3.28.2008

PROSOEMA No. 71 (28/03/2008)

DOS LIBROS
DE FEDOSY SANTAELLA


Fauna de palabras.
Editorial Alfaguara, Caracas, 2007.
Ilustraciones: Richard Blanco.

Este libro es un pequeño zoológico de palabras. Obviamente, de palabras que hacen referencia a animales.
Destinado a niños que se inician en la lectura y la escritura, los confronta lúdicamente con muchos de los conflictos que presenta nuestro idioma a quienes están en vías de aprenderlo.
Nuestra habla común –y de eso no nos damos cuenta los adultos–, está repleta de términos cuya interpretación, en los primeros años de vida, resulta equívoca, debido a las múltiples acepciones que tienen los mismos.
Un ejemplo lo constituye el vocablo “gusanillo”. Éste, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, tiene seis acepciones que copio a continuación.
1- Cierto género de labor menuda que se hace en los tejidos de lienzo y otras telas. 2- Hilo de oro, plata, seda, etc., ensortijado para formar con él ciertas labores. 3- Coloquialmente, afición o deseo de hacer algo. 4- Coloquialmente, espiral de alambre o plástico que se utiliza para encuadernar.
Las dos últimas se refieren a la expresión “Matar el gusanillo”: 5- Beber aguardiente en ayunas. 6- Satisfacer el hambre momentáneamente.
Como se observa, ninguna de estas acepciones se refiere a lo que los niños piensan que es un gusanillo, es decir, un gusano pequeño.
Como oyente del lenguaje hablado, el niño intuye o sabe que muchas palabras que terminan con los sufijos “illo” e “illa” están en modo diminutivo. Ejemplos: calzoncillo, cuerpecillo, palillo, mesilla, chiquilla, perilla.
Poco a poco, descubre que ardilla, castillo, silla o brillo no son, al menos actualmente, diminutivos.
Pues bien, volviendo al libro de Fedosy, encontramos que él resuelve el mencionado conflicto idiomático, mediante un juego de palabras con el término “gusanillo”:
“El Gusano poeta
“Es un gusano con un gusanillo en el alma”.
De este modo, el neolector advierte que “gusanillo” es algo distinto a un gusano pequeño y, para salir de dudas, consulta a quien le puso el libro en las manos.
Otras muestras de estos juguetones textos para neolectores son “Los topos topados” y “El hipo…hip”:
“¡Vecino topo, por fin me lo topo!, dijeron aquellos dos al unísono y sobándose las cabezas”.
“El hipopótamo no termina de decir su nombre, porque tiene hipo”.
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Historias que espantan el sueño
Editorial Alfaguara, Caracas, 2007.
Ilustraciones: Pedro Aguilar.

Este libro está compuesto por siete cuentos, varios de ellos, magistrales muestras de literatura de terror para niños y jóvenes.
Me referiré especialmente a cuatro de estos relatos que hacen que su lectura se disfrute en verdad: “Yoamoatodoelmundo dice”, “La playa solitaria”, “El escondite con los risitas” y “La niñera mala”.
En el primero de tales cuentos, un niño conoce mediante el Chat a alguien que se identifica como Yoamoatodoelmundo.
Con quien se oculta tras ese nombre inicia una relación epistolar de amor/odio que lleva a un final parecido a una de las más escalofriantes leyendas urbanas generadas por Internet: la de la doncella ciega (Blind Maiden).
Tanto el desarrollo del relato, como su final, han hecho a muchos de sus lectores jóvenes perder el sueño y a muchos padres de éstos reclamar a la editorial por su publicación y a algunas docentes por habérselo recomendado a sus alumnos.
Ello, en lugar de constituir un pecado, una falta o un defecto, habla de la capacidad literaria del autor, capaz de transmitir una sensación de horror tal que, en tiempos de un cine y una televisión repletos de escenas y efectos altamente violentos y escalofriantes, logra enormes sensaciones de miedo con el único recurso de la palabra.
Sobre el miedo literario es mucho lo que se puede decir, pero basta señalar que el mismo, aunque a veces disipe el sueño nocturno por unas horas, es infinitamente menos dañino o peligroso que el miedo provocado por los noticieros de televisión, las películas de terror, los videojuegos y los exámenes de las materias que no se dominan.
“La playa solitaria” presenta a una niña y a su madre, quienes se encuentran en un lugar vacacional con playa. Allí se topan con una atemorizante niña fantasma.
Este texto también invoca ese miedo sabroso que formó parte de las antiguas noches de la humanidad, cuando el único medio de comunicación era la voz de hombres y mujeres, en torno a esas hogueras que, aparte de extender el día, mantenían a raya a los horrores ocultos en las sombras.
“El escondite con los risitas” es, además de terrorífico, kafkiano y hasta recordatorio de algunos de los mejores momentos del clásico de Lewis Carroll Alicia en el País de las Maravillas.
Sin advertirlo, Pablo, su protagonista, se introduce en un universo de juegos al aire libre del que, al parecer, no hay escapatoria. Allí se topa con unos seres demenciales y demoníacos conocidos como Los Risitas”, por su risa de niños-hiena.
La atmósfera creada en este cuento es un gran logro de Fedosy, pues permite compartir el miedo cósmico que embarga a su protagonista.
“La niñera mala”, que rememora en los lectores a Vicky, la malvada e inquisitorial niñera de la serie de dibujos animados Los padrinos mágicos, es peor que ésta.
Los lectores se identifican con el niño narrador, cuyo hermano, Javi, es víctima reiterada de esta perversa “cuidadora”.
Pero el narrador es alguien muy particular que, aunque logra imponer algo de justicia, muestra al final del cuento que su condición especial proviene de un horror mayor que el que se ha contado hasta entonces.
Con este libro, puedo afirmar que Fedosy Santaella se asienta en la literatura para niños de Venezuela y del resto del continente americano, como uno de sus cultores más destacados.
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Fedosy Santaella. Narrador venezolano (Puerto Cabello, Carabobo, 1970). Licenciado en letras por la Universidad Central de Venezuela. Aparte de los libros reseñados aquí, ha publicado Cuentos de cabecera (2004), y El elefante (2005, premio "Cada día un libro" del Consejo Nacional de la Cultura, Conac), y la novela Rocanegras (Ediciones B, 2007). Aparece en Antología de la ficción breve en Venezuela (2005). Ha sido colaborador de los diarios Notitarde y El Universal, así como de las revistas Dmente, Rasmia, Códice, Logotipos y Ficción Breve Venezolana. Ha participado en los talleres de narrativa y poesía de la editorial Monte Ávila.