12.01.2006

PROSOEMA No. 7 (1/12/2006)



ESTE NÚMERO está dedicado, en su mayor parte, al poeta colombiano Rafael Pombo de quien presentaremos la Introducción de su hoy olvidado Nuevo método de lectura y uno de sus más celebrados poemas para los niños: El gato bandido. A continuación, ofreceremos un fragmento del ensayo El desenlace de los cuentos como ejemplo en las funciones de la LIJ, de la profesora catalana Teresa Colomer Martínez.

_________________________________________

NUEVO MÉTODO DE LECTURA

Rafael Pombo

ESTE NUEVO MÉTODO para enseñar a leer y para asentar desde temprano por medio de la lectura las bases de la educación y de la conducta de la vida es una combinación completamente nueva y original, basada en la observación de los rasgos de carácter y aptitudes naturales distintivas de la infancia.
El niño prueba desde que nace un fuerte sentimiento del ritmo o sea de la cadencia y medida de la palabra. Así como el camello parece gozar con el canto de la caravana o de su solo guía, y mientras oye el canto es infatigable, y aun dicen que ajusta su andar al ritmo de ese canto, el niño notoriamente gusta del canto de su nodriza, se duerme con él, y los cambios de su ritmo lo perturban mientras no está en profundo sueño. Esto demuestra la particular eficacia del verso para su enseñanza. Los versos lo atraen, le gustan, los repite con placer, y se le fijan indeleblemente en la memoria. Son tal vez el más poderoso medio nemotécnico observado y aprovechado en la enseñanza desde Pitágoras, Esopo y Solón, hasta Nebrija y hasta el Padre Isla, los Iriartes y nuestro ortógrafo Marroquín. De aquí que el pueblo siempre busca algo de ritmo y consonancia para sus proverbios, cristalización de su ciencia y experiencia y regla de su vida; de aquí su carácter contagioso, inolvidable, imperecedero. Y de aquí vino al autor de este Nuevo Método la idea de hacer un abecedario y cartilla de lectura en forma de retahila traviesa y caprichosa, en verso, que describiese la forma de las letras e introdujese al niño a reconocerlas prontamente con la vista y a combinarlas en sílabas, inculcando de paso en él sanos y oportunos principios religiosos y morales que, con la fuerza de proverbios aprendidos de los labios maternos, contribuyan a formar su corazón y dirigir su conducta en la vida. De aquí también un curso indirecto de instrucción en verso, sembrada desde la niñez para todas las edades. El niño (condición providencial para su desarrollo) es una bomba aspirante, no de razonamientos que lo fatigan, sino de imágenes; es esencialmente curioso, práctico y material; quiere que se le enseñe objetivamente, lo mismo que a los salvajes y a toda naturaleza primitiva. Como las imágenes son precisamente condición de la poesía, el carácter imaginativo de ésta, aplicado en fábulas, emblemas o simples símiles, dobla la eficacia del ritmo poético para imprimirles cualquiera lección moral, literaria o científica, que nunca olvidan más tarde, pues adquieren para ellos fuerza de axioma, de proverbio, de experiencia anticipada. De aquí que no sólo el curso de lectura, sino también el abecedario mismo, abundan en imágenes, en cosas, que encarnan la enseñanza o moralizan y la acuñan en la memoria y en su corazón.
La atención del niño se fatiga y desvía muy pronto, exige brevedad y variedad; pero sus sentidos descansan alternando el uno con el otro. De aquí que en el Nuevo Método se cambie la imagen leída o contada, en representación gráfica o visible. Sus ojos darán tregua a los oídos y los oídos a los ojos, y las más de las piezas deben ser cortas. El Abecedario compensa su extensión con su travesura, con su movimiento objetivo; pero, desde luego, irá aprendiéndolo por partes. La Cartilla Ilustrada responde igualmente a estos requisitos de brevedad y variedad.
El niño desarrolla con el cultivo una memoria extraordinaria; y es grande error el común decir de que sólo le agradan cosas pueriles y sin interés para personas mayores. El citado señor Marroquín (veterano observador e institutor) años atrás advirtió que, al contrario, no se divierten en cuentos tontos y en lenguaje de nodriza, sino en invenciones, relatos, novelas, comedias, etc., de verdadero interés para todos. Complácense además mucho en que se les trate como a grandes, por la ambición de serlo, y por la vanidad que empieza a apuntar en ellos. Varias pues de las piezas del curso nuevo de lectura serán extensas, y muchas serias. Aunque de niños no entiendan las últimas, ese es el tiempo de aprenderlas de memoria, para cuando puedan entenderlas. Por otra parte, los niños hispanoamericanos he observado que son mucho más precoces que los de otros países, así como en fatal compensación, una vez hombres suelen morir los nuestros mucho más temprano.
Son al mismo tiempo muy retozones, aquí y en todo el mundo: impulso natural y benéfico, para estimular su crecimiento y desarrollo. En todo el Nuevo Método se tiene en vista esta ley natural, empleando la jovialidad, la travesura, a veces la extravagancia para endilgarles a los altos fines del educador.
Son por otra ley natural muy egoístas, muy preferentemente atentos a su conveniencia, lucimiento y ventaja, obedeciendo, como los brutos a la necesidad de su propia conservación, para los innumerables casos e intervalos adonde no puede llegar la asidua atención de sus padres y vigilantes. Y por otra parte, en la raza española, generalmente rebelde a la necesidad de la economía y de la acumulación, conviene insinuar desde temprano estos principios. Respondiendo a este doble instinto del retozo y del interés, en el Nuevo Método se aplica un juego de sociedad para interesar por medio de él la atención del niño en la lectura, forzándolo a aprender pronto las combinaciones silábicas más difíciles y complejas y gran número de nociones o datos fundamentales de los varios ramos primeros de instrucción. El autor ensayó esta idea, que es suya, hace quince años en el seno de una familia en los Estados Unidos, y sus buenos resultados le sorprendieron pues excedieron a su previsión.
Los niños, en fin, son generalmente crueles, a veces feroces; tienden a mofarse del desgraciado y, como los gatos, a suprimir la vida de todo lo que se mueva, como para enseñarnos la degeneración que en el hombre produjo el pecado original, y que la piedad no es hija del instinto, sino de la religión, de la moral y de la propia experiencia. En tal virtud, el autor se propuso adelantar en su curso de lectura esa experiencia de la necesidad de la piedad de los corazones infantiles, tanto respecto a nuestros prójimos como de los dóciles servidores puestos con el nombre de brutos bajo nuestro imperio para la satisfacción de gran número de las necesidades de la vida: criaturas que sobre todo en cuestión pasiva, reciben el más inicuo tratamiento y sirven a los niños no de escuela práctica de piedad, sino de crueldad e ingratitud.

________________________________________________
Tomado del Nuevo método de lectura, que forma parte del libro Fábulas y verdades de Rafael Pombo.
__________________________________________


El gato bandido


Rafael Pombo

Michín dijo a su mamá:
"Voy a volverme Pateta,
y el que a impedirlo se meta
en el acto morirá.
Ya le he robado a papá
daga y pistolas; ya estoy
armado y listo; y me voy
a robar y matar gente,
y nunca más (¡ten presente!)
verás a Michín desde hoy".
Yéndose al monte, encontró
a un gallo por el camino,
y dijo: "A ver qué tal tino
para matar tengo yo".
Puesto en facha disparó,
retumba el monte al estallo,
Michín maltrátase un callo
y se chamusca el bigote;
pero tronchado el cogote,
cayó de redondo el gallo.
Luego a robar se encarama,
tentado de la gazuza,
al nido de una lechuza
que en furia al verlo se inflama,
mas se le rompe la rama,
vuelan chambergo y puñal,
y al son de silba infernal
que taladra los oídos
cae dando vueltas y aullidos
el prófugo criminal.
Repuesto de su caída
ve otro gato, y da el asalto
"¡Tocayito, haga usted alto!
¡Déme la bolsa o la vida!"
El otro no se intimida
y antes grita: "¡Alto el ladrón!"
Tira el pillo, hace explosión
el arma por la culata,
y casi se desbarata
Michín de la contusión.
Topando armado otro día
a un perro, gran bandolero,
se le acercó el marrullero
con cariño y cortesía:
"Camarada, le decía,
celebremos nuestra alianza";
y así fue: diéronse chanza,
baile y brandy, hasta que al fin
cayó rendido Michín
y se rascaba la panza.
"Compañero", dijo el perro,
"debemos juntar caudales
y asegurar los reales
haciéndoles un entierro".
Hubo al contar cierto yerro
y grita y gresca se armó,
hasta que el perro empuñó
a dos manos el garrote:
Zumba, cae, y el amigote
medio muerto se tendió.
Con la fresca matinal
Michín recobró el sentido
y se halló manco, impedido,
tuerto, hambriento y sin un real.

Y en tanto que su rival
va ladrando a carcajadas,
con orejas agachadas
y con el rabo entre piernas,
Michín llora en voces tiernas
todas sus barrabasadas.
Recoge su sombrerito,
y bajo un sol que lo abrasa,
paso a paso vuelve a casa
con aire humilde y contrito.
"Confieso mi gran delito
y purgarlo es menester",
dice a la madre; "has de ver
que nunca más seré malo,
¡oh mamita! dame palo
¡pero dame qué comer!"

__________________________________________

Rafael Pombo (1833-1912). Poeta colombiano nacido en Bogotá. Estudió ingeniería; luego se hizo diplomático y llegó a ser miembro del Parlamento de su país. Se le considera uno de los grandes poetas y narradores del romanticismo hispanoamericano. Entre los temas de sus poemas, se pueden señalar: el amor, la naturaleza, la desesperación y la soledad.La mayor popularidad la alcanzó en su país y en obras antológicas de la literatura infantil, especialmente los textos contenidos en su libro Cuentos pintados y Cuentos morales para niños formales (1854). Sus textos fueron reunidos de forma póstuma en Poesías (1916-1917) y Traducciones poéticas (1917).

_________________________________________

EL FIN DEL FINAL FELIZ

Teresa Colomer Martínez

HASTA LA DÉCADA de los años Setenta del pasado siglo XX, podía afirmarse que lo esperable en los cuentos infantiles es que terminaran “bien”. El protagonista podía caer en poder de una bruja y estar a punto de ser devorado, como pasa en Hansel y Gretel de los hermanos Grimm; podía ser separado de su familia y entorno para ir a servir a la ciudad, como ocurre en Heidi de Johanna Spiri; o podía verse obligado a sobrevivir como un robinson adolescente en Dos años de vacaciones de Jules Verne. Pero, por mucho que el lector se hubiera horrorizado, llorado o estado en tensión, podía tener la seguridad de que al final de la lectura experimentaría un alivio definitivo. El conflicto desaparecería para siempre y el lector podría emerger de su viaje literario con la satisfacción de la felicidad obtenida.
Precisamente, el desenlace positivo de los cuentos populares fue uno de los aspectos más valorados por los psicólogos que se dedicaron a analizar la literatura infantil a lo largo del siglo XX. Bühler, por ejemplo, ya lo hizo en 1918 y la obra de Bettelheim (1975) lo resaltó especialmente. El psicoanálisis hizo tanto énfasis en la virtud tranquilizadora del final que ello le llevó a rechazar rotundamente los escasos desenlaces de la literatura infantil que no resultaban nítidamente positivos, como ocurre con algunos de los cuentos de Andersen, como la Pequeña vendedora de fósforos o El soldadito de plomo, dominados por las corrientes románticas de su época. Por razones semejantes, los educadores abandonaron los antiguos cuentos didácticos que terminaban con el castigo de los protagonistas que se habían portado mal, un castigo que debía servir de lección a los pequeños lectores al enseñarles la manera en la que no debían comportarse.
Pero, a pesar de este consenso de partida, la literatura infantil y juvenil moderna ha ido ampliando las posibilidades narrativas con la utilización de diferentes tipos de finales. Ya no son siempre felices ni se dividen en una simple dicotomía entre acabar bien, si el protagonista se ha portado correctamente, o acabar mal, si se ha saltado las normas. En realidad, sólo un 60% aproximadamente de las obras de calidad de la década de los años ochenta continuaba la tradición de resolver el conflicto inicial haciéndolo desaparecer. La desviación de la norma convencional del género en una proporción tan alta (casi un 40%) resulta verdaderamente espectacular ya que el final de los cuentos supone un elemento decisivo tanto para otorgar sentido a la narración, como para provocar la reacción emotiva del lector.
Este aspecto resulta muy revelador, pues, de los cambios habidos en la literatura infantil y juvenil durante las últimas décadas y puede servirnos para ejemplificar el modo en el que los cuentos se adaptan a su contexto para seguir cumpliendo las funciones atribuidas a la educación literaria de los niños que acabamos de señalar. Así que podemos preguntarnos: ¿por qué las historias infantiles han sufrido estos cambios en nuestras sociedades occidentales? Por lo pronto, si se analizan las obras que se apartan de la norma habitual, puede verse que se han adoptado tres nuevas posibilidades básicas de desenlace:
– La aceptación y asunción del conflicto por parte de los personajes, dentro de unas nuevas coordenadas de vida.
– Los finales abiertos que nos dejan sin saber cómo termina el conflicto planteado.
– Los finales negativos que dejan el conflicto sin solucionar.

(Fragmento de El desenlace de los cuentos como ejemplo en las funciones de la LIJ). El texto completo aparece en la siguiente dirección:

http://www.revistaeducacion.mec.es/re2005/re2005_16.pdf.

_________________________________________

Teresa Colomer Martínez es profesora de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, España.
__________________________________________


MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes

No hay comentarios.: