escapar de aquellas soledades y hallarse de nuevo entre los hombres. Estaba indeciso y atemorizado cuando oyó una voz que salía de la roca y le decía:<br />-Entra sin temor, no sufrirás daño alguno.<br />El sastre vaciló unos momentos hasta que, impulsado por una fuerza misteriosa, avanzó, obedeciendo el dictado de la voz. A través de una puerta de hierro llegó a una espaciosa sala, cuyo techo, paredes y suelo eran de sillares brillantemente pulimentados, en cada uno de los cuales estaba grabado un signo indescifrable. Lo contempló todo con muda admiración, y ya se disponía a salir cuando se oyó nuevamente la voz misteriosa:<br />-Ponte sobre la piedra que hay en el centro de la sala; te espera una gran dicha.<br />Tanto se había envalentonado nuestro hombre que ya no vaciló en seguir las instrucciones de la voz. La piedra empezó a ceder bajo sus pies y fue hundiéndose lentamente tierra adentro. Cuando se detuvo, el sastre miró a su alrededor y vio que se encontraba en otra sala, de dimensiones iguales a la primera; pero en ella había más cosas dignas de ser consideradas y admiradas. En las paredes había huecos a modo de nichos que contenían vasijas de transparente cristal, llenas de esencias de color o de un humo azulado. En el suelo, colocadas frente a frente, se veían dos grandes urnas de cristal, que en seguida atrajeron su atención. Al acercarse a una de ellas pudo contemplar en su interior un hermoso edificio, semejante a un palacio, rodeado de cuadras, graneros y otras dependencias. Todo era en miniatura, pero sutil y delicadamente labrado, como obra de un hábil artífice.<br />Seguramente habría continuado sumido en la contemplación de aquella magnificencia, de no haberse dejado oír de nuevo la voz, invitándolo a volverse y mirar la otra urna de cristal.<br />¡Cuál sería su asombro al ver en ella a una muchacha de divina belleza! Parecía dormida, y su larguísima cabellera rubia la envolvía como un precioso manto. Tenía cerrados los ojos, pero el color sonrosado de su rostro y una cinta que se movía al compás de su respiración, no permitía dudar de que vivía. Contemplaba el sastre a la hermosa doncella de palpitante corazón, cuando de pronto abrió ella los ojos y, al distinguir al mozo, prorrumpió en un grito de alegría:<br />-¡Santo cielo! ¡Ha llegado la hora de mi liberación! ¡De prisa, de prisa, ayúdame a salir de esta cárcel! Si descorres el cerrojo de este féretro de cristal, quedaré desencantada.<br />Obedeció el sastre sin titubear; levantó ella la tapa de cristal, salió del féretro y corrió a un ángulo de la sala, donde se cubrió con un amplio manto. Sentándose luego sobre una piedra, llamó a su lado al joven y, después de besarlo en señal de amistad, le dijo:<br />-¡Libertador mío, por quien tanto tiempo estuve suspirando! El bondadoso cielo te ha enviado para poner término a mis sufrimientos. El mismo día en que ellos terminan, empieza tu dicha. Tú eres el esposo que me ha destinado el cielo. Querido de mí y rebosante de todos los terrenales bienes, vivirás colmado de alegrías hasta que suene la hora de tu muerte. Siéntate, y escucha el relato de mis desventuras.<br />-Soy hija de un opulento conde. Mis padres murieron siendo yo aún muy niña y en su testamento me confiaron a la tutela de mi hermano mayor, quien cuidó de mi educación. Nos queríamos tiernamente y marchábamos tan acordes en todos nuestros pensamientos e inclinaciones, que tomamos la resolución de no casarnos jamás y vivir juntos hasta el término de nuestros días. Nunca faltaban visitantes en nuestra casa: vecinos y forasteros acudían a menudo y a todos les dábamos espléndida hospitalidad.<br />“Un anochecer llegó a caballo, a nuestro castillo, un extranjero que nos pidió alojamiento para la noche, pues no podía ya seguir hasta el próximo pueblo. Atendimos su ruego con la cortesía del caso y, durante la cena, nos entretuvo con su charla y sus relatos. Mi hermano se sintió tan a gusto en su compañía que le rogó se quedase con nosotros un par de días, a lo cual accedió él después de oponer algunos reparos. Nos levantamos de la mesa ya muy avanzada la noche, asignamos una habitación al forastero, y yo, sintiéndome cansada, me fui a pedir descanso a las blandas plumas. Empezaba a adormecerme cuando me desvelaron los acordes de una música delicada y melodiosa.<br />No sabiendo de dónde venía, quise llamar a mi doncella, que dormía en una habitación contigua. Pero con gran asombro me di cuenta de que, como si oprimiera mi pecho una horrible pesadilla, estaba privada de la voz y no conseguía emitir el menor sonido. Al mismo tiempo, a la luz de la lámpara, vi entrar al extranjero en mi aposento, pese a estar cerrado sólidamente con doble puerta.<br />Acercándoseme, me dijo que, valiéndose de la virtud mágica de que estaba dotado, había producido aquella hermosa música para mantenerme despierta, y ahora venía, sin que fuesen obstáculo las cerraduras, a ofrecerme su corazón y su mano.<br />“Pero mi repugnancia por sus artes diabólicas era tan grande que ni me digné contestarle. Permaneció él un rato inmóvil, de pie, sin duda esperando una respuesta favorable; pero, al ver que yo persistía en mi silencio, me declaró, airado, que hallaría el medio de vengarse y castigar mi soberbia, después de lo cual volvió a salir de la estancia.<br />“Pasé la noche agitadísima, sin poder conciliar el sueño hasta la madrugada. Al despertarme, corrí en busca de mi hermano para contarle lo sucedido; pero no lo encontré en su habitación. Su criado me dijo que, al apuntar el día, había salido de caza con el forastero.<br />“Agitada por sombríos presentimientos me vestí a toda prisa, mandé ensillar mi jaca y, seguida de un criado, me dirigí al galope hacia el bosque. El caballo de mi criado tropezó y se rompió una pata, por lo que el hombre no pudo acompañarme mientras yo proseguía mi ruta sin detenerme. A los pocos minutos, vi al forastero, que se dirigía hacia mí conduciendo un hermoso ciervo atado de una cuerda. Sintiendo en mí pecho una ira irrefrenable, saqué una pistola y la disparé contra el monstruo; pero la bala rebotó en su pecho y fue a herir la cabeza de mi jaca. Caí al suelo y el extranjero murmuró unas palabras que me dejaron sin sentido.<br />“Al volver en mí, me encontré en esta fosa subterránea, encerrada en este ataúd de cristal. Volvió a presentarse el brujo y me comunicó que mí hermano estaba transformado en ciervo; mi palacio reducido a miniatura con todas sus dependencias y recluido en esta arca de cristal, y mis gentes convertidas en humo y aprisionadas en frascos de vidrio. Si yo accedía a sus pretensiones, le sería facilísimo volverlo todo a su estado primitivo. No tenía más que abrir los frascos y las urnas y todo recobraría su condición y forma naturales. Yo no le respondí, como la vez anterior, y entonces él desapareció, dejándome en mi prisión, donde quedé sumida en profundo sueño. Entre las visiones que pasaron por mi alma hubo una, consoladora: la de un joven que venía a rescatarme. Y hoy, al abrir los ojos, te he visto, y así se ha trocado el sueño en realidad. Ayúdame ahora a efectuar las demás cosas que sucedieron en mi sueño: lo primero es colocar sobre aquella gran losa el arca de cristal que contiene mi palacio”.<br />No bien gravitó sobre la piedra el peso del arca, empezó a elevarse, arrastrando a la doncella y al mozo, y por la abertura del techo llegó a la superior, desde la cual les fue fácil salir al aire libre. Allí la muchacha abrió la tapa y fue maravilloso presenciar cómo se agrandaban rápidamente el palacio, las casas y las dependencias, hasta alcanzar sus dimensiones naturales. Volviendo luego a la bóveda subterránea, cargaron sobre la piedra los frascos llenos de esencias y vapores y, en cuanto la doncella los hubo destapado, salieron de ellos el humo azul, transformándose en personas vivientes, en quienes la condesa reconoció a sus criados y servidores. Y su alegría llegó al colmo cuando el hermano que, siendo ciervo había dado muerte al brujo en figura de toro, se les presentó viniendo del bosque.<br />Aquel mismo día la doncella, cumpliendo su promesa, dio al venturoso sastre su mano ante el altar.</span> </span></p><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-70296630364531197382008-01-11T08:14:00.000-04:302008-01-11T08:42:11.310-04:30PROSOEMA No. 60 (11/01/2008)<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNh4DC_nCI8jC0w_UZRvhE8FCfiH__rfhMGgJvubocwvSDbGZz-LIT5HPOPSgbla7McGoP4qczIlL43Y6T8Q69O9-Lzic-JUVG_jnP1quQ0ppgP3UmB7oXuqByIyqBN4OsK-Xzhg/s1600-h/Si+tú+me+miras+-+Laura+Antillano.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5154203838862925762" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNh4DC_nCI8jC0w_UZRvhE8FCfiH__rfhMGgJvubocwvSDbGZz-LIT5HPOPSgbla7McGoP4qczIlL43Y6T8Q69O9-Lzic-JUVG_jnP1quQ0ppgP3UmB7oXuqByIyqBN4OsK-Xzhg/s320/Si+t%C3%BA+me+miras+-+Laura+Antillano.JPG" border="0" /></a><span style="font-size:130%;"><span style="font-family:arial;"><strong>Laura Antillano</strong><br /><strong><span style="color:#ff0000;">SI TÚ ME MIRAS</span></strong><br /><strong>Espasa Juvenil, Caracas, 2007. </strong><br /><br /><strong><span style="color:#009900;">Eloi Yagüe Jarque </span></strong><br /><br />Buenas tardes. Me ha tocado el inmenso honor de presentar la más reciente novela de Laura Antillano. Es un honor, repito, porque la Feria del Libro está dedicada a ella y es un reto también porque Laura es muy conocida y es difícil aportar cosas nuevas sobre su ya vasta obra. Pero como nunca está de más, voy a intentarlo.<br />Laura es una de nuestras escritoras más prolíficas. Ha incursionado en el cuento, la novela, el ensayo y la narrativa infantil. Su producción literaria se inicia cuando apenas salía de la adolescencia y continúa en actividad.<br />Como narradora ha publicado siete libros de cuentos: <strong>La bella época</strong> (Caracas: Monte Ávila, 1969), <strong>Un largo carro se llama tren</strong> (Caracas: Monte Ávila, 1975), <strong>Haticos casa No. 20</strong> (Maracaibo: Universidad del Zulia, 1975), <strong>Dime si adentro de ti no oyes tu corazón partir</strong> (Caracas: Fundarte, 1983; reeditado en 1992), <strong>Cuentos de película</strong> (Selevén: Caracas, 1985; reeditado en 1997 en Caracas por la Fundación Cinemateca Nacional), <strong>La luna no es de pan-de-horno</strong> (Caracas; Monte Ávila, 1988) y <strong>Tuna de mar</strong> (Caracas: Fundarte, 1991). Tiene tres novelas: <strong>La muerte del monstruo come-piedra</strong> (Caracas: Monte Ávila, 1971; reeditado en 1996, en Maracay, por La Letra Voladora), <strong>Perfume de gardenia</strong> (Caracas: Selevén, 1982 y 1984; con una tercera edición en 1996 en Valencia, por el Rectorado de la Universidad de Carabobo y La Letra Voladora) y <strong>Solitaria solidaria</strong> (Caracas: Planeta, 1990; reeditada en 2001 en Mérida por Ediciones El Otro, El Mismo). Para jóvenes ha publicado también los hermosos relatos juveniles <strong>Diana en tierra Wayúu</strong> (Caracas: Alfaguara, 1992); <strong>Las aguas tenían reflejos de plata</strong> (Caracas: Alfaguara, 2002): ambas tienen ya varias reediciones; <strong>Emilio en busca del enmascarado de plata</strong> (Caracas: Monte Ávila Editores, 2005) y ahora esta novela que hoy presento, que ya tiene una edición en Cuba, en la Editorial Gente Nueva (2005). Además tiene otro libro de cuentos y dos novelas inéditos.<br />Bueno, lo anterior me lo he fusilado de la página web de la escritora que les recomiendo la visiten porque es muy bella y está bien organizada.<br />Lo que puedo decir de esta nueva novela, <strong>Si tú me miras</strong>, es que en ella Laura hace honor a su apellido. En efecto, ésta es una novela antillana, una novela en la que se respira el aire del Caribe por los cuatro costados. La anécdota es sencilla: una mamá y sus dos hijas adolescentes se van de vacaciones a Margarita. Lo que María Cecilia, la mamá, no sabe es que sus hijas Mafer y Maricrís le han estado buscando novio por Internet, un tal Ramón Leiziaga, y que lo van a encontrar allí, en la isla maravillosa, tras muchas peripecias.<br />Lo que más me gusta de esta novela es que combina muchas cosas: por un lado es una novela romántica; por otra parte, es de aventuras y, además, es una novela en homenaje al escritor valenciano Enrique Bernardo Núñez y a <strong>Cubagua</strong>, su obra maestra, esa novela que pone de cabeza a los estudiantes de literatura por la dificultad que encierra su lectura pero que a la vez es tan importante para comprender nuestra literatura contemporánea.<br />Los personajes de <strong>Cubagua</strong> entran y salen de <strong>Si tú me miras</strong> con toda confianza: allí están Leiziaga, Nila Cálice, Malavé y hasta el historiador Mendoza. Allí, de alguna manera, entre las escaleras clausuradas del Hotel Bella Vista, se cuelan los resquicios de la historia, esa historia que no pudo ser arrasada por la modernidad y que esconde el secreto de la tierra en el areyto para invocar a Vocchi.<br />Laura logra componer una novela que puede interesar al público adolescente y eso de por sí es un gran logro. Para ello, echa mano de recursos que cualquier muchacho o muchacha puede entender, como la relación por Internet, las apasionadas cartas que intercambian Mafer y su novio Julio César y que aparecen entremezcladas en los capítulos, un reflejo de los mensajes que las chicas, escondidas bajo el seudónimo de Alga Marina, escribían al novio anónimo que le buscaron a su mamá. Estos son los tiempos en que muchas veces los muchachos demuestran mayor madurez que los adultos en muchas cosas. De esta manera, se entremezcla el pasado con el presente, desde la más antigua referencia al pasado caribe hasta la más avanzada forma de comunicación con que contamos.<br />Pero, disculpen, no pretendo intelectualizar demasiado una novela que ante todo es una refrescante invitación a la lectura. Me gusta también el hecho de que hay conflictos pero ellos se resuelven mediante el amor, la solidaridad y el compañerismo de unos seres que apuestan por la transparencia y por un futuro mejor para todos.<br />Por si fuera poco, está la figura de María Cecilia. La mamá de las chicas, ictióloga de profesión, estudiosa de los peces y la fauna marina, es ante todo una mujer íntegra, que no duda en luchar por su ideales poniéndose del lado de los pescadores que aspiran ponerle coto a una empresa pesquera que acaba con la fauna marina mediante la pesca de arrastre. En ese sentido, María Cecilia es una mujer valiente y amorosa, como La Tuna, esa mujer pirata nacida y criada en Maracaibo cuyo destino fue surcar las aguas del Caribe en pos de su amado el hijo del Olonés, protagonizando páginas estelares en la novela de aventuras <strong>Las aguas tenían un reflejo de plata</strong>.<br />Por todo esto yo me siento muy feliz de estar aquí, esta noche, con todos ustedes y con Laura, pues me parece que es una escritora que escribe como cuando era adolescente, que nunca ha perdido ni perderá la frescura, que es la base de una escritura que realmente se conecta y se comunica con el mundo infantil y adolescente, el cual es más complicado de lo que parece y, si no lo creen, traten de recordar por ejemplo el primer amor que vivimos y todos los problemas que nos trajo. Laura Antillano es una escritora que valora el sentido lúdico de la literatura, es juguetona y profunda a la vez, dotada de una gran imaginación y la capacidad de componer relatos y novelas que transmiten valores humanísticos y ecológicos. Por eso te digo, Laura, serás solidaria pero no estás solitaria en esta tarea. El mejor regalo que le podemos dar a Laura es leer sus cuentos y novelas una y otra vez y apoyarla para que no muera el Encuentro con la Literatura Infantil que cada año organiza en Valencia. Muchas gracias.</span></span></div><br /><div align="justify"><span style="font-size:130%;"><span style="font-family:arial;">Caracas 13-11-2007.</span><br /></span>__________________________</div><br /><div align="justify"><span style="font-size:130%;"><strong><span style="color:#ff0000;">LOS ALUXES<br /></span><span style="color:#3333ff;">(México)</span></strong><br /></span><br /></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7pWgPsKe4nQglVeAgfF8F4xJa2wwB0D1P0Len3oKteRhsJ7YUE8KjnoM21HDo48e_rM161_-8lg3QKn_5z2-Mv96vsrSGqAFYdNqLFVmd_dNPR4n2A64J8_UcCp99ZlDLwO69QA/s1600-h/100_3253.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5154203314876915634" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7pWgPsKe4nQglVeAgfF8F4xJa2wwB0D1P0Len3oKteRhsJ7YUE8KjnoM21HDo48e_rM161_-8lg3QKn_5z2-Mv96vsrSGqAFYdNqLFVmd_dNPR4n2A64J8_UcCp99ZlDLwO69QA/s320/100_3253.JPG" border="0" /><br /><p align="justify"></a><span style="font-size:130%;">-Puede que logre esta milpa que voy a sembrar.<br />-¿Por qué no ha de lograrla? -pregunté.<br />-Porque estos terrenos son de los aluxes. Siempre se les ve por aquí.<br />-¿Está seguro que esta noche vendrán?<br />Seguro -me respondió.<br />-¡Cuántos deseos tengo de ver a esos seres maravillosos que tanta influencia ejercen sobre ustedes! Y, dígame, señor may, ¿usted les ha visto? Explíqueme cómo son, qué hacen.<br />El ancianito, asumiendo un aire de importancia, me dijo:<br />-Por las noches, cuanto todos duermen, ellos dejan sus escondites y recorren los campos; son seres de estatura baja, muy niños, pequeños, pequeñitos, que suben, bajan, tiran piedras, hacen maldades, se roban el fuego y molestan con sus pisadas y juegos. Cuando el humano despierta y trata de salir, ellos se alejan, unas veces por pares, otras en tropel. Pero, cuando el fuego es vivo y chispea, ellos le forman rueda y bailan a su alrededor; un pequeño ruido les hace huir y esconderse, para salir luego y alborotar más. No son seres malos. Si se les trata bien, corresponden.<br />-¿Qué beneficio hacen?<br />-Alejan los malos vientos y persiguen las plagas. Si se les trata mal, tratan mal, y la milpa no da nada, pues por las noches roban la semilla que se esparce de día, o bailan sobre las matitas que comienzan a salir. Nosotros les queremos bien y les regalamos con comida y cigarrillos. Pero hagamos silencio para ver si usted logra verlos.<br />El anciano salió, asiéndose a una soga, y yo tras él. Entonces vi que avivaba el fuego y colocaba una jicarita con miel, pozole, cigarrilos, etc., y volvió a la cueva. Yo me acurruqué en el fondo cómodamente. La noche era espléndida, noche plenilunar.Transcurridas unas horas, cuando empezaba a llegarme el sueño, oí un ruido que me sobresaltó. Era el rumor de unos pasitos sobre la tierra de la cueva: luego, ruido de pedradas, carreras, saltos, que en el silencio de la noche se hacían más claros.</span></p><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-41179401281452605502008-01-04T23:33:00.000-04:302008-01-04T23:37:55.592-04:30PROSOEMA 59 (04/01/2008)<span style="font-family:arial;font-size:130%;color:#ff0000;"><strong>EL CANANCOL</strong></span><br /><span style="font-family:arial;font-size:130%;color:#3333ff;"><strong>(Maya)</strong></span><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHY9KaDXLeo5Sxu-DV2u1v5LReCFGPBLBl328MkIpc_Eu9qoqnbJPWWB8u6RHxkxZY5qhOoos5XkEQWB14RtjPJe4LnYjjnf7YrJflM4G6hH19HAT2-CGM9FaVd0revQ4ldS2v4w/s1600-h/Canancol.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5151838716337135522" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHY9KaDXLeo5Sxu-DV2u1v5LReCFGPBLBl328MkIpc_Eu9qoqnbJPWWB8u6RHxkxZY5qhOoos5XkEQWB14RtjPJe4LnYjjnf7YrJflM4G6hH19HAT2-CGM9FaVd0revQ4ldS2v4w/s320/Canancol.jpg" border="0" /></a><br /><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;">–¿Por qué pone ese muñeco con esa piedra en la mano en medio de su milpa? –pregunté un día a un anciano agricultor al que llamaban Don Nico.<br />Su cara se animó con una sonrisa de niño, en tanto que me contestaba:<br />–Sé que usted no cree, pero le diré: soy pobre, muy pobre y no tengo quien me ayude a cuidar la milpa, pues casi siempre, cuando llega la cosecha, me roban el fruto de mis esfuerzos. Este muñeco que ve no es un muñeco común, es algo más. Cuando llega la noche, toma fuerzas y ronda por todo el sembrado. Es mi sirviente... Se llama Canancol y es parte mía, pues lleva mi sangre. El sólo me obedece a mí... Soy su amo.<br />Don Nico siguió diciendo:<br />–Después de la quema del maizal, se trazan en ella dos diagonales para señalar el centro; se orienta la milpa del lado de Lakín y la entrada queda en esa dirección. Terminado esto, que siempre tiene que hacerlo un men, se toma la cera necesaria de nueve colmenas, el tanto justo para recubrir el canancol, que tendrá un tamaño relacionado con la extensión del maizal. Después de fabricado el muñeco, se le colocan los ojos, que son dos frijoles; sus dientes son maíces y sus uñas, ibes; por último, se viste con holoch. El canancol estará sentado sobre nueve trozos de yuca. Cada vez que el sacerdote ponga uno de aquellos órganos al muñeco, llamará a los cuatro vientos buenos y les rogará que sean benévolos con (aquí se dice el nombre del amo del maizal), y le dirá, además, que es lo único con que cuenta para alimentar a sus hijos. Terminado el rito, el muñeco debe ser ensalmado con hierbas, presentado al dios Sol y dado en ofrenda al dios de la lluvia. Luego se queman hierbas de olor y anís y se mantiene el fuego sagrado por espacio de una hora. Mientras tanto, el sacerdote reparte entre los concurrentes balché, que es un aguardiente muy embriagante, con el fin de que los humanos no se den cuenta de la bajada de los dioses a la tierra. Esta es cosa que sólo el men debe ver. La ceremonia debe llevarse a efecto cuando el sol está en el medio cielo. Al llegar esta hora, el sacerdote da una cortada al dedo meñique del amo del maizal, la exprime y deja caer nueve gotas de sangre en un agujero hecho en la mano derecha del muñeco, agujero que llega hasta el codo. Después, el men cierra el orificio de la mano del muñeco y, con voz imperativa y gesticulando a más no poder, dice a éste: “Hoy comienza tu vida. Éste (señalando al dueño) es tu señor y amo. Obediencia, canancol, obediencia, que los dioses te castigarán si no cumples. Este maizal es tuyo. Debes castigar al intruso y al ladrón. Aquí está tu arma”. Y, en el acto, coloca en la mano derecha del muñeco una piedra.<br />Don Nico calló unos segundos y luego prosiguió:<br />–Durante la quema y el crecimiento del maizal, el canancol está cubierto con palmas de huano. Pero, cuando el fruto comienza a despuntar, se descubre… Cuenta la gente sencilla que el ladrón que trate de robar recibe pedradas mortales. Es por eso que en las milpas donde hay canancoles nunca roban nada.<br />Como vio que mis ojos no reprobaban sus palabras, Don Nico concluyó:<br />–Es tan firme esta creencia que, si por aquella época y lugar, se encuentra herido algún animal, se culpa al canancol. Y como puede ser que el canancol se equivoque, el dueño, al llegar a la milpa o maizal, toma sus precauciones y, antes de entrar, le silba tres veces, que es la señal convenida. Despacio se aproxima al muñeco y le quita la piedra de la mano; trabaja todo el día y, al caer la noche, vuelve a colocar la piedra en la mano del canancol. Eso sí, al salir, silba de nuevo. Cuando cae la noche, el canancol recorre el sembrado y hay quien asegura que para entretenerse, silba como el venado.<br />–¿Después de la cosecha, se queda allí el muñeco?<br />–No –respondió Don Nico–. Después de la cosecha, se hace un hanincol, que es una ceremonia en honor del canancol. Terminada esta ceremonia, se derrite el muñeco y la cera se utiliza para hacer velas, que se queman ya en un altar indígena, ya en un altar cristiano.<br />___________________________<br /><span style="font-size:100%;"><strong><em>Holoch</em></strong>: brácteas que cubren las mazorcas.<br /><strong><em>Ibes</em></strong>: frijoles blancos.<br /><strong><em>Lakin</em></strong>: Oriente.<br /><strong><em>Men</em></strong>: sacerdote.</span></span></div><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-79269461129022476732007-12-28T11:37:00.000-04:302007-12-28T11:48:00.264-04:30PROSOEMA No. 58 (28/12/2007)<div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;color:#009900;">Queremos desear a nuestros lectores y lectoras un Feliz Año 2008 y todo lo mejor para estos doce meses que recién comienzan. A la par, no nos cansamos de agradecerles sus visitas a este espacio que es tan de ustedes como nuestro. Esperamos seguirles ofreciendo buenos materiales en torno a la literatura para niños y jóvenes y a los múltiples temas derivados de ella.</span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;color:#009900;">Un gran abrazo.</span></div>__________________________<br /><span style="font-size:130%;"><span style="font-family:arial;"><strong><span style="color:#ff0000;">EL ABETO</span><br /><br /><span style="color:#3333ff;">Hans Christian Andersen</span></strong></span> </span><br /><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6ZimvBW8xx2YVlk1Yn7xXaI0h0ZAnHvEEi_q7phCdD-rlk-0tcQL8G_Av5gUNGGrC6DE1HCKeoF6KsqIMCFyJw7ux66XX5DR78Q226UgQ4dStI97ds2FepSK9bSYcRZhwr2ZQ0w/s1600-h/Abeto+de+Navidad.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5149057072177946514" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6ZimvBW8xx2YVlk1Yn7xXaI0h0ZAnHvEEi_q7phCdD-rlk-0tcQL8G_Av5gUNGGrC6DE1HCKeoF6KsqIMCFyJw7ux66XX5DR78Q226UgQ4dStI97ds2FepSK9bSYcRZhwr2ZQ0w/s320/Abeto+de+Navidad.jpg" border="0" /> <p align="justify"></a><span style="font-family:arial;font-size:130%;">Allá, en el bosque, crecía un joven abeto. Tenía un buen sitio y no le faltaba el sol ni el aire. En torno suyo crecían muchos compañeros mayores, abetos y pinos. Pero el pequeño abeto tenía mucha prisa en crecer. No pensaba en el sol tibio ni en el aire fresco, ni atendía a los niños de la aldea cuando pasaban charlando en busca de fresas o frambuesas. A veces venían con toda una cántara llena o con fresas ensartadas en un junco, y se sentaban junto al arbolito y decían:<br />-¡Ah, qué bonito es!<br />Pero el árbol no quería oír nada de aquello.<br />Al año siguiente, había crecido un buen trecho y al siguiente uno mayor aún; porque se puede siempre saber los años de un abeto si se cuentan sus tramos.<br />-¡Ah, si fuera grande como los otros árboles -suspiraba el arbolito-, y pudiera extender las ramas en torno mío y divisar con la copa el ancho mundo! Los pájaros anidarían en mis ramas y cuando soplase el viento, cabecearía con tanta gravedad como ellos.<br />No gozaba con los rayos del sol, con los pájaros ni con las nubes rojas, que al amanecer y al ocaso navegaban sobre él.<br />Cuando vino el invierno y la blanca nieve centelleaba en torno, llegaba corriendo con frecuencia una liebre y brincaba sobre el arbolito; ¡oh, era tan irritante! Pero pasaron dos inviernos y al tercero el árbol era tan grande que la liebre tuvo que ir alrededor suyo. Oh, crecer, crecer, hacerse grande y viejo era el único placer de este mundo, pensaba el árbol.<br />En otoño venían siempre los leñadores y cortaban algunos de los árboles más grandes. Ocurría cada año y el joven abeto, que había ya crecido mucho, se estremecía ante ello, porque los grandes, espléndidos árboles caían en tierra con un estrepitoso crujido. Les cortaban las ramas y parecían desnudos, largos y delgados; apenas si se les reconocía, pero eran colocados en los carros y los caballos los sacaban del bosque. ¿Adónde iban? ¿Qué destino les esperaba?<br />En primavera, cuando vienen la golondrina y la cigüeña, el árbol les preguntó:<br />-¿Saben adónde los llevan? ¿No se los han encontrado?<br />Las golondrinas no sabían nada, pero la cigüeña pareció pensativa, afirmó con la cabeza y dijo:<br />-Sí, creo que sí. He encontrado muchos barcos nuevos cuando volaba a Egipto. Tenían magníficos mástiles; yo diría que eran ellos, olían a abeto. Puedo felicitarte cumplidamente: ¡con qué majestad se alzaban!<br />-¡Ah, si yo fuese lo suficientemente grande para volar sobre el mar! ¿Cómo es, en realidad, el mar, a qué se parece?<br />-¡Bueno, es tan complicado de explicar! -dijo la cigüeña, y se marchó.<br />-Goza de tu juventud -dijeron los rayos de sol-. ¡Alégrate de tu nueva estatura, de la vida joven que hay en ti!<br />Y el viento besó al árbol y derramó lágrimas sobre él, pero el abeto no entendía.<br />Cuando se aproximaba la Navidad, fueron cortados muchos árboles jóvenes, árboles que con frecuencia no eran mayores ni de más edad que este abeto que no tenía paz ni sosiego sino que siempre quería marcharse. Estos jóvenes árboles, que eran precisamente los más hermosos, conservaban siempre sus ramas, eran colocados en los carros y los caballos los sacaban del bosque.<br />-¿Dónde irán? -se preguntaba el abeto-. No son mayores que yo, incluso había uno que era más chico. ¿Por qué conservan todas sus ramas? ¿Adonde los llevan?<br />-¡Nosotros lo sabemos, nosotros lo sabemos! -piaron los gorriones-. Hemos estado mirando por las ventanas allá en la ciudad. ¡Nosotros sabemos dónde los llevan! ¡Oh!, les espera el brillo y la gloria mayores que pueda pensarse. Hemos mirado por las ventanas y hemos visto que los colocan en medio de confortables salones y los adornan con las cosas más preciosas, como manzanas doradas, bollos de miel, juguetes y cientos de luces.<br />-¿Y después? -preguntó el abeto, temblando con todas sus ramas-. ¿Y después? ¿Qué ocurre después?<br />-Bueno, no hemos visto más. ¡Era maravilloso!<br />-¿Me tocará ir por este deslumbrante camino? -se regocijaba el árbol-. ¡Es mejor aún que cruzar el mar! Me muero de ansia de que sea ya Navidad. Ahora soy alto y ancho como los otros que se llevaron el último año. ¡Oh, si estuviese en el carro! ¡Si estuviera en el confortable salón con toda pompa y honor! ¿Y después? Sí, debe haber algo mejor, algo más hermoso, porque si no ¿para qué habrían de adornarme de esta forma? Tiene que ocurrir algo más grande, más espléndido. ¿Pero qué? ¡Oh, cómo lo deseo! ¡Cómo lo ansio! Ni yo mismo sé lo que me ocurre.<br />-Disfrútame -dijeron el aire y el sol-. ¡Alégrate con tu lozana juventud al aire libre!<br />Pero no gozaba de nada; crecía y crecía, invierno y verano se mantenía verde, verde oscuro. Al verlo, la gente decía:<br />-¡Qué árbol más hermoso!<br />Y en Navidad fue el primero que cortaron. El hacha se hincó hondo en la madera. El árbol cayó a tierra con un gemido. Sintió un pesar, un desmayo y dejó de tener pensamientos felices. Sintió pena de ser arrancado de su hogar, del lugar donde había crecido. Sabía que nunca volvería a ver a sus queridos, viejos camaradas, los pequeños arbustos y flores en torno, y quizá ni siquiera a los pájaros. La marcha no tenía nada de agradable.<br />El árbol no volvió en sí hasta que, en el patio, descargado con los otros árboles, oyó decir a un hombre:<br />-¡Es espléndido! Elegimos éste.<br />Después vinieron unos criados totalmente uniformados y llevaron el abeto a un hermoso salón. En torno a sus paredes colgaban retratos y junto a la gran estufa de porcelana había grandes jarrones chinos con leones en las tapas. Había mecedoras, sofás forrados de seda, grandes mesas llenas de libros con láminas y con juguetes por valor de miles de coronas -por lo menos, así lo decían los niños-. Y el abeto fue plantado en una gran cuba llena de arena, pero nadie podía ver que era una cuba porque la forraron con una tela verde y estaba sobre una gran alfombra multicolor. ¡Cómo temblaba el árbol! ¿Qué iría a ocurrir? Tanto los criados como las señoritas de la casa vinieron a adornarlo. De las ramas colgaron pequeñas redes, recortadas de papeles de colores; cada red estaba llena de caramelos; manzanas y nueces doradas colgaban como si hubiesen crecido allí y más de cien velitas rojas, azules y blancas fueron fijadas en las ramas. Muñecas que parecían vivas como si fueran personas -el árbol no había visto nunca nada igual- pendían de las ramas y, justo en la cima, fue colocada una gran estrella de papel dorado. Era espléndido sin comparación.<br />-¡Esta noche! -decían todos-. ¡Esta noche estará deslumbrante!<br />“¡Oh -pensó el árbol-, ojalá fuera ya de noche y las luces estuvieran encendidas! ¿Y qué ocurrirá? ¿Vendrán los árboles del bosque a verme? ¿Vendrán volando los gorriones a la ventana? ¿Echaré raíces aquí y seguiré estando adornado durante el invierno y el verano?”<br />No estaba muy informado, que digamos. Y tenía verdadero dolor de corteza de pura ansia y el dolor de corteza es tan malo para un árbol como el dolor de cabeza para nosotros.<br />Por fin encendieron las velas. ¡Qué brillo, qué resplandor! El árbol temblaba por todas sus ramas, tanto que una de las velas prendió fuego a una de ellas, ¡huy, lo que dolía!<br />-¡Dios mío! -gritaron las señoritas, y lo apagaron a toda prisa.<br />Entonces el árbol ya no se atrevió a mover una hoja. ¡Oh, era horrible! Tenía tanto miedo de perder algo de su esplendor; estaba aturdido de tanto brillo… y, de pronto, la puerta de dos hojas se abrió de par en par y una multitud de niños se precipitó como si fuesen a derribar el árbol. Las personas mayores venían muy serias detrás; los pequeños estuvieron callados, pero sólo un instante, porque en seguida comenzaron a armar ruido de nuevo. Bailaron en torno al árbol y arrancaron un regalo tras otro.<br />“¿Qué es lo que están haciendo? -pensó el árbol-. ¿Qué va a ocurrir?” y las velas se gastaron hasta llegar a las ramas y fueron apagadas cuando se consumieron y entonces los niños obtuvieron permiso para saquear el árbol. ¡Ah!, se precipitaron sobre él, de modo que crujieron todas las ramas; de no haber estado sujeto por la cima y la estrella de oro al techo, lo hubieran tirado.<br />Los niños bailaron alrededor con sus preciosos juguetes. Nadie se fijó más en el árbol salvo la vieja niñera, que fue a mirar entre las ramas, pero sólo para ver si no se había quedado olvidado algún higo o alguna manzana.<br />-¡Un cuento, un cuento! -gritaron los niños, empujando a un hombrecillo obeso hacia el árbol. Se sentó bajo él:<br />-Como si estuviésemos en el bosque -dijo- y al árbol le gustará también mucho oírlo. Pero contaré sólo un cuento. ¿Queréis oír el de Ivede-Avede, o el de Terrón Coscorrón, que se cayó por la escalera pero subió al trono y se casó con la princesa?<br />-¡Ivede-Avede! -gritaron unos-. ¡Terrón Coscorrón! -gritaron otros. Todo era puro clamor y grito; sólo el abeto se mantenía callado y pensaba:<br />“¿No tendré que figurar también en esto? ¿Tendré que hacer algo?”<br />Y claro está que había figurado y había hecho cuanto tenía que hacer.<br />Y el caballero contó el cuento de Terrón Coscorrón, que cayó por la escalera y, sin embargo, se sentó en el trono y se casó con la princesa. Y los niños aplaudieron y gritaron:<br />-¡Cuenta, cuenta! -porque querían también el de Ivede-Avede, pero tuvieron que conformarse con el de Terrón Coscorrón.<br />El abeto estaba quietecito y pensativo: nunca los pájaros del bosque habían contado cosas semejantes.<br />“Terrón Coscorrón cayó por la escalera y, sin embargo, se casó con la princesa. ¡Sí, sí, así pasa en el mundo! -pensó el abeto, convencido de que era verdad lo que aquel caballero tan fino había contado-. ¡Vaya, quién sabe, quizá me caiga yo también por la escalera y me case con una princesa!”, y se regocijó al pensar que al día siguiente sería cubierto con velas y juguetes y frutas doradas.<br />“¡Mañana no temblaré! -pensó-. ¡Voy a gozar plenamente de todo mi esplendor! Mañana oiré de nuevo el cuento de Terrón Coscorrón y quizá el de Ivede-Avede”, y el árbol permaneció en silencio y pensativo la noche entera.<br />Por la mañana entraron el criado y la criada.<br />“Ahora -pensó el árbol- comenzarán a adornarme de nuevo”; pero lo arrastraron de la sala, escaleras arriba, entraron en el desván y allí lo dejaron, en un rincón oscuro, donde no llegaba luz alguna.<br />“¿Qué significará esto? -pensó el árbol-. ¿Qué tendré que hacer aquí? ¿Qué tendré que oír?”<br />Y se mantuvo contra la pared y pensó y pensó. Y tuvo mucho tiempo, porque pasaron días y noches. No subía nadie y, cuando por fin alguien vino, fue para poner unas grandes cajas en el rincón. El árbol estaba muy escondido, creeríase que había sido olvidado por completo.<br />“¡Ahora es invierno! -pensó el árbol-. La tierra está dura y cubierta de nieve, los hombres no pueden plantarme; por lo tanto tengo que estar aquí en depósito hasta la primavera. ¡Qué bien pensado! ¡Qué inteligentes son los hombres! Si no estuviera esto tan oscuro y tan espantosamente solitario. Ni una pequeña liebre acierta a pasar. Era tan agradable allá en el bosque cuando había nieve y la liebre pasaba brincando. Sí, incluso cuando brincaba sobre mí, aunque no me gustase entonces. ¡Esto es espantosamente solitario!”<br />-¡Pi, pi! -dijo justo entonces un ratoncito asomándose y otro le siguió. Olisquearon el abeto y corretearon entre sus ramas.<br />-¡Hace un frío horrible! -dijo el ratoncito-. A no ser por eso se estaría muy bien aquí. ¿No es verdad, viejo abeto?<br />-¡Yo no soy viejo! -dijo el abeto-. ¡Hay muchos más viejos que yo!<br />-¿De dónde vienes? -preguntaron los ratones-. ¿Y qué sabes? -eran terriblemente curiosos-. Háblanos del sitio más bonito de la tierra. ¿Has estado allí? ¿Has estado en la despensa, donde hay quesos en los estantes y los jamones cuelgan del techo, donde se baila sobre velas de sebo y se entra delgadito y se sale gordo, gordo?<br />-No lo conozco -dijo el árbol-, pero conozco el bosque, donde brilla el sol y donde cantan los pájaros -y entonces les contó acerca de su juventud. Los ratoncitos no habían oído nunca nada semejante. Escucharon con la boca abierta y dijeron:<br />-¡Oh, cuánto has visto! ¡Qué suerte has tenido!<br />-¿Yo? -dijo el abeto, y reflexionó sobre lo que había contado-. Sí, después de todo, fueron tiempos muy divertidos -y les contó sobre la Nochebuena, cuando había sido adornado con velas y dulces.<br />-¡Oh! -dijeron los ratoncitos-. ¡Qué suerte has tenido, viejo abeto!<br />-¡Yo no soy viejo! -dijo el árbol-. Al contrario, en este invierno en que he venido del bosque, me encontraba en mi mejor edad, apenas si he terminado de crecer.<br />-¡Qué bien lo cuentas! -dijeron los ratoncitos.<br />A la noche siguiente, vinieron con cuatro más, para oír al árbol contar su historia y, cuanto más contaba, con mayor frecuencia se acordaba de todo y pensaba:<br />“A pesar de todo, fueron tiempos muy divertidos. Pero volverán, volverán. Terrón Coscorrón se cayó por la escalera y, sin embargo, se casó con la princesa. Quizá también yo me case con una”.<br />Y entonces recordó un gracioso abedul que crecía en el bosque y que, para el abeto, era una verdadera princesa.<br />-¿Quién es Terrón Coscorrón? -preguntaron los ratoncitos.<br />Y entonces el abeto les contó todo el cuento. Podía recordarlo palabra por palabra y los ratoncitos estuvieron a punto de brincar hasta la cima del árbol de tanto como les divirtió.<br />La noche siguiente vinieron muchos más ratones y el domingo incluso dos ratas. Pero dijeron que el cuento no era nada divertido y esto puso muy tristes a los ratoncitos, porque entonces también ellos pensaron que no era una gran cosa.<br />-¿Y ése es el único cuento que sabe usted? -preguntaron las ratas.<br />-Sólo éste -contestó el árbol-. Lo oí contar durante mi noche más feliz, pero entonces no sabía lo feliz que era.<br />-¡Es un cuento malísimo! ¿No sabe usted ninguno sobre tocino y velas de sebo? ¿Ningún cuento de despensa?<br />-¡No! -dijo el árbol.<br />-Pues muchas gracias -contestaron las ratas y se volvieron a casa.<br />Al fin hasta los ratoncitos dejaron también de venir y entonces el árbol suspiró:<br />-Pues no dejaba de ser agradable tenerlos sentados a mi alrededor, a los traviesos ratoncitos, escuchando lo que yo contaba. ¡Ahora también se han ido! Pero tendré cuidado de divertirme cuando vuelva a salir.<br />¿Pero cuándo iba a ocurrir aquello de volver a salir?<br />Pues sí, ocurrió una mañana en que vino gente y revolvió en el desván. Quitaron las cajas y sacaron el árbol; lo tiraron con pocos miramientos al suelo, pero en seguida un criado lo arrojó por la escalera a donde había luz.<br />“¡Ahora comienza la vida de nuevo!”, pensó el árbol. Sintió el aire libre, los primeros rayos del sol, y entonces se encontró en el patio. Todo ocurrió tan rápido que el árbol se olvidó de mirarse, tanto había que mirar alrededor. El patio daba a un jardín donde todo florecía. Las rosas colgaban frescas y fragantes sobre la barandilla, los tilos estaban en flor, y las golondrinas volaban y decían: “¡chuit, chuit, chuit, ha venido mi marido!”, pero no se referían con ello al abeto.<br />-¡Ahora voy a vivir! -gritó lleno de alegría, alargando sus ramas.<br />¡Ay!, estaban todas secas y amarillas. Había caído en el rincón entre la maleza y las ortigas. La estrella de papel dorado estaba todavía en la cima y brillaba al sol espléndido.<br />En el patio jugaban algunos de los alegres niños que habían bailado en torno al árbol durante la Nochebuena y que tanto les había gustado. Uno de los pequeños corrió y arrancó la estrella de oro.<br />-¡Mira lo que todavía queda en el repugnante, viejo árbol de Navidad! -dijo, pisoteando las ramas, que crujieron bajo sus botas.<br />Y el árbol miró todo el esplendor de las flores y el frescor del jardín, se miró a sí mismo y deseó no haber salido de su oscuro rincón en el desván. Recordó su verde juventud en el bosque, la alegre Nochebuena y los ratoncitos que con tanto gusto habían oído el cuento de Terrón Coscorrón.<br />-¡Todo acabó! ¡Todo acabó! -dijo el pobre árbol-. Si me hubiera alegrado mientras podía. ¡Todo, todo acabó!<br />Y vino el criado y partió el árbol en pequeños trozos, hasta formar un montón. Ardió espléndidamente bajo la gran caldera y suspiró tan hondo que cada suspiro era como un pequeño disparo. Por eso acudieron los niños que jugaban. Se sentaron ante el fuego, lo contemplaron y gritaron: “¡Pif, paf!”.<br />Pero a cada estampido, que era un hondo suspiro, el árbol pensaba en un día de verano en el bosque, en una noche de invierno allá, cuando brillaban las estrellas. Pensaba en la Nochebuena y en Terrón Coscorrón, el único cuento que había oído y que sabía contar, y de esta forma se consumió.<br />Los niños jugaron en el patio y el más pequeño llevaba sobre el pecho la estrella de oro que el árbol había lucido en su noche más feliz. Ahora todo había acabado y el árbol había acabado como el cuento. Acabado, acabado, que es lo que ocurre con todos los cuentos.</span><br /></span><span style="font-family:arial;font-size:130%;">___________________________</span></p><p align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><strong><span style="color:#999900;">ORO</span> Y <span style="color:#33cc00;">ESMERALDAS</span><br />(Colombia)</strong> </p><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjkhd39FF_h986aDTLqxeDEMyLJtaf-SCoTSiC21JpBdOv01Syj8n07JgpxYdtA9_0CTrwlcEp4nY481IpcRUmGTOY0zgVhzlgwJlfNZm0QiqKLrFGI_7QosSO5ubSF7YGV6LPMw/s1600-h/7309_6_1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5149056814479908738" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjkhd39FF_h986aDTLqxeDEMyLJtaf-SCoTSiC21JpBdOv01Syj8n07JgpxYdtA9_0CTrwlcEp4nY481IpcRUmGTOY0zgVhzlgwJlfNZm0QiqKLrFGI_7QosSO5ubSF7YGV6LPMw/s320/7309_6_1.jpg" border="0" /> <p align="justify"></a><br />Esta historia ocurrió entre los Chibchas, un pueblo que vivió en el centro de Colombia, hace muchos años, cuando nuestros antepasados americanos no habían aprendido todavía a cultivar la tierra ni a domesticar animales, y cubrían sus cuerpos con pieles.<br />Llevaban una existencia muy simple: vivían en casas de paja o chozas, comían frutas y vegetales, y pescaban o cazaban utilizando armas rudimentarias como flechas, o cuchillos de piedra.<br />El jefe de una de esas familias se llamaba Piraca y vivía plácidamente con su esposa y dos hijos, un niño y una niña pequeña.<br />Las montañas y los ríos cristalinos de la meseta eran ricos en oro y los niños competían entre ellos buscando las pepitas doradas. El padre además hacía largos viajes para traer sal y conseguir algunas de las preciosas piedras verdes incrustadas en una cueva secreta de la lejana cordillera. Por supuesto, no tenía idea de que esos pequeños cristales serían alguna vez las Esmeraldas de Muzo, algunas de las más codiciadas del mundo.<br />Pero, de pronto, los dioses empezaron a olvidarse de los hombres y la lluvia se escapó hacia el mar cabalgando sobre el lomo del viento. La tierra se secó en tal forma que los árboles no volvieron a dar fruto y las fieras de la selva descendieron sobre los bosques cercanos y devoraron a los animales pequeños, en su desesperada búsqueda por alimentos.<br />Así, llegó un día en que la familia de Piraca no encontró ningún alimento, ni pieles para cubrirse; y aún las tiernas fibras multicolores que la madre usaba para tejer canastas y sombreros empezaron a escasear.<br />A los niños indios les habían enseñado desde pequeños a no llorar y por eso no se quejaban nunca, a pesar del tormento del hambre. Pero llegó el momento en que los dos hermanos parecían flores marchitas y ya no tenían energías para jugar en el bosque o nadar en la laguna encantada.<br />Una mañana, mientras los padres se refugiaban junto al fuego cuidando la única olla de barro donde se cocían algunas raíces, la niña india se despertó con una sonrisa de placidez y dijo:<br />–Soñé que caminaba por un campo azul, salpicado de estrellas.<br />–¿A quién le importan ahora las estrellas? –dijo el muchacho–, yo me contentaría con unas cuantas frutas para comer.<br />–Ya sabes que no tenemos frutas, hermano. Los animales se las comieron todas. También ellos tienen hambre.<br />–Ayer salí a cazar, pero no encontré ni siquiera un conejo –dijo el padre.<br />–Mira, Piraca, nuestros hijos están temblando de frío porque las pocas mantas que tenemos están llenas de agujeros –dijo la madre.<br />–Los dioses nos han abandonado. Desde que se fueron las lluvias, hasta el arco iris dejó de brillar sobre la sabana y los ríos y la laguna encantada se están secando –agregó el padre con tristeza.<br />–Más tarde iré con los niños a pescar. Tal vez esta vez la suerte nos acompañe –dijo la madre tratando de animarlos.<br />Pero aunque ese día encontraron algunos pescados pequeños y unos pocos vegetales, la mañana siguiente, cuando el sol empezó a iluminar el universo, los encontró a todos con la misma hambre.<br />Entonces fue cuando Piraca y su mujer resolvieron desenterrar la pequeña olla de barro donde guardaban sus más preciado tesoro: el oro y las misteriosas piedritas verdes encontradas en la montaña que habían recogido durante mucho tiempo.<br />–Con esto al menos podré conseguir algo de sal, algunas mantas y tal vez un poco de pescado seco –dijo esperanzado el padre, extendiendo las pepitas doradas y los hermosos cristales verdes sobre un trozo de piel, mientras preparaba su largo viaje a la aldea vecina.<br />–Tráeme una linda manta… Y un collar de cuentas brillantes… Y un brazalete –suplicó la niña<br />–Deja de soñar despierta, hija, lo que necesitamos ahora es un poco de alimento –dijo la madre abrazándola.<br />–Cuídate de los animales salvajes. Recuerda que ellos también tienen hambre –rogó el hijo, antes de despedirse de su padre.<br />El sol empezaba a levantarse sobre la tierra seca, cuando el indio partió llevando la olla de barro en una de sus manos y la bolsa con el arco y las flechas para defenderse de las fieras salvajes a la espalda.<br />Fue un largo, largo viaje, a través de la sabana desierta primero y los empinados caminos de la montaña después. Los pies desnudos de Piraca le dolían terriblemente y, después de caminar durante varios días, se sintió tan cansado que, al encontrar un pequeño valle, decidió descansar debajo de un árbol. Entonces se quedó dormido.<br />Mientras Piraca dormía, dos conejos curiosos que pasaban en busca de comida llegaron al mismo lugar.<br />Cuando vieron al hombre, el conejo mayor, que era muy amigo de aventuras, dijo:<br />–Mira! Hay un hombre dormido. Tal vez traiga algo de comer.<br />–Por favor, no te acerques, está armado –advirtió el otro conejo, que era un poco tímido.<br />Pero no hubo forma de detener al conejo curioso que fue directamente a coger la olla de barro. Cuando encontró las pepitas de oro y esmeralda, dijo tomando una de ellas en sus manos:<br />–No tienen olor, ni sabor; parecen piedras.<br />En ese momento, Piraca empezó a moverse y los conejos aterrorizados tiraron lejos la olla de barro con su precioso contenido y salieron corriendo.<br />Era ya muy avanzado el día cuando Piraca despertó y lo primero que hizo fue colgarse el morral con el arco y las flechas y buscar su olla de barro. Y cuando no la encontró, se llenó de pánico y sintió una angustia terrible.<br />–Mi oro y mis cristales preciosos –se lamentó–. Alguien me los ha robado… Soy un hombre muerto… ¿Qué voy a hacer?<br />Piraca recorrió el campo en varias direcciones, hasta que de pronto tuvo un presentimiento y se agachó para tocar el pasto. Y ahí, escondida entre las hojas secas, encontró una pepita dorada y más adelante otra de color verde y otra dorada.<br />Cuando los últimos rayos del sol iluminaron la tierra, pudo contemplarlas como pequeñas estrellas regadas sobre el pasto.<br />Pero como no estaba seguro de que estuvieran todas, un torrente de lágrimas represadas por mucho tiempo, desde que era un niño aterrorizado, empezó a derramarse de sus ojos mientras permanecía ahí de rodillas, perdido en su tristeza, a la luz del crepúsculo.<br />–Tengo que recobrar mis pepitas de oro y de cristal antes de que el sol se oculte detrás de las montañas –pensó con determinación–. Pero dudo si me será posible encontrarlas todas.<br />Piraca afinó sus ojos para mirar detenidamente el campo, mientras trataba de recorrerlo palmo a palmo con sus manos.<br />De pronto, el cielo empezó a abrirse sobre él y un magnífico doble arco iris apareció sobre la montaña. Piraca se sintió como tocado con una vara mágica y sus preocupaciones desaparecieron.<br />Entonces escuchó una voz poderosa, pero de tono gentil que lo llamaba por su nombre:<br />–No, Piraca, no recojas el oro ni las esmeraldas.<br />Piraca se volvió sorprendido y vio a un hombre anciano de barba plateada y vestido con una larga túnica blanca.<br />–¿Y quién eres tú para darme órdenes? –preguntó el hombre.<br />–Me llamo Bochica. Soy el dios de tus abuelos, el que salvó a tu tribu de las inundaciones. ¿No recuerdas la historia?<br />–Si, señor, pero el oro y los cristales eran mi único tesoro. Sin él, mi esposa y mis hijos morirán de hambre –contestó Piraca, aún de rodillas.<br />–Escucha, Piraca, esta es mi promesa: entierra las pepitas, cúbrelas bien con tierra para que los animales y el viento no puedan removerlas y regresa dentro de cuatro lunas. Entonces encontrarás un tesoro más valioso que tus joyas, y tu pueblo no volverá nunca a sufrir hambre.<br />Bochica desapareció pero el arco iris permaneció en el horizonte hasta que se hizo de noche.<br />Piraca durmió entonces como un bebé y, al día siguiente, sintió una felicidad que no había sentido nunca.<br />Enterró el oro y las esmeraldas en la forma como Bochica le había ordenado y, tan pronto como acabó de cubrirlas con la tierra, la lluvia volvió a caer sobre la tierra sedienta en medio de truenos y relámpagos.<br />Piraca se sentía tan feliz, que no le importó soportar las gordas gotas de lluvia sobre sus espaldas, mientras regresaba a casa.<br />La esposa desconfió un poco de la aparición de Bochica pero las mujeres indias no discutían nunca con sus esposos.<br />La tierra reverdecía ahora con la bendición de la lluvia, y hasta las aves tropicales empezaron a regresar al bosque alegrando a los niños con sus trinos melodiosos.<br />El padre entretanto seguía la luna marcando con ansiedad sus ciclos en el tronco de un árbol.<br />Cuando llegó el día señalado por Bochica, todos emprendieron el largo viaje desde muy temprano, primero por los senderos de la sabana y, después, a través de las escarpadas montañas, hasta que llegaron al valle en donde Piraca había sembrado el oro y las esmeraldas.<br />No veo ningún tesoro –exclamó la mujer, desconsolada.<br />–¿Estás seguro de que este es el sitio, padre? –preguntó el niño.<br />–Por supuesto. Ya verás. Marqué con varias piedras el lugar donde se apareció Bochica –respondió Piraca, mientras miraba por todas partes en busca del tesoro prometido.<br />Un poco más adelante, dijo con gran alivio:<br />–Mirenese es el árbol. Vamos allá.<br />La niña, que se había adelantado en el sendero, gritó:<br />–¡Miren: allí hay un gran campo sembrado con unas plantas muy, pero muy extrañas, que no había visto nunca en mi vida!<br />Al oírla, todos corrieron a ver las esbeltas plantas que se mecían al viento como si estuvieran danzando. Tenían hojas largas y aterciopeladas de color verde esmeralda y el fruto terminaba en un manojo de hebras sedosas, tan plateadas como la barba del dios Bochica.<br />Al abrir el fruto, encontraron una mazorca con granos dorados como el oro.<br />–Lo llamaremos “maíz” –dijo Piraca–, el regalo de los dioses, hecho con oro y esmeraldas.<br />Desde entonces, los miembros de la tribu Chibcha no volvieron a sentir nunca el azote del hambre.</span></p><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-1338236808567346452007-12-21T11:19:00.000-04:302007-12-21T11:30:15.018-04:30PROSOEMA No. 57 (21/12/2007)<div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;color:#ff0000;"><strong>!FELIZ NAVIDAD</strong></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;color:#ff0000;"><strong>PARA TODOS NUESTROS VISITANTES!</strong></span></div><div align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;color:#3333ff;"><strong>!Gracias por compartir este espacio con nosotros!</strong></span></div><div align="justify">__________________________</div><div align="justify"><span style="color:#009900;"><strong><span style="font-size:130%;">CUENTO DE NAVIDAD</span></strong><br /></span><br /><span style="font-size:130%;color:#ff6600;"><strong>Jordi Sierra i Fabra</strong></span><br /><br /></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqgRfQciclbE1NGW88QJ7nAeBj9aAIQd9Sde4a_wkd9A48MYaLySeTBShfZqIbSTKiokSuhPHHF5om9fODz-r3iTsQfJ4bHSUwTVXibhyphenhyphenjZ_D-t2HsellR2D_ub56IphGgjiEopg/s1600-h/sol_similar_ovni.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5146455232529637234" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqgRfQciclbE1NGW88QJ7nAeBj9aAIQd9Sde4a_wkd9A48MYaLySeTBShfZqIbSTKiokSuhPHHF5om9fODz-r3iTsQfJ4bHSUwTVXibhyphenhyphenjZ_D-t2HsellR2D_ub56IphGgjiEopg/s320/sol_similar_ovni.jpg" border="0" /> <p align="justify"></a><br /><span style="font-size:130%;">La presencia de Jaime en la entrada del salón, quieto, silencioso, hizo que sus padres dirigieran toda su atención hacia él.<br />Estaba muy serio.<br />—Yo creía que la Navidad se celebraba en todo el Universo —dijo.<br />Papá y mamá parpadearon. Jaime les tenía siempre alucinados. Apenas si alzaba dos palmos del suelo pero era inquietantemente lúcido, despierto, vivo, y con una imaginación...<br />Cuando preguntaba algo o se interesaba por un tema, era porque le estaba dando vueltas a la cabeza.<br />—Bueno... —carraspeó papá—. A fin de cuentas...<br />—Es una festividad de todo el mundo, sí —intentó ayudarlo mamá.<br />Jaime les dirigió una de sus miradas de “Vaya-pues-sí-que-ayudáis”. No se quedó nada convencido. Optó por dar media vuelta y volver a retirarse en silencio. Papá y mamá no supieron muy bien qué hacer.<br />—Está en la edad —mencionó él.<br />—Es increíble la de cosas que pregunta —suspiró ella.<br />Continuaron leyendo el periódico uno y arreglando los regalos de Navidad otra, bajo el gran árbol que dominaba el salón con su inequívoca presencia. La casa respiraba paz. Tanta, que dejaron de hacer lo que hacían, inquietos, llenos de paternal desazón, a los pocos instantes.<br />—Este último mes... —frunció el ceño mamá.<br />—Sí, desde que se inventó todo eso de los slu... slugr...<br />Primero, la palabreja no le salía. Pero a continuación se quedó mudo de pronto porque Jaime volvía a estar allí, en la puerta de la sala, con su misma carita seria y concentrada.<br />—Slurgis —le ayudó el aparecido.<br />—¡Oh, sí, claro! —sonrió él.<br />—Y no saben lo que es la Navidad.<br />Hubo un leve silencio.<br />—¿Qué? —preguntaron casi al unísono.<br />—Que los slurgis no saben lo que es la Navidad. En su planeta no la conocen. ¿No es asombroso?<br />—Vaya con los slugr... slurgs... slurgis —logró decir papá.<br />Jaime seguía serio, más aún, preocupado.<br />—Vosotros decís que nadie debe quedarse sin celebrar la Navidad, ¿verdad?<br />—Pues claro, hijo —dijo ella llena de dulzura.<br />—Es la fiesta más hermosa de todas las fiestas —aseguró él.<br />—Todo el mundo debe vivirla en paz y amor, con la familia o los amigos —concluyó su mamá.<br />—Siempre ha sido así —concluyó su papá.<br />—Vale —pareció aliviado Jaime—. ¿Puedo invitarles?<br />—¿A los...? —ya no intentaron decir el nombre.<br />—Por favor... —era algo más que una súplica, el tono se revestía de mucha intensidad emocional.<br />—Claro, Jaime —estuvo al quite mamá al ver su carita de pena—. Invítalos, hijo. Faltaría más.<br />El niño salió a la carrera, feliz.<br />—Que cosas se le ocurren —reflexionó su padre, impresionado.<br />—Seguro que nos sienta a la mesa a unos muñecos.<br />Continuaron con sus cosas, el periódico, los regalos de la familia. En alguna parte se escuchaba música. Villancicos, claro. Se respiraba el ambiente de paz y amor propio de las fechas.<br />Tanta paz...<br />—Voy a ver —mamá se dirigió a la puerta, incapaz de concentrarse.<br />—Te acompaño —la apoyó su esposo.<br />Para algo eran padres. Sentían una extraña desazón.<br />Abandonaron la sala, caminaron por el pasillo, entraron en la habitación de Jaime.<br />No estaba allí.<br />—El desván —indicó ella—. Estos últimos días se pasa el tiempo ahí arriba.<br />Subieron la escalerita, en silencio. Se oían unas voces curiosas. Asomaron la cabeza a ras de suelo, primero una, luego el otro. Ya no pudieron continuar la ascensión. Se quedaron paralizados.<br />En medio del lugar, apoyado sobre su base, vieron el platillo volante, no muy grande, como de medio metro de diámetro y abollado en un punto de su circunferencia. El agujero por el que parecía haberse colado quedaba justo a un lado de la pared. Y no era reciente.<br />Pero el platillo volante no era lo más sorprendente.<br />Lo más sorprendente era la pareja de bichos, o lo que fueran, que estaban sentados en el suelo, con unos cascos llenos de antenitas que vibraban y emitían ondas de colores. Medían poco menos de un palmo, tenían tres piernas y cinco manos, dos ojos y una boca enorme en relación a la cabeza. Eran incluso originales y cómicos. Por lo visto, los cascos servían para traducir idiomas, porque su español era muy fluido.<br />—...así que los dos soles y las tres lunas de Slurgia son muy bonitos —decía uno de ellos en ese instante.<br />La presencia de los aparecidos no pasó desapercibida. Los extraterrestres dejaron de hablar. Jaime miró hacia sus padres. Nada se alteró en él. Ni siquiera le sorprendió verlos allí. Sonrió feliz y, con una enorme sonrisa, se limitó a decirles:<br />—Papá, mamá, ellos son slupif y slupan. Y no sabes lo contentos y emocionados que están de pasar su primera Navidad en la Tierra después de que les he explicado su significado.<br />En lo primero que pensó su madre fue en si a los slu... lo que fuera, les gustaría el pollo.<br /></span>___________________________<br /><strong><span style="color:#cc33cc;">© Jordi Sierra i Fabra 2004/2006.<br />Tomado de la página web oficial de Jordi Sierra i Fabra.<br /></span></strong></p>___________________________<br /><span style="font-family:arial;font-size:130%;"><strong><span style="color:#ff0000;">EL GRANO DIVINO<br /></span><span style="color:#3333ff;">(Estados Unidos)</span></strong></span><br /><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhs0bxvGYc0YmC2FY_NJN42KqxcMDaRn-cG1VOnBEjPzHjtHhDOswwBjy7lEQqMCyEKqZkfAtTm496TJi3zbn-b1SJJRp6OETk5PuGHy4B4h4or4tanyHacOWdPHEQp8KdjxYBC4A/s1600-h/maíces+de+colores.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5146454725723496290" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhs0bxvGYc0YmC2FY_NJN42KqxcMDaRn-cG1VOnBEjPzHjtHhDOswwBjy7lEQqMCyEKqZkfAtTm496TJi3zbn-b1SJJRp6OETk5PuGHy4B4h4or4tanyHacOWdPHEQp8KdjxYBC4A/s320/ma%C3%ADces+de+colores.JPG" border="0" /> <p align="justify"></a> <span style="font-family:arial;font-size:130%;">Cuenta la tradición de los pueblos Aztin que, después del tiempo de las nieves –durante el cual se refugiaron en Çikomoztok–, la tierra quedó muy quemada.<br />No había plantas de las que se pudieran recolectar frutos, los animales habían muerto por el frío en tal cantidad que la caza era muy penosa y, por ello, el linaje humano sufría mucho.<br />Se elevaron las plegarias a Tahtzinzeze, a quien también llamaban Zenteotl, para que iluminara el pensamiento de los hombres sabios y éstos dieran de comer a su pueblo.<br />Fue enviado el divino Ketzalkoatl para que viera como estaba la tierra y buscó alimento por todas partes y no encontró.<br />Ya convencido de ello se disponía a marcharse, cuando vio pasar presurosa a la hormiga roja, que traía unas pequeñas semillas entre sus mandíbulas poderosas. Después, vio pasar a otras que también traían semillas, aunque con restos de hojas y de paja.<br />Entonces les preguntó:<br />–Por que trabajan tanto si el “Padre de Todo” ha dispuesto los medios de vida?<br />–Los medios no vienen solos –respondieron las hormigas rojas–, hay que buscarlos y guardarlos para mejores ocasiones.<br />– ¿Por qué no me dan de esa comida para los hombres?<br />–Ellos son grandes y glotones y, si lo hiciéramos, se acabarían nuestros campos y pereceríamos.<br />Convencido Ketzalkoatl de que tenían razón, simuló irse, pero se transformó en hormiga negra, diminuta, y siguió a las hormigas rojas hasta que descubrió el campo de abastecimientos, que era un gran plantío de zacates que que tenían una espiga dorada de mechones finos y envueltos en un capullo de hojas fuertes. En su interior, había unos granos dorados, llamados Teotzintli.<br />Ketzalkoatl reflexionó y dijo: “Si traigo a los hombres aquí, de nada les ayudará, pues pronto acabarán con las plantas. Mejor les llevó la semilla para que ellos la cultiven y hagan que la tierra produzca”. Y tomó muestras de diferentes granos de distintos zacates, hasta cinco, y luego tomó muestras de otras cinco plantas y las llevó a los hombres.<br />Y llamó a los jefes de las tribus y les dijo:<br />–Aquí les traigo un regalo, el Grano Divino, pero no lo deben comer hasta que vuelva a salir de la tierra. Mas, como nadie sabe como ha de brotar, les dejo aquí a cinco doncellas divinas que se encargarán de cuidar de las semillas, ya puestas en la tierra. Ellas harán que broten las plantas y los granos en tal abundancia que no vuelvan a sufrir hambre, porque así lo quiere Tloke Nahuake, Tahtzinzeze.<br />Los granos fueron sembrados por las doncellas y ellas regaban, cantaban y danzaban en los sembradíos. A los cuatro días, la tierra se agrieto y en los días siguientes brotaron de estas grietas unas diminutas hojas verdes.<br />Los hombres tuvieron mucho grano llamado Teotzintli, pero no el suficiente para todas las tribus. Y vieron que no en todo el tiempo se podía sembrar, porque las doncellas divinas sabían que la nieve quemaba la planta.<br />Un día, afligidas, se reunieron a deliberar como cuidar mejor el grano para que produjera más y, no encontrando solución, la más bella y la más joven de ellas llamada Xilonan, invocó al divino Ketzalkoatl, pidiéndole ayudara de nuevo a los hombres.<br />Al calor del Fuego Sagrado, donde ella hacía su invocación, llegó el Viento Rugiente y la envolvió en un remolino. En esa caricia del viento ella escuchó:<br />–Tú, doncella, y Yo, ayudaremos a los hombres, pero no les daremos las cosas hechas. Ellos tendrán que trabajar y, sin que se den cuenta, nosotros trabajaremos con ellos inspirándolos. Haz que trabajen desde mañana.<br />Y así fue.<br />Las Doncellas llamaron a los hombres de la tribu y les dijeron:<br />–Ha llegado el momento de que aprendan a producir el grano y a mejorar su abundancia. Tomen sus “Serpientes Mágicas”, caven la tierra y pongan el grano: cinco de una clase, al Oriente; cinco de la otra clase, al Poniente.<br />Y los hombres lo hicieron.<br />Cuando las plantas ya estaban crecidas, vino un día el Divino Ketzalkoatl y dijo a las doncellas:<br />–Esa planta de Teotzintli da muy pocos granos. Vamos a producir otra planta que dé miles de granos, pero que sean los hombres los que entiendan y aprendan ­–y, señalando a todas las doncellas, agregó–: tú, divina doncella, serás mariposa; tú serás abeja, tú serás Catarina de rojo color, tú serás avispa azul… y tú, Xilonan, serás la hembra del Witzilli. Tomarán de los polvos de las flores del Teotzintli del Occidente y luego irán a las matas del Oriente, cuando los hombres estén allí, y dejarán los polvos de unas matas en otras, y Yo, el Viento Fecundador, soplaré con fuerza para desenmarañar las duras mazorquillas y que los polvos entren en su seno… Y después verán el milagro de los siglos.<br />Un día en que los hombres trabajaban en las matas, vieron volar a los insectos cuando el viento sopló fuerte y, temiendo que las plantas se rompieran, corrieron a protegerlas. Entonces contemplaron cómo los insectos rascaban con sus patas y sus picos hasta dentro de los dorados filamentos de la espiga y se asombraron.<br />Pasaron días y días y uno de tantos, cuando fueron a cosechar, ya no encontraron Teotzintli: ahora había un fruto duro macizo, lleno de miles de granos de diversos colores. ¡Unos eran rojos, otros azules, otros dorados, otros blancos…!<br />A esos granos los llamaron Itzintli, Etzintli, Antzintli (o Yaantzintli) Yauitzintli, etc. Y se iluminó el pensamiento de los hombres, mientras Xilonan y las otras doncellas siguieron realizando la polinización de las diversas especies de maíz, con lo que produjeron el Grano Divino, alimento del mundo, hasta hacer más de cuatrocientas variedades.</span><br />___________________________<br /><strong><em>Çikomoztok</em></strong>: en las Múltiples Cuevas.<br /><strong><em>Tahtzinzeze</em></strong>: el Padre Único.<br /><strong><em>Tloke Nahuake</em></strong>: El que Tiene Todo en Sí Mismo.<br /><strong><em>Zenteotl</em></strong>: el Dios Único.<br /></p>___________________________<div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-35318050.post-84186158502660609812007-12-14T13:52:00.000-04:302007-12-14T14:04:43.805-04:30PROSOEMA No. 56<div align="justify"><span style="font-size:130%;">Esta semana, Prosoema presenta un cuento navideño de la escritora española Emilia Pardo Bazán. Se titula Instinto y puede encontrarse en la mayoría de sus recopilaciones de cuentos.<br />A continuación, ofrecemos otra leyenda sobre el maíz, proveniente en este caso de Perú. En el número anterior, iniciamos un pequeño homenaje al maravilloso y nutritiva cereal nacido en nuestro continente. Un homenaje que, como dijimos entonces, consiste en mostrar algunas de las numerosas leyendas que sobre él se han escrito en los países americanos.<br /></span>___________________________<br /><span style="font-size:130%;"><strong><span style="font-family:arial;"><span style="color:#ff0000;">INSTINTO</span><br /><br /><span style="color:#009900;">Emilia Pardo Bazán</span></span><br /></strong></span><br /></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-SghhHb05AGaTMf1yUX9xWxzs2iZPuBC5Egv-ITq-X3euobIyWkRW1ht8eqClGxrEjl36dMzMIb-9Dml1JGDaAaDpSVRO_uhGs-uKAc6BkPwaJYC-VBgG4T4wb0Dg_b0NxAie6w/s1600-h/Nino%20Jesus.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5143896729101344594" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-SghhHb05AGaTMf1yUX9xWxzs2iZPuBC5Egv-ITq-X3euobIyWkRW1ht8eqClGxrEjl36dMzMIb-9Dml1JGDaAaDpSVRO_uhGs-uKAc6BkPwaJYC-VBgG4T4wb0Dg_b0NxAie6w/s320/Nino%2520Jesus.jpg" border="0" /> <p align="justify"></a> <span style="font-family:arial;font-size:130%;">Aquel año, las monjitas de la Santa Espina se habían excedido a sí mismas en arreglar el nacimiento. En el fondo de una celda vacía, enorme, jamás habitada, del patio alto, armaron amplia mesa, y la revistieron de percalina verde.<br />Guirnaldas de chillonas flores artificiales, obra de las mismas monjas, la festoneaban. Sobre la mesa se alzaba el belén. Rocas de cartón afelpadas de musgo, cumbres nevadas a fuerza de papelitos picados y deshilachado algodón, riachuelos de talco, un molino cuya rueda daba vueltas, una fuentecilla que manaba verdadera agua y los mil accidentes del paisaje, animados por figuras: una vieja pasando un puente, sobre un pollino; un cazador apuntando a un ciervo, enhiesto sobre un monte; un elefante bajando por un sendero, seguido de una jirafa; varias mozas sacando agua de la fuente; un gallo, con sus gallinas, del mismo tamaño de las mozas y, por último, novedad sorprendente y modernista: un automóvil, que se hunde en un túnel y vuelve a salir y a entrar a cada minuto.<br />Pero lo mejor, allá en lo alto, era el portal, especie de cueva tapizada de papel dorado, con el pesebre de plata lleno de pajuelitas de oro y, en él, de un grandor desproporcionado al resto de las figuras, el niño echado y con la manita alzada para bendecir a unos pastores mucho más pequeños que él, que le traían, en ofrenda, borregos diminutos.<br />Todas las monjitas estaban allí, admirando, dando pareceres, babeándose de cariño ante el Jesusín, "que parecía un niño de verdad". En aquel solemne día, relajaba el convento su disciplina severa y se les consentía a las sores expresar su júbilo, tocando sonajas y castañuelas, zambombas y rabeles, armando un estrépito que en otro sitio se llamaría infernal, y bailando hasta hacerse rajas* delante del belén, como habían bailado, de cierto, los pastorcillos inocentes, y como hasta saltarían de gozo los collados, porque era nacido el Redentor del mundo.<br />Y danzaban riendo, diciéndose cosas picarescas y chistosas, burlándose dulcemente las jóvenes de las viejas, que no eran las menos decididas para dar brincos y jalearse.<br />-¡Ay, mire sor Gertrudis, qué vueltas! Parece un trompo.<br />-¡Y qué lindos pies que luce!<br />-Ánimo, sor Consolación, deje ahí arrimada la muleta y eche un paso por el Niñito Jesús.<br />-Agarrarse todas de las manos, y a la rueda, rueda.<br />-¿Ese pandero, qué hace que no repica?<br />-¡A ver, el villancico!<br />Y unidas, las voces se elevaron, puras e ingenuas.<br />En el portal de Belén<br />hay una piedra redonda…<br />-No, ése no vale nada... Vaya aquel otro:<br />En el portal de Belén<br />todos a juntar en leña,<br />para calentar al niño<br />que nació en la Nochebuena.<br />Y el loco retintín de los panderos, el sonoro tableteo de las castañuelas, los desahogos de entusiasmo arreciaban, ensordecedores, mientras la casi paralítica sor Consolación, con su voz cascada y feble, no podía hacerse oír, al reprender:<br />-No sean escandalosas... ¡Que van a venir los guardias!<br />Mientras la juventud de las sores se desfogaba así, en una celda del mismo piso, la única ocupada en él, una mujer, prestaba oído atentamente. Sería como de cuarenta y cinco años; estaba sin toca, el hábito roto; su corto cabello flotaba en mechones grises y su mirar denotaba extravío. Atendía al lejano ruido sorprendida, inquieta. ¿Qué pasaba?<br />Al fin sonó más alta la música discordante de las sonajas y panderos. ¡Música! ¡Canciones! ¿Por qué la dejaban encerrada cuando había música?<br />En repentino arrebato, golpeó la puerta, que por fuera tenía echado el cerrojo. La aporreó con manos y pies, frenéticamente. Y las que todavía danzaban ante el misterio se detuvieron, se miraron.<br />-¡Vamos, ya respiró sor Cruz!<br />-¡Fuera milagro que no alborotase!<br />-¿Qué hacemos, madre superiora? -interrogó una monjita vivaracha, menuda, toda arrebolada por la animación del baile-. ¡Pobrecita! ¿La dejamos venir un instante al belén, que está precioso?<br />-No piense en eso, sor Rosa... ¡Pues buena se pondría así que viese al niñito! Ya sabe que como se le murió el suyo, el único, y a consecuencia de la pena entró en religión, tiene la cabeza... -la superiora se tocaba con el índice la sien-, y se altera hasta con las estampas del Niño Dios... Vaya allá un poco, a ver si la consuela... Déle su colación... Hágale creer que el ruido es en la calle... Y guarden ya silencio y, antes de bajar al refectorio, recemos tres avemarías, para que sor Cruz se ponga buena...<br />Se oyó el murmullo de la oración. Sor Rosa, a paso ligero, voló a la celda de la loca, descorrió el cerrojo vivamente y se acercó a ella, hablándole con ternura y mimo, como se habla a las criaturas.<br />-¿Qué tiene, hermana? Alégrese, que le voy a traer su colacioncita... Verá. Un pedazo de turrón, muy rico... Y mazapán, y peladillas, y naranja china, ¿sabe? Se chupará los dedos.<br />-Quiero ir a donde cantan...<br />-Si ya no cantan... Si fueron los pillos de la calle, que van por ahí con chicharras y zambombas.<br />-No, yo bien sé... Hay música en el convento -insistió la demente, queriendo echarse fuera de la celda, con ansia.<br />-Paciencia, sor Cruz... Acuérdese de que manda el médico que no salga, que se puede acatarrar. Espere un momento, ahora subo la colación...<br />Y, como un pájaro, salió sor Rosa, volviendo al cabo de minutos con una cesta repleta.<br />-Bueno, ahí tiene muchas golosinas: coma y luego acuéstese tranquila, que mañana vendré a peinarle esas greñas y a ponerla muy guapa, para que asista a la misa, ¿eh?, siempre que tenga mucho, mucho juicio... Hasta mañana, sor Crucita, y que descanse bien.<br />Fuese la arrebolada monja, corriendo el cerrojo... Es decir, ella siempre afirmó haberlo corrido; pero tal vez sufriese una de esas distracciones que prueban que no es una máquina el cerebro humano.<br />La demente permaneció unos momentos indecisa. Alumbraba su celda un farol colgado muy alto, para que no lo pudiese romper. A su luz mezquina, destacábase, sobre la mesilla humilde, la cesta cubierta con blanca servilleta gorda. Con ese dominio del instinto material que se observa en los alienados, pensó en la colación suculenta y se figuró al turrón macizo, los mazapanes con rubias cabelleras de huevo hilado, la compota olorosa.<br />Un poco de saliva vino a sus fauces. Pero el recuerdo de la música resurgió y la curiosidad fue más viva que la gula. ¿Por qué música en el convento? Lanzóse otra vez contra la puerta... ¡Oh, maravilla! La puerta cedió... Se abrió sobre el pasillo ancho, sombrío y glacial, por el cual avanzó a tientas la loca, guiada por un débil reflejo, una raya de claridad lejana.<br />También obedeció al empujón la puerta del recinto iluminado y la loca, admirada, se paró un momento en el umbral. El belén se presentaba a sus ojos, solitario, bajo el rayo de la estrella, fulgiendo entre los azules pabellones de tarlatana que figuran el cielo cercado de candelicas, dispuestas en arco a ambos costados. Una sonrisa de gozo se dibujó en el semblante de la pobre insensata. ¡Qué bonito! ¡La fuentecita, el agua que corre! ¡El automóvil, qué monada! ¡Y el cazador! ¡Pum! De improviso, una chispa más espiritual brilló en sus ojos. Un grito, casi un rugido de amor se exhaló de su garganta. ¡El niño! ¡Su niño, al que siempre está llamando en las largas horas de su tristeza infinita!<br />De un salto, sor Cruz se encaramó al belén. Pisando fuentes, puentes y figuras desbaratando y destrozándolo todo, llegó hasta el portal, agarró al infante y lo cubrió de caricias violentas, ávidas. Medio le mordió. Luego, temerosa de que se lo arrebatasen, echó a correr hacia su celda, llevándolo abrazado.<br />Entre tanto, las arrancadas candelicas se desmayaron sobre los tules que con la estrella se habían volcado encima del portal. Un reguerillo de chispas devoró rápidamente el leve tejido y, luego, una corta lengua inflamada lamió las apolilladas maderas y cartones impregnados del aguarrás de la fresca pintura.<br />El convento dormía cuando se desenmascaró el incendio. El sereno vio el humo y aturdió a llamadas de aldabón enorme. La confusión fue como de naufragio. Sacaron en brazos a la paralítica sor Consolación y, en medio del terror y de los angustiosos chillidos, sor Rosa, sintiendo acaso un misterioso e indefinible remordimiento, pensó en sor Cruz.<br />-¡Ay mi Dios! ¡Misericordia, Virgen Santísima! ¡Va a morir abrasada! ¡El fuego es en su piso!<br />Y como alzasen los ojos hacia la reja de la celda de la demente, pudieron ver, sobre cortina de llamas y humo, un rostro aterrador y oír una voz que gritaba:<br />-¡Ahí va el niño! ¡Salven al niño!<br />Un muñeco de talla vino a rebotar en tierra a los pies de las monjas. La cara de la loca desapareció en el brasero.<br />_____________________</span></p><p align="justify"><span style="font-family:arial;font-size:130%;">*<span style="font-size:100%;"><strong><em>Hacerse rajas</em></strong>: dividirse, caer a pedazos. La autora usa la expresión con el sentido de <em>agotarse</em>.<br /></span></span>__________________________<br /><span style="font-size:130%;"><strong>CHOGLLO<br />(Perú)</strong> </span></p><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjM8p28woRfVDf5eEqrVZWKN_Hn4d9yeYxC12lxa8hTjOw6UsqxutEyi6Dqi_l6UjqARlxylFezKlQmKSDzwMJhvr7AXOYCHcOezlVpWGkVhFNWq6aW3hHbKg1q9wLlo2G_Lyxsw/s1600-h/20060928maiz.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5143896333964353346" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjM8p28woRfVDf5eEqrVZWKN_Hn4d9yeYxC12lxa8hTjOw6UsqxutEyi6Dqi_l6UjqARlxylFezKlQmKSDzwMJhvr7AXOYCHcOezlVpWGkVhFNWq6aW3hHbKg1q9wLlo2G_Lyxsw/s320/20060928maiz.jpg" border="0" /> <p align="justify"></a> <span style="font-size:130%;">Sara-Chogllo era una mujer de raza de la misma estirpe de Mama-Huaco. Guerreras por naturaleza y como todas las mujeres de su raza, siempre apoyaba incondicionalmente, en el campo de batalla, a su compañero Wiru.<br />En el calor de una lucha, una larga flecha de carrizo encontró fatalmente el corazón de la mujer y le robó el calor de su aliento.<br />Wiru, al mirar el cuerpo inerte de su amada, se arrodilló a su lado y dejó escapar lo más dolorosos lamentos y suspiros que se habían escuchado en todas las montañas andinas.<br />Un incesante río de lágrimas escapó de los ojos de Wiru, con el que bañó el rostro y la herida abierta de Sara Chogllo, purificando así el paso de su compañera al mundo de los espíritus.<br />La ceremonia de entierro duró muchos días y muchas noches en los que nada ni nadie se atrevieron a alterar el sagrado conjuro de Wiru a los Dioses. La Madre Quilla y el padre Ti acompañaron calladamente la pena del guerrero en su largo ritual.<br />Cuando el dolor de Wiru empezaba a mitigarse, del corazón de Sara-Chogllo brotó una planta hermosa que, gradualmente, tomaba la forma de una guerrera altiva.<br />Al cuerpo que apenas germinaba le crecieron los dientes fuertes y sanos como la sonrisa luminosa de una mujer. El cabello largo y lustroso bañado por el sol se tornó en una dorada caricia que llenó de fragancias el vientre donde se gestaba la nueva vida.<br />Las faldas verdes y lozanas envolvieron con maternal ternura el retoño florecido del amor y del dolor concertados en ese instante fértil.<br />El naciente fruto arrimó su cabeza al esbelto carrizo, que seguía fuertemente abrazado a la Pachamama y fue tomando fuerza.<br />Cuando el nuevo fruto estaba lo suficiente maduro, Wiru lo arrancó tiernamente con sus manos, lo llamó Chogllo (como su madre), y lo guardó muy cerca de su corazón.<br />Wiru sentía latir en su pecho el fruto de su amor que su amada le había ofrendado como última muestra de cariño.<br />Cuando regresó, los hombres y mujeres del pueblo recibieron al guerrero con cantos de pesadumbre. Wiru fue directamente al templo a ofrecerle al gran Punchao el fruto nacido del corazón de su compañera.<br />Pero su sacrificio no estaba completo. Wiru sabía por los consejos de los Amautas que, para que su sacrificio tuviera recompensa, tenía que devolver el fruto a la Pachamama, de donde surgiría, se multiplicaría, alimentaría a los hijos de su pueblo y a los hijos de sus hijos, haría sanos sus cuerpos y fuertes sus brazos y haría de ellos una raza de hombres invencibles.<br />Así lo hizo Wiru: con sus propias manos, abrió la tierra y entregó grano por grano al fruto de su amor y sacrificio último.<br />Desde entonces, año tras año los Incas siembran el maíz en el mes del Capac Raymi, cuando empiezan a caer las lluvias, y en de Hatun Cusqui o Aymoray Quilla, cuando han cesado las lágrimas del cielo, y el padre Sol ha acariciado con su calor por varios meses a la Pachamama.<br />Entonces, ésta entrega a los descendientes de Wiru porciones generosas del noble Chogllo, que tiene y siempre ha tenido el aroma amargo de las lágrimas de Wiru y el dulce sabor de su eterna compañera.<br /></span>_________________________<br /><strong><em>Wiru</em></strong>: caña de maíz.<br /><strong><em>Quilla</em></strong>: la Luna.<br /><strong><em>Ti</em></strong>: el Sol.<br /><strong><em>Pachamama</em></strong>: Madre Tierra.<br /><strong><em>Punchao</em></strong>: calor, fuente de vida, aliento.<br /><strong><em>Amautas</em></strong>: maestros andinos.<br /><strong><em>Capac Raymi</em></strong>: mes equivalente a diciembre.<br /><strong><em>Hatun Cusqui</em></strong> o <strong><em>Aymoray Quilla</em></strong>: mes equivalente a mayo.</p><p align="justify">__________________________</p><div class="blogger-post-footer">Prosoema, revista electrónica de literatura para niños y jóvenes</div>Luiz Carlos - Armando Joséhttp://www.blogger.com/profile/09839366837677445158noreply@blogger.com0